Quantcast
Channel: Universo de A
Viewing all 471 articles
Browse latest View live

La temporada de exposiciones 2014-2015 de otoño-invierno en Madrid

$
0
0

El ocio según Universo de A:

-La temporada de exposiciones 2014-2015 de otoño-invierno en Madrid.

-Temporada televisiva de otoño-invierno de 2014-2015.

-Los eventos de otoño-invierno en Madrid 2014-2015.

Estos enlaces anteriores (entre los que está incluído este artículo), son los llamados artículos recopilatorios, que se actualizan continuamente (hasta que termina la temporada que dice el título, momento en el que se publica uno nuevo), por lo que, para estar informado de todas las novedades, se recomienda volver a visitarlos a menudo.

Para una información más extensa o sobre otras cuestiones culturales (Turismo, críticas de Películas o Teatro… etc), visitar las secciones correspondientes que aparecen permanentemente en un listado a la derecha.

………………………………………………………….

Y con el verano recien terminado (aunque aún hace suficiente calor como para seguir llevando manga corta) llega el momento de que Universo de A vuelva a publicar estos artículos culturales recopilatorios que recogen algunas de las mejores opciones culturales (o eso pretenden), y que como siempre se van rellenando y ampliando a lo largo del tiempo… ¡hasta la primavera concretamente!.

Y no va a faltar que rellenar, se dice, se comenta, está previsto que esta sea una de las mejores temporadas de exposiciones en mucho tiempo, suenan grandes noticias y novedades: se dice que El Greco seguirá pisando fuerte (no es para menos, es su año, aunque la verdad, para mi gusto se ha quedado en poco); la expectación máxima por el cuadro de Antonio López, en el que lleva trabajando varias décadas, y en el que retrata a la Familia Real (y que por tanto ya se habrá quedado anticuado… también es mala suerte jajaja) terminará con una exposición en el Palacio Real sobre el retrato en las colecciones reales…. Todo ello sin mencionar la exposición histórica de “las joyas de la Corona españolas” (se comenta que se verán: la corona y cetro utilizados en las Proclamaciones Reales; la corona y el toisón de oro de la Virgen de Atocha, y quizás alguna sorpresa más… en cualquier caso, para verlas, se dice que se reabrirá alguna de las salas que ya estuvieron abiertas hace unos años y que formaron, originalmente, parte de los aposentos de los infantes de España) que, de forma supuestamente permanente, coronaran (nunca mejor dicho) la visita a palacio de forma apoteósica, formando parte de esa renovación de Patrimonio Nacional que está imponiendo la nueva directiva, aunque de momento, ya se sabe que van con retraso, la apertura de esa sala tendría que haber sido en septiembre….

Más colecciones privadas llegarán a Centrocentro (con sus habituales sistemas de cobro abusivos, presuponemos); y el lujo volverá al Thyssen con Givenchy (suponemos, tras el gran éxito de la de Cartier, una exposición magníficamente montada), en la que la icónica Audrey Hepburn seguramente tendrá cierto protagonismo.

Y para evitar tanta seriedad, supuestamente, el Círculo de bellas artes de desmarcará con una exposición sobre Ibáñez, el popular autor de cómics. ¿No os parece suficiente? Sorolla y su interesante periplo americano tienen visos de triunfar en la fundación Mapfre. Pero si tanto clasicismo os aburre, el futurismo en la fundación March seguro que os llamará la atención.

Aunque, sin duda alguna, una de las grandes exposiciones de este año, supuestamente la primera en nuestro país sobre este artísta, será la dedicada por el museo del Prado a Bernini (uno de mis artistas favoritos de toda la historia del arte, debo decir), que sin duda conseguirá también el triunfo del barroco en Madrid como lo hizo en Roma.

Como véis… ¡parece que nos espera una temporada intensa y muy emocionante!, ¡coged aliento antes de empezar, lo váis a necesitar!.

Como curiosidad última del blog, comentar que, los seguidores os habréis fijado, estos artículos recopilatorios suelen publicarse juntos (exposiciones/televisión/eventos), pero en esta ocasión no pudo ser, de modo que, durante mucho tiempo, en enlace que guiaba a este artículo concreto no estuvo disponible, puesto que no estaba publicado, aunque dejaba constancia de que iba a aparecer… ¡pues nada, ahora ya sí que están completos los artículos recopilatorios de la temporada 2014-2015 de otoño-invierno en Madrid!.

En fin, comenzamos nuestro recorrido expositivo:

Biblioteca nacional

Siempre me alucinará el sistema expositivo que tienen aquí: en primer lugar, hay, casi siempre, dos espacios expositivos dedicados a lo temporal, uno es el grande, y el otro la sala hipóstila (más recogida, pero que a menudo, nada tiene que envidiar a lo que se ve en la sala grande, y cuyos montajes son casi siempre más ingeniosos que los del resto, precisamente por la falta de espacio)… pero además, la BNE se está acostumbrando a hacer exposiciones alternativas en salas perdidas por el museo (sí, tal cual se lee), las cuales, para encontrarlas, requieren casi hacer el recorrido entero por la zona permanente. Personalmente, como cuando voy a una exposición temporal en un museo, a menudo vuelvo a hacer un recorrido rápido por este, puesto que me gusta, así que me importa menos, pero francamente, no da buena imagen, es completamente desastroso que se haga de esa manera y da un poco de vergüenza ajena que las salas, supuestamente permanentes, estén en una especie de transformación continua, que quita mucha categoría a un museo que, de por sí, tampoco es gran cosa, asunto que desgraciadamente hay que decir, y en el que, y eso es lo peor que se puede decir de él, muy a menudo, es más importante e interesante lo que se muestra en las exposiciones temporales que en la permanente, y eso, creo que es una de las peores cosas que se puede decir de un museo que aspira a tener una categoría, como debería de hacer el templo por excelencia de nuestra literatura que es la Biblioteca nacional.

Y es que, si bien es cierto que la Sala de las musas ya se había pensado en un principio como zona para mostrar algunos tesoros de la BNE (cosa que sería cuestionable decir si se ha cumplido); lo que no puede ser, es que ahora, en la vecina sala del piano, y en la salida, proliferen las exposiciones como setas, ¡que se habilite un sitio decente y sobre todo que esté bien indicado!.

Además, algo mucho más frustrante últimamente, ¿os podéis creer, que habiendo dos exposiciones dedicadas a la música, en ninguna de ellas se escuche una sóla nota musical?, ¡qué mal!, ¿pero como es que nadie se da cuenta de estas cosas tan básicas?, ¿qué sentido tiene acudir a una exposición que trata sobre música si no te enseñan nada de ella?, ¡es completamente absurdo!.

En fin, en cualquier caso, las exposiciones que podéis encontrar (si las buscais muy concienzudamente), en este momento, son:

No olvidar, que algunas exposiciones aún se mantienen hasta bien entrado el otoño, para reconsultarlas, mirar aquí.

-CANTORALES: la BNE saca a relucir su colección de cantorales litúrgicos, con lo que lógicamente esperas que sea algo tremendo: grandes notas rodeadas de preciosas ilustraciones y todo tipo de motivos decorativos llenos de alegorías o de figuras bíblicas por doquier, una riqueza preciosa e inmesa, iluminada gracias a tanto dorado… desgraciadamente, en ese aspecto, la exposición es un tanto decepcionante, pues a nivel de ilustración deja bastante que desear, y tampoco se ven muchísimas letras hiperadornadas. Los cantorales son bonitos, pero nada que deje pasmado.

Por su parte, la exposición está bastante bien montada y se aprenden cosas interesantes; aunque, como ya digo arriba, se hecha de menos escuchar algún tipo de música, ¿de verdad era tanto pedir poner algún tipo de audio con las músicas que vemos en los cantorales, aunque no fuera con mucho volumen?, ambientaría mucho mejor la exposición y ganaría tremendamente en estética.

-LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA EN LA ZARZUELA: tras el terrorífico precedente de Pessoa, parece estarse extendiendo en la BNE las que de ahora en adelante clasificaré como “las exposiciones tomadura de pelo” (esperemos que esa raza infame muera con la actual), ¿en que consiste este nuevo género expositivo? pues bien, me gustaría saberlo, daría cualquier cosa por hablar con alguno de los organizadores de esta o de la de Pessoa para saber en que estaban pensando.

A falta de ello, tengo mis propias teorías e hipótesis plausibles: a un tipo (probablemente un funcionario) le encargan comisariar una exposición, y dice “uff que pereza, ¿pero de verdad tengo que hacer esto?”, y así va retrasando el tema hasta que le llega la fecha límite para presentar el tema del que irá la exposición; como aún no ha hecho ni investigado nada, coge una enciclopedia de la sala de lectura de la BNE y con un cuchillo, cual artista dadaísta, se encuentra con un tema “zarzuela”, hunde el elemento cortante una vez más y le sale “guerra de la independencia española, y así, el “competente” comisario exclama triunfante: “¡ya sé, una exposición sobre la guerra de la independencia en la zarzuela”, y así, con esa satisfacción que da el sentido del deber cumplido, sonríe triunfalmente.

Pero vamos a dejar de lado las hipótesis y las teorías varias (que a mí no me parecen del todo desfasadas) y hablemos de lo que nos encontramos: la temática, apasionante, a mí me atraía mucho y estaba deseoso de verla… por eso la decepción fue tan profunda y tremenda.

No hay por donde coger esta exposición, si en la de “Fernando Pessoa en España” descubríamos que Pessoa no sólo no había pisado jamás España, sino que si conocía a un español, era de vista (y se supone que la temática de la exposición era exactamente la contraria); en esta de “La guerra de la independencia en la zarzuela”, fácilmente nos encontramos con cartelas como estas:

“Ruperto Chapí jamás compuso nada relacionado con la guerra de la independencia, pero sí es cierto que su vecino conocía a un pianista aficionado que de vez en cuando tocaba algunas melodías que, supuestamente, sonaron en Cádiz en 1812″.

O:

“Se dice que Arrieta pudo haber colaborado, a través de una nunca encontrada correspondencia, en alguno de los acordes de la nunca estrenada zarzuela de Perico de los Palotes que trataba de la enorme influencia que había tenido en Tomboctú la guerra de la independencia española”.

E incluso:

“En esta zarzuela, los personajes están tan enamorados que se escapan a la Rusia zarista y terminan viviendo en la américa colonial, eso sí, en un momento determinado (aunque varias versiones posteriores suprimen esa frase) un personaje del fondo del coro exclama: “llevas más equipaje que el Rey José”, referencia que podría aludir al hermano de Napoleón, aunque también podría referirse al Príncipe heredero de Portugal… o quizás a ninguno de los dos”.

Tal vez yo esté exagerandolo un poco, y dándole un toque cómico, pero no os creáis que demasiado, porque la exposición es un completo desastre.

En definitiva, a nivel de información no hay por donde cogerla; respecto a lo que muestra, es moderadamente interesante, pero sólo si se es muy fan de la Zarzuela; y lo peor de todo… los vídeos, estás ansioso por oír alguna de las melodías sobre las que estás leyendo y que tanto se referencian, y cuando te pones los cascos… sólo oyes a un insufrible locutor habla que habla, soltando el mismo rollo que ya has leído y sin ser capaz de escuchar una maldita nota musical, en definitiva, una pesadilla en toda regla.

En definitiva, una auténtica tomadura de pelo que ya se repite por segunda vez en esta institución de una forma peligrosa y muy desagradable; y mi sentencia al respecto es definitiva, para hacer esto, mejor no hacer nada.

-LAS PÁGINAS EN BLANCO DEL LIBER CHRONICARUM: es la exposición más extravagante y más calamitosa a nivel de montaje que he visto en toda mi vida. Una de dos, o es una obra maestra del vanguardismo en una especie de nueva ola del comisariado expositivo y yo no me he dado cuenta; o es el caos más injustificado y absurdo posible (más probablemente sea esta última opción).

¿Por qué?, bueno, la reducida exposición “empieza” (si es que lo hace, con tanta vanguardia, a lo mejor eses conceptos ya están desfasados) en la sala en la que hay un piano y cercana al aula del Quijote; como todas las que se hacen aquí, es mínima y te encuentras lo básico; pero en este caso es tan excesivamente reducida y la falta de información es tan notoria, que te vas sin enterarte de mucho, vamos, que si no la hubieran hecho, tampoco hubiera cambiado mucho tu perspectiva de la vida.

Y luego, si tienes suerte, no te despistas, preguntas, y vas por el sitio adecuado, te encontrarás una exposición de los alumnos de la Escuela superior de diseño con sus propuestas pretendidamente artísticas para rellenar, hipotéticamente, las páginas en blanco del libro.

Llegados a este punto, y después de tanto esfuerzo y búsqueda tan denodada, ¿merece la pena?, la respuesta tristemente es: no.


Archivado en: Turismo

Críticas express: Los justos / En el desierto

$
0
0

-Los justos: hay que reconocer que la obra pintaba bien por lo poco que sabía de ella, el cartel moderademente interesante, título grandilocuente (que al contrario que el ya comentado de “El loco de los balcones”, sí suena a obra maestra), sinopsis que también lo resultaba, y finalmente, el programa de mano en el que aumentaba mi buena disposición hacia lo que iba a ver.

Una obra sobre planear el asesinato del Zar en plena efervescencia de la revolución rusa de 1905 suena muy interesante; aunque nada correcto históricamente, de hacerlo bien, hubiera sido mejor, y mucho más atractivo (pues la realidad siempre supera a la ficción, con lo cual, cuando nos mantenemos en ella, y si se hace bien, suele dar muy buenos resultados dramáticos), que tratara sobre el asesinato de la Familia Imperial (y los pocos que los seguían acompañando) a sangre fría en aquel sótano de la casa Ipátiev de Ekaterimburgo (así, la obra hubiese podido tratar todas las formas de ver la revolución: la necesidad de la eliminación de un símbolo frente a la idea del asesinato de incluso niños; el precio de la revolución, todas las caras de esta y sus múltiples ideologías o formas de verla… etc). Y de querer mantenerse la idea de la planificación del asesinato de un Zar, también hubiese sido sumamente interesante una obra sobre Alejandro II de Rusia (y si me apuras, sobre nuestro Alfonso XIII de España, cuyo intento de atentado por el anarquista Mateo Morral, no tiene nada que envidiar en intriga, interés, fuerza dramática y espectacularidad a nada de lo anterior; de hecho, quizás esto es más para el cine que para el teatro), con todas las contradicciones que supondría, pues este monarca terminó con la servidumbre, sin mencionar el espectacular final de la construcción de la preciosa Iglesia del Salvador sobre la sangre derramada de San Petesburgo como conmemoración….

Pero este no es para nada el caso, así que vamos a dejar el tema, puesto que en la obra que aquí criticamos, no se utiliza siquiera el texto de Camus tal cual, sino que se adapta, supuestamente a nuestros años ochenta, y los terroristas (etarras, concretamente) pasan a atentar contra un alto político nacional; que nunca se sabe quien es, sólo se le menciona como “el fascista”, así que podría ser cualquiera. Muy a pesar de que hubiera sido sumamente interesante que hubieran mantenido la idea antimonárquica (cosa que tampoco estaría fuera de la realidad, ETA intentó atentar contra el Rey en varias ocasiones -cosa que ya se trató en la ficción, por ejemplo, en la no muy efectiva miniserie “Una bala para el Rey”), lo que hubiera permitido interesantes reflexiones, que hoy día serían de lo más actuales, acerca de lo que supone un símbolo de estado, el concepto de nación… etc; pero no tomaron esa decisión.

En cualquier caso, por lo que tenemos hasta ahora, la cosa sigue sin sonar nada mal (unos etarras y sus conflictos internos acerca de lo que es un ideal y hasta que punto está legitimado o si estos pueden y deben tener límites), e incluso bien hecha, tiene posibilidades de ser una obra maestra… impresión que rápidamente se derrumba cuando han pasado cinco minutos de la representación, o menos.

Para empezar, la adaptación es algo realmente penoso, una especie de corta y pega escolar, en el que, aparentemente quieren sacar lo mejor del texto original pero ni siquiera consiguen algo medianamente coherente y cohesionado; digamos que es como ver una especie de collage cubista o una película con un montaje de carnicero (por poner un ejemplo muy gráfico, el “Hamlet” de Kenneth Branagh reducido a dos horas para salas comerciales que originalmente dura cuatro en el vídeo doméstico); es un desastre, es como si estuvieras en una carretera llena de baches en la que vas dando saltos una y otra vez, como si te hubieras montado en la atracción del Saltamontes. Lógicamente, tampoco se puede esperar congruencia de unos personajes que están desdibujados y difusos, como a medias, abocetados.

Luego claro, como la obra tiene tantas pretensiones, se mete en camisas de once varas tremendas para intentar adaptarla a la ETA de los años 80, y por supuesto, es incapaz de salir adelante, de modo que es como si estuvieras viendo una especie de antología, de selección de textos de Camus reescritos, porque ahí nada coincide ni tiene demasiado sentido, no pega ni con cola; Es un “quiero y no puedo” en toda regla.

Esto es totalmente culpa de la compañía, que se ha querido meter en algo para lo que no estaban preparados y, es demasiado evidente, para lo que no poseían talento, pues, como se seguirá comentando en esta crítica, esto es precisamente lo que acaba definiendo esta producción: la ostensible falta de talento.

Como decía, partiendo de un texto, ya de por sí, muy difícil de sostener, llega una dirección con un único objetivo: el autolucimiento (por algo se metió también en la dramaturgia), de modo que empieza a desarrollar todo tipo de recursos a cada cual más pedante. Para empezar, mediante unas cuerdas, intenta desarrollar una especie de simbolismo (como si en vez de una obra de teatro dramática estuviese haciendo danza cotemporánea) que nunca termina de funcionar, se comprende perfectamente, pero no da resultado en absoluto, mientras el público no puede dejar de bajar la mirada con socarronería.

¡Y si aún esto fuera lo más espectacular que nos tiene reservado!, el señor director utilizará todos os recursos habidos y por haber para llamar la atención sobre si mismo (y porque no tenía más medios y presupuesto, sino aún habría más… tiemblo si esta obra se hubiese representado en el Teatro Real), y que nadie olvide que hay alguien que está dirigiendo; así, con un efectismo que envidiaría cualquier ópera barroca europea del siglo XVIII, el hombre utiliza de todo: la luz, el sonido… en forma de focos que cambian de colorines o que bajan, puertas que se abren… todo ello sin mencionar los movimientos en escena, una especie de espantosa coreografía que acaba convirtiendo esta obra en una de las mejores comedias involuntarias que jamás he visto en teatro (quizás la mejor; eso en cine es relativamente habitual, en teatro mucho menos). No digo que el hombre no pueda tener un potencial talento, pero su trabajo en esta obra es tan pedante, inapropiado, desmesuradamente exagerado y fuera de lugar, que hunde totalmente su puesta en escena.

Visto esto, un director tan narcisista, y tan preocupado porque se vea su trabajo, se pensará que la dirección de actores es impecable, ¿no?… ¡pues por supuesto que no!; el director parece reunir dos de las características básicas de dos grandes directores: Visconti y Hitchcock; del primero coge su amor por la escenografía, y su obsesión porque todo sea estético y perfecto (está claro que este hombre se equivocó de profesión, Hernández-Simón -el director- tiene alma de escenógrafo), y del segundo, su desprecio y odio acérrimo hacia los actores, que son ganado, frente al auténtico artista que es el director.

Así pues, y quizás con el único objetivo de garantizarse el autolucimiento seguro (a mí tanta egolatría, visto lo visto, no me extrañaría nada), pasa de los actores y deja que hagan lo que les da la gana, no le importa en absoluto, por él, como si dicen misa, mientras respeten los movimientos de escena, ya pueden cantar la canción de “La gallina turuleca”, que al señor Hernández-Simon le da igual.

Ahora bien, no hay que quitarle mérito al reparto artístico, porque ellos solitos, a pesar de que Hernández-Simon les haga la vida imposible, se ganan a pulso lo que diré de ellos, no es todo culpa sólo de una perversa dirección de actores (difícilmente puede calificarse de otro modo). A ese respecto, las cuerdas son lo mejor: los actores están intentando soltar textos con pretensiones dramáticas, y a la vez, se ven obligados a hacer de todo con las cuerdas: se las ponen, quitan, anudan, golpean, juegan con ellas… jajaja, y todo eso, una y otra vez, una y otra vez.

El reparto artístico es lo más espantoso que he visto en mucho tiempo (o quizás en toda mi vida, pero tampoco me he querido parar a pensarlo demasiado), consiguen una colección de las peores interpretaciones posibles e imaginables haciendo cosas que ya casi no ves ni en el teatro aficcionado (es más ves grupos de teatro amateur que están muy, pero que muy por encima de algunas producciones profesionales… y mejor no comparar con esta, puesto que hacer esto siempre es odioso, como dice el refrán), por ejemplo, se ven cosas tan básicas como que los actores no sepan que hacer con las manos (rasgo por excelencia del mal actor, y que denota que ni está pensando en el personaje ni en nada); ahora bien, ¡si esto fuera todo!, los actores de esta producción consiguen proezas, hasta ahora inimaginables para mí, como, ¡sobreactuar con las manos!, ¡sí, tal cual lo digo!, que los movimientos resulten tan antinaturales que sea imposible creerselos. A nivel gestual, he de reconocer que uno de ellos me deslumbró especialmente, consiguiendo algo que yo consideraba totalmente imposible hasta el momento, algo que nadie hubiera creído que se pudiera hacer: sobreactuar respirando; sí, tal cual se lee, a mí si me lo cuentan y no me lo creo, ¿cómo es posible (y supuestamente sin hacerlo a propósito) que una persona consiga hacer nada verosímil y totalmente antinatural un acto tan lógico, tan normal, habitual, tan propio de cualquier ser vivo como es inspirar y espirar aire?; hay que reconocer que conseguir eso tiene mucho mérito, ¡un premio para este chico!, en serio, porque es toda una hazaña, debería de haber unos anti-premios del teatro, y Alex Gadea se merece uno, y sino, soy capaz de montarlos yo, porque algo así tiene que recibir algún tipo de reconocimiento o galardón, ¡menudo triunfo!.

Y todo lo anterior, ya sólo tratando de las cosas más exageradas  y vistosas, pero no es lo único que es fuente de la mejor comedia involuntaria que he visto en muchos tiempo, por favor, si váis, no os perdáis las reacciones y las caras que ponen mientras otro está hablando, ¡son para enmarcarlas!.

En cualquier caso, normalmente, cuando uno o varios actores me parecen malos o sin tablas, a menudo digo que parece que estén actuando en su escuela de interpretación… pero es que estos ni eso, parece que estén en su función de fin de curso de primaria.

Desgraciadamente, sería imposible citar todo lo que hacen mal, así que vamos a quedarnos simplemente con algunos de los “highlights”, de los mejores momentos a “disfrutar” durante la obra: Baldrich fumando como si fuese Bette Davis intepretando a una femme fatale (atención a los momentazos en los que expulsa el humo, con un dramatismo desmedido); tema en el que no se queda atrás su compañero Ramón Ibarra, que celoso de que su partenaire haya conseguido incrustar tanto patetismo en un cigarrillo, se dedica a hacer movimientos ampulosos con el suyo, cuanto más mejor (¡ni Tallulah Bankhead!) , para ver si olvidamos el anterior momentazo, en una competición en la que resulta difícil entregar la palma de la victoria; y por si fuera poco, este actor tiene uno de los grandes chistes de la obra, con el que pude dejar salir la risa que llevaba conteniendo toda la representación (al igual que buena parte del público), dice así, en una escena de un policía a un etarra encarcelado:

“-es la única forma de obtener la gracia.

-¿qué gracia?

-¡la que tu tienes!, ¡joder!, ¿¡tú que te crees!?”

¡Inmejorable!.

Por su parte Gadea, que parece un actor de cine mudo interpretando una tragedia griega (no hay que perder de vista las múltiples veces en las que se lleva las manos a la cabeza -y sí, no estoy hablando figuradamente, literalmente se lleva las manos a la cabeza en la mejor tradición del dibujo animado, ¿te lo puedes creer?-, en el gesto más típico, más tópico y más poco natural, pero con una capacidad expresiva que tanto John Gilbert como Buster Keaton envidiarían); y todo ello complementándolo con voz, en directo y en color, y sin un texto ultradramático… no os costará imaginar el resultado; además de que está siempre en lo más alto, como si se hubiese tomado algún tipo de estupefaciente antes de la representación.

Tampoco hay que perderse el momentazo de Rafael Ortiz con la escoba, por instantes yo temí que se pusiese a cantar eso de “si yo tuviera una escoba, si yo tuviese una escoba… cuantas cosas barrería” (y no me extrañaría nada que estuviese entre las intenciones originales de la producción… pero que al final no tuvieron el dinero suficiente para comprar los derechos), y al que, cualquier día de estos, un ama de casa cuarentona le gritará desde las butacas eso tan típico de “¡como se nota que no has cogido una escoba en tu vida!”. Pablo Rivero Madriñán, a pesar de estar casi siempre en escena, y también hacerlo de forma horrible, da la impresión de que sólo pasaba por allí, pues no es capaz de competir con sus compañeros de escena, decididos a eclipsar al otro a cualquier precio. Para terminar, Patiño por su parte, hace un lucimiento de pluma (que, por supuesto, no le va nada al personaje… aunque quizás pretendía darle una especial profundidad a su intepretación y se trata de un recurso actoral para que podamos imaginar como le han tratado en la cárcel… casi me lo creo), de modo que parece que en cualquier momento le vaya a salir cola como a un pavo real, y vaya a salir volando al programa ese de Cazamariposas, donde podrá competir, y muy legítimamente, con el resto del reparto masculino en su brutal contienda por ver quien es más gay.

Por supuesto, no pude contener el investigar, aunque sólo fuera por encima, de donde habían salido estos señores (a cualquiera no le entra curiosidad, visto lo visto), cuyas caras además me sonaban… y entonces lo entedí todo, claro, cuando tu gran formación práctica ha estado en un culebrón de sobremesa donde prima más el entregar el producto a tiempo que su calidad (pues su público objetivo no va a ser muy exigente que digamos), pues claro, entiendes que no tienen ni idea de teatro, se han metido de esta guisa en el tema, y así han salido parados.

Y no puedo dejar de referenciar su acto cómico final: salir a hacer reverencias ante un público que aplaude por pura compasión, y hacerlo… ¡hasta tres veces!, lógicamente, lo tuvieron que hacer a todo correr (pues nadie se atreve a dejar de aplaudir con el actor delante aún en el escenario), mientras las decadentes aspirantes a ovaciones se apagaban de la forma más triste imaginable (en plan “en serio, ¿de verdad es necesario aplaudir?”)…. Por si esto no fuera suficiente reflejo de la impresión final en el público, lo mejor es observar las caras, todas ellas con la misma expresión de “¡Madre de Dios!, ¿pero qué ha sido esto que acabamos de ver?”, mientras la vergüenza ajena que nos había acompañado buena parte de la obra, se apodera de nosotros definitivamente.

Finalizando, la verdad es que la obra se desarrolla de esta manera: principio espectacular con la puerta; los actores empiezan a hacer cosas raras y tú ya comienzas a temerte lo peor, mientras el homoerotismo campa a sus anchas y poco tardas en imaginar, y más teniendo en cuenta una única presencia femenina, que pronto esos tipos empezarán a luchar en la tierra esa del escenario, que ya se habrá convertido en barro después del agua que se han tirado encima… pero afortunadamente, las cosas parecen volver al redil, y los actores empiezan a soltar texto, ¡por poco tiempo!, puesto que pronto empiezan a jugar con las cuerdas… con las cuales te pasas toda la representación deseando que se tropiecen, para poder reírte a gusto, ya que lo peor, y a pesar del supuesto dramatismo de la obra, es que hay tantísima comedia involuntaria que te pasas toda la obra conteniendo la risa, y claro, cuando haces eso, las ganas de reírse aumentan, y así todo el rato, mientras combinas eso con otros momentos de taparte la cara de pura vergüenza ajena o en plan “Dios mío, ¿pero qué es esto?”. Lo que no significa que se deje de mirar la hora cada pocos minutos.

En definitiva, me cuesta decir si recomiendo o no esta producción; puesto que, obras mediocres hay a cientos, pero la mayoría aburren muchísimo (reciente ejemplo hasta hace poco en las naves)… ¡en cambio esta es divertidísima! (es más, yo he vuelto a reírme un montón recordándola mientras hacía esta crítica express, y no dejo de hacerlo cuando la comento con alguien). Supongo que no me queda sino dejarlo a vuestro juicio, siempre teniendo en cuenta que es una producción mediocre, que de alguna forma acaba resultando una obra maestra de la comedia involuntaria, dudoso mérito, pero mérito al fin y al cabo.

Y ya saliéndonos del tema de la crítica, no quiero dejar de comentar otras cosas de las Naves del Matadero.

Resaltar los interesantes programas (aunque siempre apena que no sean más extensos), que tienen como muy buena característica el que suelen contener siempre algo escrito por alguien de la producción, lo que te permite acercarte más a ella, y entenderla mejor (otra cosa, es que luego lo compartas), un bravo por este detalle que, aunque mejorable, es una de las cosas que legitiman la existencia del teatro público.

También decir que cada vez estoy más sorprendido con el buen trabajo de los técnicos de este lugar (sobre todo viendo las cosas que se ven obligados a hacer, y las “visiones artísticas” que tienen que aguantar), otro bravo por ellos, pues no creo que su trabajo se reconozca siempre como se debería.

No quiero dejar de comentar tampoco que ha cambiado la atención directa al público, la misma empresa que se hace cargo del Teatro Pavón, y que también ha acabado haciéndolo del Español, era raro que no acabase en el Matadero. Una curiosidad que sí se mantiene, mientras que en los “grandes teatros” sigue el perfil del acomodador entrado en años; para las naves prefieren los jovencitos… ¿será por una cuestión de imagen?, no deja de resultar algo interesante a analizar (no olvidemos el cambiazo del Real hace unos años a ese respecto).

En cualquier caso, no parece que hayamos salido perdiendo al respecto: agradables, educados, complacientes y amables, estos trabajadores facilitan que la asistencia al teatro sea toda una buena experiencia… aunque de momento sólo es una primera impresión, seguramente, seguiremos pendientes.

-En el desierto: cuando me decidí a ir a esta representación sabía que era de danza… lo que no me molesté en consultar era de quien, lo que probablemente me hubiera hecho pensármelo más de una vez, pero ya he tropezado en dos ocasiones con la misma piedra, y dudo que lo vuelva a hacer una tercera, Chevi Muraday se convierte en sinónimo de salir corriendo para mí.

Y es que sólo hay que ver mi crítica de “Return” del año pasado para hacerse una idea de las impresiones que me causó en ese momento, todas malas.

Sin embargo, esto me ha permitido reflexionar; recientemente, un comentarista habitual de este blog, calificaba a determinados pretendidos aspirantes a artistas de “vividores”, algo que yo contesté que quizás era excesivo… sin embargo, acabaré teniendo que darle la razón, porque el señor Muraday es el mejor ejemplo de vividor que he visto nunca jamás.

¿Por qué? bueno, imaginaos, el “espectáculo” (acabaré poniendo comillas en esta palabra durante toda la crítica, porque es que me rio con solo escribirlo) no ha empezado, y el hombre, absurdamente travestido, quizás por sus más que evidentes ansias de protagonismo y egolatría desmedidas (o por la evidente pluma que tiene), se dedica a sentarse con el público, a decírles idioteces y a aburrirles con su discurso político personal y más bien poco documentado… ¿resultado? en apenas unos minutos ya se ha puesto en contra a la mitad del público, cosa que ya no le hacía mucha falta, puesto que en mi función, la mayoría huyó despavorida al final, debido a lo espantoso que era lo que habían soportado.

En cualquier caso, me llama mucho la atención que un señor que ha sido premio nacional de danza (sólo Dios sabe porqué), y que presume tan descaradamente de ello en toda oportunidad que tiene (programa de la función incluído); sin mencionar que su compañía está bajo, y cito literalmente el programa, “Un proyecto que cuenta con el apoyo del ayuntamiento, que consiste en respaldar a nuevos creadores…”; pues dicho esto, como que no hay mucho más que decir acerca de esta garrapata, de este parásito infecto que se dedica a sangrar al estado (y a todos) para hacer su “arte”, mientras, por encima, tiene el descaro de criticarlo todo; ya que el hombre es incapaz de entender el concepto de “gratitud”, al menos estaría bien que comprendiese el de “coherencia”.

Aunque estoy segurísimo de que el tipo se cree supertalentoso, no hay más que ver su megalomanía insufrible en la que su nombre sale en todos los sitios, que cosa más repelente. Y lo gracioso es que también considerará que hace algo extraordinario o que tiene algo que contar… bueno, pronto hablaremos de ello.

Aunque hay que reconocer al señor Muraday que es una persona astuta, de un maquiavelismo brillante; no sólo ha conseguido tomarle el pelo a todas las instituciones públicas para que apoyen sus ridículos e insulsos proyectos; sino que encima, ha conseguido burlarse y humillar publicamente a actores famosos. Es que el hombre en el fondo no es tonto, él es muy consciente de que su nombre de por sí, no vende, que a nadie le interesa ni iría a verle, eso tiene que ver tanto con su falta de talento como por su escasa fama, aunque ambas cosas en este caso están totalmente relacionadas; pues bien, como es perfectamente consciente de su nula relevancia, siempre se aprovecha (una vez más da muestras de ser un magnífico parásito) de actores conocidos. En la temporada anterior fue Marta Etura; en esta es Ernesto Alterio, que queda reducido a ser un figurante de su propia obra, porque entendámonos bien, aquí sólo hay un único y auténtico protagonista: Chevi Muraday que para eso es el de la idea original, director y coreógrafo (y escribo estas tres últimas palabras con una sonrisa muy irónica y de mucho excepticismo).  Sólo hay que ver el cartel, por supuesto aparece Alterio en primer plano (al resto que los zurzan), pero rápidamente aparece el otro chupando cámara como si no hubiera mañana. Menuda garrapata.

Y es que me revuelve el estómago ese tipo pérfido, carente de ética y de cualquier sentido de la moralidad; pero como él mismo dice justo antes de su espectáculo, hoy no estamos aquí para hablar de eso, así que pasemos a la crítica propiamente dicha de lo que se puede ver en la nave 2 del Matadero.

El principio, pues lo ya comentado, el tipo, haciendo gala de un narcisismo insufrible, se dedica a dar la bienvenida al lugar como la auténtica loca que es, contando barbaridades que no se cree ni él.

Algo después comienza la función, y lo hizo sorprendentemente bien, parecía incluso que podría ser algo bueno (al principio el montaje resulta interesante e incluso agradable estéticamente)… pero esa impresión sólo dura los primeros minutos, pues pronto se llega a la cruel y terrible conclusión de que Muraday puede que sea capaz de hacer un número musical o alguna danza de unos cuantos minutos (maximísimo, y siendo muy, pero que muy generoso, un cuarto de hora o media hora como mucho), pero en ningún caso, un espectáculo completo.

¿Por qué? pues por una evidente falta de talento, no sólo porque sea absolutamente incapaz de mantener la antención del espectador, sino que lo aburre, e incluso irrita obligándole a consultar el reloj una y otra vez.

Por supuesto, no hay historia (y si la hay, le es absolutamente imposible transmitirla), con lo cual, el tema es una sucesión de números musicales que van empeorando más y más, hasta culminar en los insufribles monólogos que otorga a los actores más conocidos y relevantes (al resto que los zurzan, bastante tienen con estar a su sombra); aunque no os equivoquéis, el siempre está haciendo algo para llamar la atención y siempre encuentra la manera de ser el total y absoluto protagonista, o de sacar foco a los demás y centrar la atención en si mismo, pero que cosa más repulsiva por Dios; aunque debemos de agradecer que, al menos, él no sea uno de los desnudos gratuítos que nos obliga a contemplar, ¿tiene sentido?, pues claro que no, pero eso es mucho pedirle a esta representación tan pretendidamente estética como carente de fondo.

Y es que estoy seguro de que él está superconvencido de que tiene algo que contar y que ha creado una obra maestra que evoca sentimientos, emociones… y va siendo mucha hora de que alguien le desengañe. No sé si como bailarín valdrá gran cosa, como creador, es una auténtica nulidad.

Así pues, te ves obligado a soportar (puesto que reconozco que yo no me he salido de ningún sitio en toda mi vida, por desagradable que me resultara) como la función se arrastra cual caracol, y los segundos no se suceden; todo lo cual se pasa en coreografías repetitivas que sólo funcionan durante escasos segundos (la imaginación no es el fuerte de Muraday, de hecho, yo, y sin haberlo analizado profundamente, he observado que su “estilo” se basa en no más de cinco movimientos, con ligeras variaciones que se repiten una y otra vez para el agotamiento del público… lo dicho, pueden valer para un número musical aislado -dependiendo de lo que se busque-, pero en ningún caso para un espectáculo entero); y eso ya sólo contando lo más virtuoso de la función, porque los momentos conjuntos son todo un ejemplo de patetismo y desastre vergonzoso: los actores son incapaces de hacer una coreografía conjunta sólo con los brazos encima de una mesa, y todos van a cada cual más descoordinado que el anterior, muy especiamente Alterio, al cual, en una humillación y anulación completa, Muraday mantiene lo más alejado de toda actividad de danza, no vaya a ser que se note demasiado que no es capaz, o lo que sería mucho peor, que el hecho de hacerlo mal impidiera que la gente se fije en quien tiene que fijarse: Chevi Muraday.

En definitiva, nos encontramos ante un aspirante a espectáculo que en algunos escasos momentos tiene el mérito de una cuidada estética (segurísimamente más debida a la casualidad que al talento de Muraday, y en cualquier caso, su mérito real y final recae totalmente sobre los técnicos del Matadero), pero lamentablemente esta única y momentánea virtud es incapaz de sostener que el resto no diga nada, que no exprese ninguna cosa, que te deje totalmente frío, vacío, o en el mejor de los casos, tal cual habías llegado; al final, se trata de un intento de espectacularidad vacua y sin profundidad, puramente pretenciosa, a la algura de la mentalidad egocéntrica que la compuso, quizás, su mejor definición, pues, especialmente en los casos no geniales, las creaciones definen demasiado bien a su autor.

Ello también se debe a la muy mala dirección de Muraday, ya no sólo por las mencionadas defectuosas coreografías, o el hecho de ser incapaz de que su obra sea absolutamente ineficiente a la hora de mantener la atención del espectador durante más de cinco minutos seguidos; sino incluso por cosas más básicas y que denotan hasta que punto es sólo un aficionado, un ejemplo de ello es que la música siempre tapa a las voces, e incluso cuando no la hay, a menos que estén usando uno de los micrófonos, cuesta escucharles (¡y estamos en una nave pequeña!); ello se debe, desde luego, a una pésima dirección de escena y aún peor dirección de actores.

Tal vez a muchos de vosotros os suenen todas estas palabras que comento en la crítica, y de algo increíblemente reciente que también estuvo en esta nave, ¿recordáis?, efectivamente, me estoy refiriendo a “Los nadadores nocturnos”, y es que a la hora de la verdad, la nueva creación de Chevi Muraday es muy parecida a la obra anteriormente mencionada, sólo que inflada de presupuesto y con algunas caras conocidas… aunque pronto comentaré que no es en absoluto lo único que parecen tener en común (a parte de la malísima calidad de ambas propuestas).

Y es que es mucha casualidad que en ambas se viera a múltiples invitados, que según pude averiguar, muchos de ellos son de la RESAD (Real escuela superior de arte dramático), ¿está acaso este centro intentando competir en los escenarios con el de Rota tras el éxito en los premios Max de este última el año pasado? (también era lo único interesante que se podía decir de aquella producción), no sabría decir, pero sí hay algo que es demasiado evidente, los invitados no saben comportarse en un teatro, y parece que estén en el concierto de un triunfito, sólo hay que ver los nada disimulados aullidos del final, que producen en el resto del público vergüenza ajena (bueno, de los que siguen en la sala, porque la mayoría ya ha salido en desabandada total). La verdad es que uno empieza a preguntarse si no sería el único que no era amiguete de alguien del la producción o que tuviera alguna deuda que pagar con ellos, puesto que, entre lo vacío que estaba el lugar, y los aullidos de las últimas filas… la cosa es cuanto menos sospechosa.

Sólo queda hablar de los actores (ya que el resto de los puestos laborales de esta obra han sido asumidos integra, y muy defectuosamente, por ese megalómano llamado Chevi Muraday), partiendo de que podamos decir que alguien actua en esta obra (cosa que yo diría que no pasa). Me gustaría hablar de reparto coral, pero la verdad es que sólo hay un protagonista que ya he mencionado; también me gustaría hablar de los actores menos conocidos, pero el señor Muraday no se digna a permitir que tengan un segundo de gloria, no vaya a ser que nos demos cuenta de que tienen mucho más talento que él; por lo cual, tendré que hablar de los actores algo más conocidos, a los que sí les concede unos monólogos.

Ernesto Alterio, que es capaz de disimular su acento nativo en el cine, no lo consigue en el teatro, y no está para nada preparado para este medio, apenas se le oye y no consigue salir adelante ni imponer su presencia (mucha culpa de ello, también hay que reconocerlo, la tiene la dirección).

Maru Valdivieso es una eficaz figurante en una obra que no la merece (bueno, ni a ella ni a nadie).

Y finalmente, la otra cosa que este producto tiene en común con “Los nadadores nocturnos”, es ese elemento llamado Alberto Velasco. Ya me sonaba en la anterior obra, y al fin caí de que. Ciertamente, creo haberlo visto en una de las fiestas del Orgullo, representando a media tarde en la plaza del Rey, algo así como un intento de espectáculo de danza contemporánea propio (supuestamente) que despertaba la absoluta indiferencia o, como máximo, la hilaridad de los presentes (aún recuerdo a alguien gritando en broma “¡otra!, ¡otra!, ¡arte, artista!”, mientras sus amigos le obligaban a callar, no fuera a ser que Velasco se lo tomara en serio y volviera a salir a la escena), pero la falta de talento no parece ser un impedimento para acabar encima de los escenarios, el mejor ejemplo de ello es el creador, director, coreógrafo… de la obra de esta crítica.

En cualquier caso, Velasco sólo sabe hacer una cosa, mover y remover sus asquerosas carnes bamboleantes, mientras el público siente entre asco y vergüenza ajena; soy absolutamente incapaz de entender su obsesión de mostrar con descarado exhibicionismo un cuerpo tan apartado de cualquier canon estético de cualquier época, pero como ya digo, toda la vergüenza propia que el no tiene, la obtiene ajena el público por partida doble.

Y todo lo anterior daría exactamente igual si aún fuera apto para la actuación o para el baile; pero para lo primero es totalmente incompetente, es insoportablemente gay, es evidente que no sabe actuar y sólo sabe hacer de si mismo (siempre los mismos gestos afeminados, una y otra vez, una y otra vez…); y por supuesto, tampoco es apto para la danza… en definitiva no puede hacer ninguna cosa que merezca la pena ver sobre un escenario, yo no me explico que pinta ahí y como no se da cuenta de ello; pero mucho me temo que, algún día terminará por entenderlo, y ese día será realmente terrible para él, le compadezco.

En definitiva, la opción teatral que ofrece la nave 2 del Matadero, realmente hace honor al nombre del lugar donde está siendo representada, pues es una matanza cruel y sin corazón, no sé si de las neuronas del espectador, del dinero público, del talento… etc; ahora entiendo porque Chevi Muraday está aquí, es todo un matarife de la cultura.

Para finalizar, no quiero dejar de alabar esa iniciativa que está teniendo el Español (muy digna de un teatro que pretenda llamarse público) de elaborar todo tipo de actividades sobre la obra, pues ahora, aparte de los tradicionales encuentros (que deberían hacerse más días), también se hacen seminarios y demás actividades sumamente interesantes (aunque lo serían realmente si estuvieran en concordancia con la calidad de lo representado en el escenario) que podrían convertir a este tradicional templo del arte dramático en todo un epicentro cultural; de momento, aún queda mucho para llegar a eso, pero no van por mal camino….


Archivado en: Teatro

Universo de A, ¡bajo asedio!

$
0
0

File:A Coruña. María Pita’s statue. Galicia (Spain).jpg

Como muchos seguidores y lectores de este blog sabrán, desde ayer ya no se puede comentar ni valorar en Universo de A, no es, naturalmente, porque yo haya sufrido un aneurisma y desee privar a los demás de la libertad de expresión que siempre he fomentado, y que yo siempre he ejercido, sino que, a mí me han privado de la mía.

Por si alguien cree que exagero, ruego que consulte las “críticas express de Los justos y En el desierto”, especialmente esta ultima, de la que han salido todos los ataques.

Por si alguien aún no se ha enterado, este blog ha sido sometido a un acoso deliberado provocado por una inmadura reacción hacia una mala crítica; de las que lógicamente, se debería aprender algo, pero eso requiere unas capacidades que determinadas personas jamás tendrán, o eso parecen haber demostrado, pues su comportamiento ha sido tan infantil como inapropiado; y más con un blog personal que está muy lejos de tener (o pretender) una gran difusión (de ahí lo desmedido e injustificable de estas reacciones), pero mi lealtad siempre ha estado, y estará, con el espectador medio que tiene que hacer su esfuerzo de tiempo y económico para conseguir una entrada (al igual que yo, es una cuestión de solidaridad básica, al igual que mi persona también busca referencias casi siempre antes de ir a cualquier espectáculo), y que no lo haga en algo que no merezca la pena, y una vez más, de ello he informado.

Hasta este momento he recibido insultos, amenazas, descalificaciones… etc (todos ellos guardados prudentemente por lo que pueda suceder), aunque, y esto es lo más gracioso, ni un sólo argumento en favor de la obra que pueda hacerme cambiar de opinión, o mi punto de vista… ¿por qué será?, ¡ah sí, porque no lo hay!.

Como crítico, siempre he querido ser absolutamente neutral y objetivo, y por eso nunca me fijo en las personas sino en los artistas (o aspirantes a ello, en este caso, no encontramos ninguno), y para nada deseo que de algún modo, mis percepciones personales puedan interferir en mi percepción artística (así, por ejemplo he dado grandes críticas a personas que no eran santo de mi devoción, quien lo hace bien, se le reconoce, sólo faltaría).

Pero en esta ocasión, debido a la situación extraordinaria de este acoso (no puede ser llamado de otra manera), rompo esta regla parcialmente, puesto que me interesa mucho difundir el tipo de personas que están detrás de un espectáculo que evidentemente es tan malo como las personas que lo protagonizan, aunque estas, desgraciadamente, lo son también en la vida real. Ruego por tanto, que todos pasen y vean, y se admiren de los comentarios que se pueden encontrar en la crítica mencionada, pues no tienen desperdicio, y que a continuación se pregunten ante que clase de personas se encuentran, los mismos que se dedican a decir que el ayuntamiento cierra teatros, ahora pretenden cerrar este blog, ¿irónico?, ¡sí!.

Pero yo he tenido una vida muy, pero que muy larga, y por tanto he vivido muchas cosas, por lo que, si algo he aprendido, es a no amedrentarme ante las dificultades, sino a crecerme, y aunque encuentren la manera de callar este blog, yo siempre encontraré la manera de expresar mi opinión, de un modo u otro.

Y todo esto, si uno lo piensa, tiene mucha gracia, porque pretendían ser las víctimas… ¡y me han convertido a mi en ello!.

Sea como sea, nunca tantas visitas ni tanta influencia tuvo este blog, supongo que es el precio de la notoriedad, y la verdad, estoy dispuesto a aceptarlo. En el fondo, todo bloguero desea difusión, y todo crítico, poder e influencia… y yo los he conseguido en cuestión de horas (nunca te crees del todo como funciona la red hasta que lo compruebas por ti mismo), y este siempre será un hito histórico en Universo de A, incluso si es el último… ¡que emoción!, me siento como el Emperador del decadente imperio Bizantino ante el creciente poder otomano (voy a poner imágenes doradas en el blog para protegerlo también jajajaja); como Agustina de Aragón y el general Palafox ante los franceses… o mejor, como María Pita ante sir Francis Drake, y esta, si ganó el cerco frente a ese inmoral pirata llamado sir Francis Drake, obteniendo una justa y merecida victoria; y sino, pues como el monte Medulio o Numancia, ¡antes muertos que vencidos!; pero hay algo que sí tengo claro, por más vueltas que den alrededor de las murallas, como si esto fuera Jericó, las murallas no van a caer.

Y es que (y esto ya parece una arenga a los soldados), aquí ya no está en juego una opinión, una valoración de un espectáculo, aquí están en juego la libertad de expresión y la de información, derechos sagrados y democráticos contra los que han intentado atentar deliberadamente en este blog, y no sólo el mío, sino el de todos al obligarme a privar a todo el que pase por aquí, de los comentarios y las valoraciones, usando por tanto unas formas totalmente dignas de un sistema totalitario.

Quizás, con el tiempo, podamos restaurar la situación habitual en Universo de A, pero mientras la intolerancia campe a sus anchas, mucho me temo que será imposible (de modo que estaremos sin “feedback” o retroalimentación durante tiempo indefinido), pido disculpas por ello, pero combrobaréis leyendo los comentarios que no es culpa mía.

En lo que respecta al resto, Universo de A seguirá funcionando con completa normalidad, o al menos esa es mi intención, si de algún modo se trunca, ya se sabe quienes fueron los culpables de ese atentado contra la libre expresión.

Por ello, ¡adelante!, ¡resistamos el asedio!, triunfemos donde otros han fracasado (o han sido comprados), hagámoslo por la democracia, por la información, para que nadie nos pueda privar de nuestro tiempo y dinero ilegítimamente, pero sobre todo, y tal y como se decía en la ópera “Carmen”, por lo más embriagador, ¡la libertad, la libertad!.

Y por favor, no os olvidéis de ir a la crítica mencionada de “En el desierto” y leer con mucha atención todos los comentarios, que quedarán para siempre como un hecho histórico de este blog (o mientras este siga existiendo y yo conserve mi integridad física, que como leeréis, también ha sido amenazada por los pretendidos “artistas”).

File:Justinian mosaik ravenna.jpgFile:Siege constantinople bnf fr2691.jpg


Archivado en: A oficial

Críticas express: La hija del regimiento / Carmen

$
0
0

-La hija del regimiento: normalmente, en una crítica express, paso directamente al tema y si tengo algo que añadir cualquier cosa acerca de otras cuestiones, lo hago al final, pero es que el comportamiento que se ve en taquilla me parece tan intolerable, que bien merece ser un punto central de este artículo y su comienzo, para que sea algo ineludible al leerlo.

Ya no es la primera vez que hablo del mal ambiente que hay entre los trabajadores, y que rápidamente se traslada en la atención al público, pero es que cada vez es peor, y la situación ya clama al cielo. Yo no entiendo, soy absolutamente incapaz de comprender como se explica que en un teatro como este, tan de pretendidos altos vuelos, se permita un trato al cliente tan desmesuradamente malo y que los taquilleros se comporten como funcionarios en el peor sentido del término; me parece inaceptable.

Y cada vez peor, puesto que se ven unas cosas, a cada cual más inadmisible: les piden un programa, dicen que no hay, y cinco minutos después se lo dan a otra persona. Luego hay un movimiento de personal continuo, aunque nunca parece ser para beneficio del espectador, puesto que mientras los taquilleros veteranos se dedican a bostezar, y ver las horas pasar con cara de aburrimiento, dejan que los novatos lo hagan todo; por supuesto, estos no se enteran de nada, por no saber, no saben ni como hacer funcionar un datáfono, aunque eso no es lo peor ni de lejos… lo terrorífico es como ves que se lían con lo que van a vender, de modo que tanto podrían cobrarte un abono en platea como una entrada para la ópera en cine; y mientras, tú y tu bolsillo os echáis a temblar pensando en que, como el tipo titubeante se equivoque, la compra perfectamente te puede salir entre 6 y 600 euros, ¡sorpresa, a lo que salga!, ¡viva la ruleta de la fortuna! (aunque tú nunca vayas a ser el ganador de este tétrico juego).

Por supuesto, como al final acaban todos nerviosos, terminas recibiendo malas contestaciones debidas a su propia inutilidad e incompetencia inadmisible que, en el colmo de la poca profesionalidad, pagan con el cliente, haciendo gala de una antipatía escandalosa (aunque es peor cuando se ponen en plan falso). Y por supuesto, ni te molestes en hacer preguntas, como no se enteran de nada, o te mienten, o todo lo tienen que preguntar a otro que, frecuentemente, tiene aún menos idea, o peor, ninguna gana de contestar; mientras la costumbre comienza a hacer que ya ni te extrañes de un comportamiento tan increíble como inadmisible.

Y yo no dejo de preguntarme cómo es posible que pase esto, porque me parece absolutamente inconcebible, más en este teatro, y especialmente siendo público; pero en serio, de verdad, ¿tan díficil es encontrar gente competente, amable (o tan siquiera educada) e incluso ligeramente simpática?, ¿de verdad es tanto pedir, una exigencia tan desmesurada?, ¿realmente es una misión imposible encontrar gente apta de cara al público? (cosa en la que este teatro fracasa de la manera más miserable desde hace años, a que va a resultar que no fue sólo Mortier el que redujo la compra de los abonos). Me parece una situación vergonzosa que clama al cielo, muy especialmente cuando, y más tal y como están las cosas, estoy seguro de que habría cientos de personas que harían felizmente ese trabajo, encantadas de la vida, de la mejor manera, y que, sin embargo, están injustamente desempleadas; probablemente a vosotros se os ocurran algunas, porque a mí también, lo que hace que te sientas especialmente indignado. Teniendo en cuenta eso, esta penosa situación me parece especialmente intolerable, y soy absolutamente incapaz de entender como no se le pone solución.

Sin mencionar que hay algo que no se está organizando bien, porque no se concibe el como antes nunca había sitios libres en ningún sitio, y ahora, a pesar de que te dicen que no hay tal butaca, luego la ves vacía, a mí me resulta absurdo y no soy capaz de comprender el como puede haber tan mala organización, que hayamos pasado de que haya lleno absoluto continuamente, a que no se vendan entradas por pura ineficacia. Lo dicho, yo no lo entiendo, ni creo que lo entienda jamás.

Y ya no mencionemos a los acomodadores, que ni están ni se les espera, una misteriosa presencia que sólo aparece cuando ya no hacen falta; no sé si es falta de personal o pura incompetencia, en cualquier caso, es un fallo.

Pero en fin, vamos a hablar de ópera, que de eso va una crítica.

Y el Real sigue con sus especial aficcion por Donizetti (para gusto de los aficcionados de la ópera, todo hay que decirlo), tras su triunfal “Don Pasquale” (que para mí, y otros muchos, sigue siendo una de las más insuperables óperas de este compositor representadas en este teatro) y “El elixir de amor” de las pasadas temporadas, ahora también nos llega otra ópera conocida: “La hija del regimiento”.

Pero no nos dejemos embaucar, a pesar de lo que digan algunos críticos (quizás autoengañándose), esta ópera es puramente propagandística (a todo esto, es increíble la cantidad de veces que en el teatro de entretenimiento esto se ha hecho con ese fin, ya he citado muchas veces el ejemplo del cine musical -y no faltan ejemplos recientes-, pero hasta en ópera se puede encontrar ese tema si lo piensas un poco) y una adulación descarada al pueblo francés, claramente buscada por Donizetti para ganarse definitivamente su favor; y es que, no hace falta repasar la historia de esta ópera y su uso patriótico para darse cuenta de que no es un mito creado a posteriori, está muy pensada para convertirse en un himno, aún llegaré más lejos, es de los pocos casos que he visto en los que la música sea incluso más elocuente que el libreto; pero ya hablaremos más detenidamente de eso.

Sin embargo, a mí el texto me ha gustado mucho, es más, no dejé de pensar que sería un buen argumento para una película aún quitándole la música (y quien me lea con cierta frecuencia, sabe que suelo pensar al revés); es una historia con un personaje protagonista simpático, una comedia de enredos muy bien explicada, diseñada y trazada, algo que no siempre nos encontramos en la ópera; aunque quizás, debamos mucho a la especial adaptación que han hecho para esta ocasión, puesto que, queriendo como querían, representarla como opera comique (es decir, parte diálogo, parte cantada), han adaptado buena parte de los diálogos, sin embargo, hay que admitir que les ha quedado muy bien escrito. Sin duda me hubiera gustado mucho ver el original con sus parrafadas, pero he de reconocer que, como ya digo, la adaptación es muy grata y muy cercana para el público de hoy. No obstante, no sobra decir que hay mucho franco-chovinismo, y un permanente rintintín militarista hasta decir basta, quedáis advertidos, y quien avisa….

Por cierto, esto de las versiones de ópera hablada se está poniendo muy de moda últimamente en Madrid, como también se puede comprobar en el Teatro de la Zarzuela y su particular versión de “Carmen” (a todo esto, parece que Real y Zarzuela se intercambian los papeles… uno ya no sabe ni a que atenerse cuando va al teatro, ¡que descontrol! jajaja).

En cuanto a la música, la verdad, salvando ciertas arias y momentos varios de lucimiento de los cantantes (aunque de momentos colectivos, hay que destacar especialmente el muy brillantísimo final de acto o el precioso trío hacia el final, muy bufo), en general, la ópera parece un concierto militar; de hecho, tal y como oímos tocar a nuestras bandas del ejército fantasías zarzuelísticas (debido a su profundo arraigo popular y su esencia española por excelencia), no me extrañaría nada que en Francia sus músicos tocaran “La hija del regimiento” como parte del repertorio; es más, sorprende, y mucho, como la música es incluso más exaltada, más patriotera que el propio libreto, con una altisonancia tremenda que, dependiendo si te gusta ese tipo de música, podrá agradar más o menos.

En lo que respecta a esta producción en concreto, bueno,  aunque supuestamente querían evitar el chovinismo nombrado, como buenos franceses, acaban sucumbiendo al tema inevitablemente. Trasladar la historia a la primera guerra guerra mundial no tiene mucho sentido, pero no choca mucho porque como es de época… pues para la gente es medianamente admisible (si hubieran visto formas geométricas extrañas, rápidamente se hubieran oído abucheos).

Sin embargo, se pueden dar bastantes elogios a la dirección de escena, pero muy especialmente a la bella escenografía: tan simbólica, estética y espectacular, un auténtico deleite para la vista (algo que llevabamos bastante tiempo sin poder mencionar en el Real, todo sea dicho)… lo cual parece deberse muy especialmente a algo que comentaremos luego… cuando abordemos el tema de los habituales comadreos del teatro.

En cuanto a los cantantes, dadas las características de la ópera (la media parte hablada) esto exigía que fuesen especialmente buenos actores (algo que en el Teatro de la Zarzuela estamos muy acostumbrados a ver, por suerte y que en el Real se había descuidado demasiado), y, aunque no son ninguna genialidad interpretativa en general, salen muy airosos y consiguen resultar verosímiles

A mi me tocó el día de los “sustitutos” (es que últimamente tengo tanto que hacer que no me da ni tiempo de ver lo que compro, luego claro, me llevo unas sorpresas que vaya), pero eso, aunque en principio pueda no agradar (a todos nos encanta ver a los divos), a menudo puede acabar resultando una sorpresa más que positiva; la razón es obvia, un cantante consagrado no tiene porque esforzarse demasiado, ya no tiene la ilusión del querer salir adelante en el escenario; en cambio uno que no, aquel que aún se está haciendo su carrera y no tiene muchos días para demostrar su talento, además de estar a la sombra de otro, quiere aprovechar su gran oportunidad para lucirse, realmente quiere cantar, con lo que, en estas ocasiones en las que uno ve a los “sustitutos”, puede encontrar voces realmente buenas e inesperadas, descubrir tesoros y promesas que en ningún caso imaginaba que descubriría.

Y tuve la suerte de que sucediera cuando el tenor Antonino Siragusa me llamó la atención por su potente, pura y melodiosa voz que me dejó completamente fascinado; y no fuí el único, los aplausos del final lo demostraron. Aunque quizás la que más ovaciones se llevó fue la soprano Desireé Rancatore, que a mí no me impactó, me resultó correcta, con técnica, pero sin personalidad.

Aunque a nivel interpretativo, quien me acabó fascinando fue Rebecca de Pont Davies, en el papel de la Marquesa de Berkenfield, la cual, hace algo tan curioso como que mantiene durante toda la función sus espectaculares ojos azules abiertos, casi sin pestañear, como si fuesen grandiosos faros, devorando totalmente la atención por la antinaturalidad de una pose que cautiva. La verdad es que llegué a pensar que era así, pero cuando salió a saludar ya tenía una pose normal (y párpados, algo que llegue a dudar), de lo que se deduce, una de dos: o que al cantar se le tensa la cara de esa manera (sobran cantantes -lo cual, por lo general suele deberse a una mala técnica y costumbre- a los que el rostro les adopta gestos espantosos e incluso desagradables al cantar debido a la tensión muscular que les genera) o que buscaba una brillante interpretación en la que hacer ver como la Marquesa era un ser desafasado, trasnochado, autodestruído debido a la degeneración de una endogamia familiar secular… como no he podido preguntárselo, me quedo con la duda.

No se puede dejar de hablar del reparto artístico sin mencionar a la imponente Ángela Molina, y digo imponente, porque, ¡que cuerpazo!, embutida en un espectacular vestido de época que, sin embargo, resaltaba de una manera increíble su talle de sílfide, uno no podía dejar de pensar en lo increíblemente bien que está a su edad y lo envidiable que es que haya conseguido mantenerse tan asombrosamente estupenda.

Por otro lado, su aparición en esta producción es puramente oportunista, supongo que para ambas partes: para ella, porque le da la oportunidad de incluír en su dilatada carrera el honor de haber actuado en el Real; y para el teatro, porque saben que un nombre famoso llama mucho, vende entradas y más cuando es consolidado, con lo que aumenta la curiosidad y el morbo acerca de como lo hará; práctica de la que sabe mucho la Compañía nacional de teatro clásico en sus montajes del Teatro Pavón; aunque en este último caso, siendo teatro hablado, es más posible que salgan bien parados (para eso son actores, aunque cuidado, demasiados casos hemos visto de intérpretes cinematográficos o televisivos que son incapaces de imponerse en un escenario en directo). Sin embargo, una ópera es una ópera (o tienes la voz, o no la tienes, no hay más), y lo cierto es que ya vimos un intento muy arriesgado en ese aspecto hace unos años por parte del Teatro de la Zarzuela con Loles León (que yo diría que no llegó a buen puerto, al menos a nivel de canto). Por otro lado, no sobra recordar que el Real también contó con otra gran figura como Nuria Espert en su espléndida “Ainadamar” de hace pocas temporadas, aunque aquello era la época Mortier en la que todo y más podía pasar (sin mencionar que el papel de Espert fue totalmente hablado, era un personaje desdoblado, en una de esas ultramodernidades tan del gusto del anterior director artístico de este teatro).

Pero volviendo al tema, hay que decir que, a pesar de que Ángela Molina tiene un papel de figurante, de colaboración especial (que sin embargo disfrutamos en todas las funciones, uno no deja de pensar lo pesado que será para ella ir todos los días al Real para no más de quince minutos de papel), Molina sale muy bien parada, se impone en escena y está muy bien preparada para el teatro, y es que la veteranía siempre es un grado.

También nos encontramos en el reparto con un viejo amigo, Isaac Galán, que últimamente no parece salir de este teatro… lo que nos hace preguntarnos el porqué de tanta y tan gran preferencia, aunque sea en pequeños papeles.

Algo parecido se puede decir de un coro extrañamente interracial que, en algunas óperas debido a eso no pega ni con cola, y más cuando determinadas coristas se empeñan en buscar desesperadamente el protagonismo (a la gruesa mujer negra se le ha unido otra asiática que no parece estar dispuesta a que nadie le haga sombra, se prevé un poderoso y gran enfrentamiento en el coro; que vaya temblando Máspero, si es que no es él quien lo está fomentando). Sin embargo hay que reconocer que las voces suenan bien.

Sólo falta hablar del director de orquesta “sustituto”, Tingaud, que, a pesar de ser muy bueno y conseguir llevar la ópera muy bien y perfectamente coordinada, es un joven ansioso de protagonismo, nunca jamás en toda mi vida he visto a ningún director de orquesta aprovechar tanto la más mínima ocasión para levantar a los músicos y hacer reverencias, resultaría algo casi cómico, si no fuera porque interrumpía el desarrollo del espectáculo.

Al final todo se saldó con múltiples aplausos que también hubo durante la función… pero, ¡eh!, ¡quietos, parados!; también es cierto que el público de ese día no parecía el habitual (por algo era el día de los sustitutos;es más, después reconocí a algunos de los asistentes cuando entraban en el metro), y quizás eso redundó en una mayor vehemencia y facilidad para el aplauso, algo que por otra parte hasta cierto punto está bien, puesto que hay demasiado falso exigente (siempre parecerá que tienes más clase cuanto menos impresionable seas), y ya decía Cocteau, en una frase aplicable a cualquier época, que vivimos en una época en la que parece más sencillo parecer inteligente haciendo una crítica que otorgando un elogio.

En definitiva, “La hija del regimiento” es aceptable pero en ningún caso genial, y, en cualquier caso, muy para gustos, según lo que he comentado, vosotros sabréis.

Y ahora hablemos de los cotilleos del teatro, que es algo que a todos nos encanta, para que vamos a mentir.

¡Ay, señor Joan Matabosch!, nunca hubieramos imaginado que Mortier tenía tantísima razón cuando dijo que esta sería una gestión distinta, aunque contara con su aprobación… ¡y tan diferente!; de momento, ya se está procediendo, sin prisa pero sin pausa, a la reespañolización del teatro que tanto desagradaba a monsieur Mortier; así, vuelven los nombres de las óperas en español (en la anterior etapa, se ponían en su versión original, y de hecho lo confirmaréis en mis críticas, puesto que yo, siguiendo la estela de lo oficial, hice lo mismo a la hora de titularlas) y este idioma vuelve a imponerse en todo; tal vez sería tarde para reimprimir los programas, pero podemos garantizar que el castellano terminará por imponerse nuevamente en el Real, algo que, la verdad es que yo apruebo.

Pero estas cosas superficiales no son las únicas, ahora que Matabosch ya no tiene a un inoportuno y potencialmente molesto “asesor artístico” (si es que ya lo dice el dicho, “el mejor autor es el autor muerto”), puede dedicarse a contentar a los que echaban humo con el anterior director artístico; y los cambios están resultando drásticos, se han acabado los ultramodernismos, y parece que vuelven las cuidadas escenografías y vestuario clásicos; además de cantantes que llevaban años desterrados del Real, y ¡sí, españoles!, a los que tanto asco les tenía Mortier… y no son los únicos, el británico Ivor Bolton puede agarrarse bien a su contrato, pues si Pedro Halffter no consiguió hacerse con la dirección musical del teatro, como tanto insistió el ministro Wert; otro español, Pablo Heras-Casado, se hace con el puesto de “principal director musical invitado”, y parece que se hará cargo de las óperas más modernas… de momento. La cuestión es que ya ha puesto un pie dentro del foso de la orquesta, y seguro que no tardaremos en verle poner el segundo; aunque cuidado, que aquí todos sabemos que el público del Real no traga con cualquier cosa y no tiene ningún reparo en expresarlo (pero seguro que el ser español le da un especial punto a su favor).

Y por supuesto la notable aparición de estrellas conocidas para asegurar una mayor afluencia de público e incluso prestigio, en el caso de esta crítica, Ángela Molina, pero también llegaremos a ver a Carmen Maura en un futuro próximo.

Sin embargo, no os creáis que la gestión de Matabosch destaca exclusivamente por su vuelta a lo clásico o por su afán de contentar a los airados asistentes a este teatro… de hecho, parece que se prepara un nuevo escándalo. No sé si alguien se habrá fijado, pero todas las óperas vistas en esta temporada parecen tener en común algo: ser revolucionarias, en el sentido de ir contra una clase pujante, conservadora o aristocrática, umm, ¿está el señor Matabosch queriendo decirnos algo o sólo recibe la envenenada herencia de un Mortier rabioso?, ¿será apreciado este gusto por la revolución social, que se está expresando en los escenarios del Real, por parte de un público mayoritariamente conservador, y que fácilmente se puede sentir reflejado en el hecho de convertirse en los perjudicados por esas ideas revoltosas?… parece que el nuevo director artístico no está dispuesto a que desaparezcan los escándalos que caracterizan a un teatro donde hay más drama fuera de escena que dentro (¡y estamos hablando de un lugar donde se representa ópera!).

Pero no es el único sitio dónde trasciende el gusto revolucionario, pues el conferenciante, José Luis Téllez, está empezando a excederse en el terreno de las opiniones y los comentarios personales, a mí, de momento, no me importa (incluso comparto lo que dice y su defensa del teatro público frente a la privatización que, para nada garantiza necesariamente la mejora de ningún servicio, pretendan lo que pretendan vendernos ciertas personas), pero va por un camino muy arriesgado que quizás no tenga vuelta, precisamente porque no es una persona que posea ni la gracia ni el carisma para arreglar una potencial situación violenta.

Por otro lado, y aunque ha mejorado mucho a nivel oratorio (aún recuerdo sus comienzos, ¡que tiempos maravillosos aquellos en los salones de Felipe V!, dónde no había que volverse locos para volver a las butacas en tiempo record y con los nervios desquiciados ante el terror de que te cerraran la puerta) y también ha rebajado claramente la especialización (siendo especialmente hábil en esto, pues mantiene el hablar de muchos y muy diversos temas, profundizando sólo lo necesario, pero de un modo muy accesible); lo cierto es que está tendiendo demasiado a abreviar sus interesantes conferencias, pues si bien es verdad que estas deberían de acabar entre quince y veinte minutos antes del comienzo de la representación, también es cierto que podrían empezar antes de y media (aunque dando aviso de ello, que si no luego llegamos todos tarde), y de ese modo nos beneficiaría a todos, porque siempre es muy interesante escucharle e invariablemente se aprende algo; siendo junto con, los muy elogiados por este blog, programas de mano, una de esas cosas que realmente legitiman al teatro público, que sabe cumplir con su misión didáctica e informativa, tema en el cual, el Real es el adalid indiscutible de la capital (y probablemente de España), el ejemplo a  seguir, el modelo por excelencia del teatro público, cuestión que yo, nunca he dejado de elogiar en Universo de A.

También alabar el que abrieran el balcón, a pesar de ser noviembre, el tiempo está tan agradable, y resulta tan bonito salir afuera y ver las espléndidas vistas en tan buen ambiente….

SPOILER: como curiosidad para terminar, decir que el director de escena llegó a pensar en cambiar el final feliz de la ópera haciendo que una bomba explotase al término de la ópera y los matase a todos, sin duda sería impactante, pero no estoy muy seguro de si las reacciones serían buenas; personalmente, me hubiera gustado ver las dos versiones.

-Carmen: “Carmen” es una de mis óperas favoritas, y además tiene un especial componente sentimental, porque es una de las primeras que escuché y que consolidaron mi aficción por el género lírico (prueba de todo ello es que en mi sección de Citas refranes y dichos, pongo como ejemplo algunas frases del libreto como definición por excelencia de la libertad, algo a lo que, por cierto, últimamente ha habido que aludir en este blog, como cualquier seguidor de Universo de A sabe); por ello, lógicamente, se merecería una gran crítica en la que hablase ampliamente de ella y de todo lo que rodeó su creación, cosas como: la supuesta historia real, contada por la española Emperatriz de Francia, Eugenia de Montijo a Prosper Mérimée que la novelaría; el curioso hecho de que Bizet no pusiera un pie en la piel de toro y dejara todo el tipismo a su imaginación; las dificultades para llevarla a cabo tanto en Francia como su posterior y polémico estreno en España… etc. Pero la infamia que se representa en el Teatro de la Zarzuela no se lo merece, y me niego a manchar el nombre de esta insigne ópera con una producción que no sólo no está a la altura, sino que incluso calificaría de indignante. Y ya no es la primera vez que me pasa en este teatro, tuve que hacer lo mismo precisamente con “La verbena de la paloma” que, curiosamente, también estrenó temporada el año pasado.

Y no será porque no fuera advertido, ya estuve en la conferencia previa, para ver si me decidía a ir a un montaje que no me acababa de convencer… ¿versión zarzuelera de “Carmen”?, ¡uy, que miedo!. Y aunque la conferenciante no me persuadió en absoluto, la curiosidad acabó pudiendo conmigo, y tuve que acabar viéndola.

Aunque la verdad, acerca de la conferencia (y desviándose un poco del tema), la ponente no me convenció en absoluto, pero bueno, ni a mi ni a nadie, de hecho el momentazo fue cuando una señora, en medio de la charla, interrumpió a la oradora y dijo “perdona, pero eso no es así”, la ponente no podía dar crédito a semejante situación (su cara era un poema), y a una actitud que la cuestionaba tan deliverada y desafiantemente; total, que se pusieron a discutir, y la oradora, para tratar de cortar el tema, y demostrando una clara falta de argumentos y conocimientos profundos sobre el tema del que estaba hablando (y sobre la producción que se estrenaría en el teatro), acabó diciendo que ella hablaba de lo que le habían contado cantantes; la señora dijo que habría que verlo in situ con la partitura, pero que no la convencía en absoluto, ¡menuda escena!; y no conforme con eso, al final de la conferencia se fue refunfuñando con otra amiga acerca de que a ella que no le dijeran algo que no era porque no… si es que en Madrid no comulgamos con ruedas de molino; es que la gente se cree que va a dar una conferencia ante un público de jubiletas ignorantes que no han salido de su barrio o de su pueblo, que van a tragar con lo que sea, y luego se encuentran con que hay mucho sabiondo suelto dispuesto a que las cosas estén claras y el chocolate espeso (a todo esto, debería de aplicarme el cuento jajajaja).

Y hablando de tragar con cosas invendibles, ¿alguien me quiere explicar que pinta como director del Teatro de la Zarzuela un italiano (Paolo Pinamonti)?, es que tiene tanto sentido como si el Ballet del Mariinsky lo rigiera un estadounidense, bueno, en realidad menos; ¿cómo es posible, que el templo del género español por excelencia lo dirija un extranjero, y más en los tiempos que vivimos? (y encima uno que no tiene ni idea de zarzuela, sólo hay que conocer algunas de sus declaraciones), ¿de verdad pretenden que nos creamos que no hay ningún nacional capaz de dirigirlo?, ¡venga por favor, es tan indignante como absurdo!. Ya ves, ahora que nos habíamos deshecho del belga antiespañol del Real (dónde sí era lógico y admisible que hubiera un extranjero, por lo que se representa -que también es mayoritaria e históricamente de procedencia foránea, y por tanto es perfectamente coherente-, y porque el talento no entiende de nacionalidades… hasta que entra la crisis en juego, claro); tenemos a otro que es incapaz de justificar con su trabajo su permanencia en el cargo, de hecho, lo único que considero que ha hecho bien es esas alianzas con otras instituciones culturales, y ese tender puentes, porque el resto está siendo desastroso (y al fin y al cabo es lo que más importa, porque por eso pagamos); pero no nos extendamos más en el tema, puesto que rápidamente se pone uno a pensar en las listas de desempleados, la alta tasa de paro, y se te revuelve el estómago.

Pero hablemos de la obra en sí, a la que se empeñan en llamar versión zarzuelística cuando no lo es para nada, es una ópera comique, una ópera tal cual sólo que sin todo lo cantado. Cosa que por cierto, se está poniendo demasiado de moda últimamente (ver crítica de arriba), y la verdad no lo termino de apreciar en absoluto, aunque se aporta alguna otra información valiosa, por lo general, no ganas tanto como pierdes. Definitivamente prefiero las versiones italianas, las integramente cantadas, pues a pesar de la “obligación”, los compositores daban igualmente muestras de gran maestría.

Así que, en lo que a esta producción respecta, de zarzuela olvidense, es una versión “light” de la ópera, aunque ese no es el único engaño publicitario. También dicen que es la misma que se estrenó en el teatro en donde se representa por primera vez; mentira, básicamente porque se debutó en Barcelona, y la versión que vemos tiene más que ver con la que se hizo posteriormente que con el libreto original usado en el de la Zarzuela por primera vez… pero vamos a dejar las menudencias y la falsa publicidad que ha rodeado constantemente a esta producción, porque si eso fuera lo peor… bien estaríamos.

El libreto en español es algo abyecto e innombrable, y eso que es una revisión moderna de todas las versiones hispánicas, tratando de coger lo mejor de cada una e incluso incorporando y mejorando cosas propias contemporáneas… pero llega a resultar ridículo, algunos versos son para empezar a reírse y no parar el resto de la función. Tal vez, alguien pudiera argumentar que lo que pasa es que estamos demasiado acostumbrados a la versión original francesa, pero ante eso, yo digo que (y creo que he hablado de este tema más de una vez en Universo de A) yo siempre he sido un gran partidario del doblaje (bastante industria extranjera devora nuestras carteleras -aunque no es de extrañar, tal y como está la nacional-, sin que le saquemos alguna rentabilidad), y que siempre me han parecido bien, y he aprobado, las traducciones de los musicales en teatro (cosa que no falta gente que critique); por lo cual no se puede decir que yo sea un purista de la versión original… pero lo de esta versión es algo espantoso, sin mencionar que hasta los cantantes son traicionados por el original francés, pues debido a la mala traducción y fatal adaptación de la ópera (que yo comprendo, extremadamente difícil, la música lírica es sumamente compleja… ¡pero si no se puede, mejor usar el original antes que hacer un desastre, por favor!), así, cambian la acentuación de las palabras continuamente, incluso peor, no llegaremos a escuchar, en toda la función, una sóla vez el nombre “Carmen” pronunciado a la española, sino a la francesa “Carmén”. Quizás la única alabanza que se puede dar al libreto, es que hace algunos cambios localistas, como el de renombrar a “Lilas Pastia” (¡a saber de donde salió ese nombre!) como “Curro Flores”. En cualquier caso, el resultado final analizando el libreto en su conjunto es que, cualquier parecido con el original es pura coincidencia, aún llegaré más lejos (y aunque los hechos contradigan lo que voy a decir), da la impresión de que lo han escrito así para evitar pagar derechos de autor, porque, aunque se sigue la línea de la historia que se quiere contar (sólo faltaría), los diálogos son una reinvención tan fascinante como patética del original. Horroroso.

Como afortunadamente la mayoría nos sabemos el argumento, pues decidímos pasar de los ignominiosos diálogos y centrarnos en el resto de las cosas positivas de la producción… desgraciadamente, apenas las hay.

Una de esas pocas es Yi-Chen Lin, que aunque dirige igual que los niños cuando juegan a ser director de orquesta, no le da mal resultado, aunque tampoco es nada brillante, simplemente mantiene un nivel mínimo (pero la salva su escasa vinculación cultural con el tema, al fin y al cabo, ya la RABSAF el año pasado nos enseñó el como la reinterpretación oriental de los temas de occidente podía ser de lo más interesante); aunque quizás se deba a mi impresión de que la orquesta me pareció escasa, a mi me suena haber oído “Carmenes” más sonoras.

Y ahí se acaba lo bueno, a continuación comienza el desastre completo, hasta tal punto que puedo asegurar que, por momentos, olvidaba que estaba en un teatro público de pago, y en el más representativo de un género de todo el país, y me parecía que estaba viendo una función gratuíta dentro de un centro cultural, o incluso una representación de instituto de fin de curso. Juro que hubo momentos en los que sentí auténtica vergüenza propia y ajena; por poner un ejemplo: el momento en que se simula que el teatro es una plaza de toros (uno de los momentos más famosos de la ópera, especialmente a nivel musical) que en esta versión se escenificaba con los coristas con monteras haciendo de saltimbanquis por el medio del patio de butacas… todo lo cual culmina con la llegada de Carmen y Escamillo, como si fuesen Paquirri y la Pantoja posando para las revistas del corazón, con sombrero y gafas de sol incluídas por parte de ella. Es un momento muy triste… y no creo que se deba a la falta de medios, sino de talento.

Ello tiene que ver casi totalmente con la nefasta dirección de escena de Ana Zamora (la cual, como no, a juego con el director de la institución, ni tiene experiencia ni conocimientos sobre zarzuela… en serio, ¿pero quien elige a esta gente?, si vas a escoger a alguien que no tenga ni idea, ¡al menos que tenga talento, por favor!) que resulta tan pedante, engreída y redicha como falta de talento, gracia o agudeza. Esta mujer se ha debido de creer que los demás somos tontos, y que con poner citas en griego sacadas del libro original, o de mujeres ilustres, previas al comienzo de los actos la gente se lo va a tragar, pues va a ser que no. Su intento de ver al personaje desde un punto de vista feminista o de mujer adelantada a su tiempo es una ridiculez, de hecho, la razón por la que Carmen es tan fascinante, es precisamente porque es puro instinto, no es racional sino pasional, y el propio personaje, si existiera, rechazaría todas esas ideas de cabezas de estudiosos (raza odiosa, como decía cierto autor) a los que les ha hervido la cabeza de tanto pensar, así que sólo dicen tonterías.

Pues bien, con tanta presunción como poco talento, nos encontramos a una mujer incapaz de dirigir bien, ni a los actores, ni al coro, o siquiera de hacer una escenografía que valga la pena ver durante casi cuatro horas (y el pobre elenco subiendo y bajando todo el rato por la dichosa escalerita que domina el escenario… que insoportable pesadilla de lo predecible), esto ya sin mencionar el vestuario (parte de él, evidente reciclaje de producciones anteriores), a juego con el resto; todo lo cual, no se diferencia mucho de obras que he visto en centros culturales o institutos. Todo esto no implica que el pretencioso e intelectualoide mensaje que pretende transmitir no se capte, pero como ya digo, la forma de comunicarlo está tan mal hecha que da igual; puesto que, cualquier visión, por buena que sea, no sirve de nada si no se sabe llevar a cabo correctamente.

Y es que lo peor de esta producción es que no parece profesional, si me hubieran llevado a ciegas sin saber de que va el tema, estoy seguro de que hubiera pensado que es un montaje amateur; juro que acabas indignado y con ganas de reclamar ante una tomadura de pelo tan alevosa y osada.

En cuanto a los intérpretes, casi ninguno es adecuado para su papel porque todos son demasiado viejos (incluído el coro, a veces la situación da risa, sobre todo cuando hablan de las bellas cigarreras, y descienden las que descienden; o los bandoleros que en vez de ir a pasar contrabando parece que van a ir a pedir la jubilación…), y la pasión es para los jóvenes (¿de verdad también pretenden hacerme creer que no hay nuevas promesas capaces de llevar a cabo esos papeles?); esto no importaría si las interpretaciones fueran buenas, pero todos, sin excepción, son malísimos actores (destacando especialmente a José Ferrero en el papel de don José, que es incapaz de decir una frase con verosimilitud -aunque quizás podamos excluir de esto a José Vicente Ramos en el papel de Curro Flores, no digo que sea una genialidad interpretativa, pero al menos lo que hace le va al personaje-; aunque todo esto, afortunadamente, es excepcional en este teatro); todos hacen lo mismo: o no saben que hacer con las manos, o las ponen en bandeja estirándolas a más no poder cuando su canto se pone especialmente dramático.

Parecía que se salvarían de la quema María José Montiel o Sabina Puértolas, pero tampoco. La primera consigue salir muy adelante con su papel de Carmen, a pesar de su edad, en contraposición con la juventud de la segunda, que interpreta a Micaela; lo cierto es que Montiel es muy atractiva (que no guapa, son cosas muy distintas) tiene carisma, resulta seductora y sensual, excita, te la crees como Carmen… hasta que vienen los momentos dramáticos del personaje, y todo se cae cual baraja de naipes.

Por fortuna, cantan bien (sólo faltaría, algo bueno tenían que hacer), pero no te encuentras ninguna joya excepcional, sólo algo pasable.

En definitiva, la única virtud de esta mediocre producción es la música de Bizet, que encima, ni siquiera está completa, y que parecen tratar de hundir por todos los medios. Así pues, dado que ese único mérito no es precisamente de este montaje; pues bueno, no creo que haya mucho más que decir.

Y mejor no hablar de la vergonzosa actuación de esta institución como entidad pública, al darnos ese espantoso programa de mano, que los he visto mejores en teatros privados (irónicamente, si uno quiere conseguir algo parecido, deberá ir al Museo Thyssen, donde el increíblemente buen folleto de la exposición hará un buen papel a ese nivel… y lo más punzante, ya no es sólo que se pueda conseguir buena información de mano gratis -pues la exposición lo es-, en vez de pagando la entrada del teatro -donde nos dan esa cutrez de hoja con la ficha artística y  técnica-; sino que encima, ¡el director del Teatro de la Zarzuela también escribe un texto en el completísimo folleto de la exposición!, de verdad, lo nunca visto y oído); o no ofrecer ningún otro tipo de prestación adiccional (como las exposiciones que hacían en el ambigú o aquellas maravillosas conferencias con piano…). Realmente esto y todo lo anteriormente comentado, son el tipo de cosas que cuestionan la utilidad de un teatro público, y en estos tiempos, eso es muy pero que muy peligroso

Para finalizar, decir que el Museo Thyssen se ha volcado bastante más con el tema de lo que lo hizo anteriormente la RABASF (Real academia de bellas artes de san Fernando, el anterior colaborador) en lo de la cooperación cultural con el Teatro de la Zarzuela; pequeña exposición y ciclo de cine sobre Carmen, nada menos.


Archivado en: Teatro

¡Victoria, victoria! o el martirio y triunfo de Universo de A

$
0
0

¡Triunfo apoteósico!, ¡Universo de A ha resistido, Universo de A ha vencido!.

¡La historia ha cambiado!: ¡Constantinopla no ha caído, Zaragoza no se rinde ante el asedio de las tropas napoleónicas, los castros del Monte Medulio y de Numancia resisten a pesar del poder de Roma, y las murallas de Jericó tampoco caen! (tranquilos, no he perdido la poca cabeza que me quedaba, para quienes no sepan de que va el tema, pueden recordarlo aquí), y a la vez confirmamos la historia, pues ni Coruña, y su valerosa María Pita, se entregan ante el pirata Drake.

Me explico, finalmente, y después de que las escasas butacas ocupadas de la Nave 2 del Matadero se fueran desalojando cual estampida (este público evidentemente no leyó la crítica y comentarios de este blog respecto al tema) en la última representación de la inefable “En el desierto”, se confirmaba la victoria de Universo de A, que había conseguido, y con auténticos records de visitas, mantener hasta el último momento su opinión en la web, a pesar de lo mucho que habían hecho para impedir que esto sucediera; pero este fin último no ha tenido lugar, las representaciones de esta infausta producción han terminado (porque era un teatro público, si hubieran dependido de lo privado, no habrían estado ni la mitad del tiempo), pero Universo de A sigue aquí, brillante, triunfante, invicto… y seguirá, por si alguien tiene la insesatez de permitir que salgan de gira (como hacen otras tantas producciones del Español), para que en toda España conozcan lo que deben saber sobre esta compañía y sus componentes.

Así pues, hoy es el día de la gloria, a pesar de las amenazas, los insultos, las coacciones… etc, Universo de A se lleva la palma de la victoria y sigue ahí, mientras ellos terminan, Universo de A permanece, y es que se ha producido el martirio y triunfo final de Universo de A, ¡que el mal perezca y el bien prevalezca!.

Pero bueno, será mejor que expliquemos, para los que pasen esporádicamente por aquí, el significado de todas estas cuestiones y los titulares estrafalarios que últimamente, se están convirtiendo en una excesiva costumbre en este blog, pero es que la situación es tan absurda y desfasada que no cabe otra cosa que tomárselo con humor, cosas que te enseña la vida.

Bueno, para quien aún no se haya enterado, Universo de A, sufrió ataques contra su libertad de información y de expresión debido a una mala crítica dada a la producción de “En el desierto”, que produjo los ataques de los “artistos” (es que veréis, en alguno de mis círculos, cuando alguien tiene un título que no vale gran cosa, lo llama con socarronería, el “títalo”; y dado que las personas de las que hablo no pueden ser tildadas de “artistas” -y mucho menos sin las comillas-, pero de alguna manera habrá que calificarlos, pues los denominaremos de ahora en adelante como “los artistos”) producidos por una inmadurez digna de patio de colegio (sólo les ha faltado decir “profe, profe, es que Universo de A me ha llamado gordo”) todo lo cual provocó el “asedio de Universo de A”, y que este blog, que no había hecho nada parecido en casi ocho años de existencia, tuviera que privar a todos sus lectores de la retroalimentación y libertad de opinión característica de este sitio web (todos los detalles aquí); convirtiendo este asunto, en una situación histórica y sin precedentes.

Pero no os dejéis engañar por el título del artículo, pues el asedio, aún no ha terminado, a pesar de mis excesivas precauciones (¡he hecho que sea obligatorio registrarse en WordPress, y aún con eso los comentarios tienen que recibir mi aprobación antes de ver la luz!), aún me sigue llegando algún que otro comentario, aunque ya no de forma casi diaria (¡incluso de los que dijeron que nunca jamás volverían a este blog!, ¡pero nunca!), y el tema no deja de resultar muy gracioso, sobre todo porque mezclan el ruego con la amenaza y el insulto, lo cual lo mires como lo mires, es muy divertido (¡son comentarios fascinantemente bipolares, van por parrafos!: en uno se me pone verde y en el siguiente se apela a mi piedad, jajajaja!).

En fin, viendo todo este tema, no se puede dejar de citar a Tácito: “quien se enfada por las críticas, reconoce que las tenía merecidas”, vamos, lo que he dicho desde un principio, todo este asunto me ha dado más legitimidad y prestigio como crítico del que nunca hubiera imaginado ni buscado.

Aunque, de hecho, no creáis que no he pensado en publicar los mejores comentarios en un monográfico dedicado al señor Alberto Velasco (ya que está visto que el tema vende, si es que ya lo decía el empresario de “El fantasma de la ópera”: “al diablo Gluck y Haendel, ¡con escándalos el éxito llegó!”), en el que comentaría, con particular y afilado sarcasmo, su participación en todas las producciones en las que le he visto; e incluiría, al final, algunos de los comentarios de su círculo, corrigiendo sus faltas de ortografía y estilo, además del debido análisis con mi particular sentido de la sátira… uff, pero tengo tan poco tiempo, a lo mejor cuando me vuelvan a bajar las visitas; porque lo cierto es, y no deja de ser algo triste, que mucho me temo que una mala crítica vende más que una buena, así, mientras las “Críticas express: Los justos / En el desierto“, arrasaban en visitas y en ser compartidas en redes sociales, en cambio, “El loco de los balcones“, a la que le he dado la rara calificación en este blog de “obra maestra”, no conseguía ni la mitad del éxito de las primeras malas críticas mencionadas.

Además, si el señor Velasco está tan obcecado en que retire los comentarios a él referidos, bueno, siempre puede probar a escribir (que la escriba él pero que la corrija otro, por favor) una carta abierta de disculpa hacia mí y este blog, que sea publicada a modo de nota de prensa en todos los medios oficiales a su disposición, en la que dé la razón total a mi crítica, reniegue absolutamente de los proyectos en los que ha participado, y por supuesto, haga propósito de enmienda… así, a lo mejor, hasta consigue enternecer mi imperturbable corazón de crítico y espectador… ¡o no!; pero como eso no va a suceder, me despreocupo mucho, jajajaja. En cualquier caso, debe saber que ha conseguido (cosa que supongo que deseaba, pues este señor sabe tan bien como yo que no existe la mala publicidad) llamar mi atención, y que estaré pendiente, en lo posible, de él en un futuro, yo y mi afilada pluma, y que no olvide que cada vez que se suba a escena, puede haber unos ojos escrutadores mirando, pendientes de cada detalle y tomando nota cuidadosamente; y ya puede mandarme al Papa o a los cuatro jinetes del apocalípsis juntos para silenciarme, que siempre será un ameno entretenimiento y un acontecimiento para este blog (ya imagino próximos títulos: “Universo de A, a sangre y fuego contra los artistos”o “Universo de A en guerra, ¡guerra tremenda e inexorable!” jajajaja).

Y por más que se empeñe, mis comentarios no son personales, son cuestiones que afectan directamente al “espectáculo”, el haberle elegido a él y no a otro actor para ese “papel” (si es que se puede llamar así), ha condicionado parte del resultado final, pues sus características físicas son importantes (y hay cosas que resultan gratas de ver y otras que no, pues debo decir, que mis opiniones no siempre son sólo mías, sino de personas que me acompañan o que escucho hablar sobre el tema, y mi primer deber como crítico es informar al potencial espectador para que no vaya desprevenido ante cualquier cosa, y, como siempre, eso es lo que he hecho), y más en un espectáculo de danza; y ya no digamos sus “capacidades dramáticas”. Prueba perfecta de ello es que, en el caso de Chevi Muraday (a quien tampoco dejo precisamente bien y puedo decir, con total justicia, que es el que más palos se lleva en mi crítica) no cité características físicas como su evidente alopecia o su más bien poco afortunada dentadura, ¿por qué? pues porque ni tiene que ver, ni influye en el producto final (al igual que si hubiera interpretado a Narciso, a Apolo o a Eros, habría sido lo primero que hubiera destacado), en cambio las características físicas y psicológicas del señor Velasco sí. Y por cierto, al señor Muraday apenas le han salido defensores, ¿por qué será?; y lo que es más grave, a día de hoy, no ha aparecido nadie que consiga razonarme, con ningún tipo de argumento, la buena calidad de esta obra, yo ya sabía que era muy indefendible, pero tanto… ni los que participaron en ella creen en lo que han hecho, ¡menudo panorama!.

Por otra parte, tampoco puedo retirar los comentarios a él referidos, pues, y siguiendo sus palabras, ¡sería obstrucción policial! (institución ante la cual, yo, eficiente y voluntarioso, no pondré ningún problema a la hora de proporcionar los IPs vinculados a cada comentario, ¿o que os habíais creído “artistos” y vinculados?, ¿qué internet no deja huellas?, así que, a menos que hayáis escrito vuestras “aportaciones” en un locutorio sin cámaras de vigilancia, ¡pero que mal os veo!) … aunque no me explico como ha presentado, ¡y ha sido aceptada!, una demanda de ese tipo ante la policía, ¿no se supone que hay que hacerlo en el juzgado?, bueno, a lo mejor también en eso se confundió y resulta que lo hizo en la panadería e incluso creyó que el azúcar glas era la firma, jajaja, si es que estos “artistos”…. Por otro lado, supongo que le sobrarán recursos como para emprender este largo y costoso proceso judicial, extremadamente difícil de probar, y mucho más de ganar (y especialmente teniendo en cuenta la información que se maneja por aquí, que haría sonrojar a cualquier juez minimamente conservador), por lo que yo en su lugar, iría ahorrando todo lo ganado en las producciones en las que ha participado… aunque siempre puede declarse insolvente, con los consecuentes meses en la cárcel, pero no sintamos pena, tal vez esté acompañado por unos cuantos “compis” de los que yo sí podré probar otros cargos.

Todo ello sin mencionar su graciosa inquietud por averiguar quien soy, ¡cómo si les fuera a servir de algo! jajaja, sus ocurrentes paranoias han sido de lo más amenas, y en parte me arrepiento de no haberlas fomentado, aunque aún estoy a tiempo: ¿quién seré?, ¿alguien de dentro o tal vez de fuera?, ¿un traidor o un desconocido?, ¿esa persona a la que se sonríe diariamente, o tal vez alguien a quien nunca se ha visto?, ¿hay algún motivo oculto tras una crítica tan devastadora o simplemente lo representado era malo a rabiar? (bueno, eso no es muy difícil de comprobar), ¿viejo o joven?, ¿guapo o feo?, ¿gordo o flaco?, ¿nacional o extranjero?… jajajaja.

Por otro lado, la verdad es que todo este tema ya me está empezando a aburrir (y supongo que al resto de los seguidores del blog lo mismo, con lo cual, seguramente este será el último artículo publicado al respecto, si hay algo más, probablemente lo escriba en un “post scriptum” aquí mismo; sin mencionar, que bastante tiempo he perdido ya escribiendo tonterías en vez de ponerme a redactar y publicar las mil cosas siempre pendientes, porque estas chorradas, quieras que sí quieras que no, sacan un tiempo muy útil), y es que todos los comentarios que me llegan de los “artistos”, o relacionados, son iguales; parecen de plantilla, con exactamente la misma estructura, y encima duele leerlos con un estilo tan nefasto y tanta falta de ortografía; claro, con semejantes personajes que no saben ni escribir, ¿qué arte se puede pretender que hagan?, pero que tristeza más grande, que mal está el panorama en este país… la verdad es que leí algunos, porque era entretenido, pero ahora con echar una ojeada a apenas unas palabras, ya ni hace falta seguir, borrado con hacer un click, no sé que diversión encuentran en esforzarse en escribir algo que no le llega a nadie, no me digas, será para desahogarse, porque otra cosa… ¡ay!, serán las extravagancias de los “artistos”.

Aunque en parte he de reconocer que todo este tema me indigna y enerva, ya no porque hayan pretendido privar a este blog de derechos democrácticos básicos, que también; sino porque encima, lo están haciendo con el dinero de todos, dicho de otro modo, están actuando en la peor tradición del estado totalitario con un arte oficial totalmente libre de crítica, ¿pero como se puede tener tan poca vergüenza?, ¿y que institución puede justificar que mientras haya gente que apenas tiene con que vestirse -o directamente no tiene- estos señores nos obliguen a ver sus desnudos en escena?, ¿quién puede alegar que haya derecho a que mientras miles de personas lo están pasando mal, se permita a esta gente subirse a un escenario, que también mantenemos todos, a hacer lo que ellos llaman “arte”?, ¡esto es una burla!, ¡se están riendo de todos en nuestra cara con la mayor impudicia y el mayor descaro imaginable!, ¿pero como es posible que se permita esto?, ¡justicia!, ¡justicia que clama a los cielos!, ¡justicia!.

Y por cierto, últimamente, ¡cómo estoy con el tema de la retórica de alocución grandilocuente!… si ya verás, me va a contratar Pablo Iglesias para sus discursos demagógicos… ¡mierda!, ya me he puesto también en contra a los de “Podemos” (ahora vendrán todos aquí como locos), si es que no gano para enemigos, entre las críticas al ayuntamiento, también a los del Opus y los neocatecumenales, y además los “artistos”… creo que debería de empezar a buscar aliados, ¡vaya por Dios!, que malo es no venderse a nadie, de verdad….

Pero bueno, vamos a dejar el tema que nos desconcentramos del asunto principal de este artículo. En fin, a pesar del acoso y derribo que se ha intentado contra Universo de A, próximamente reestableceré el que puedan hacerse comentarios sin registrarse, al fin y al cabo, no me cuesta nada borrar los que no merecen la pena, y como nunca los leerá nadie (ni yo mismo)… y con el tiempo, prudentemente, volverán las habituales grandes y necesarias libertades a Universo de A, de nuevo se volverá a poder calificar libremente y comentar sin ningún tipo de restricción, aunque habrá que tener paciencia… ¡que aquí no viene ninguna Doncella de Orleans a liberarnos!.

Y vamos a mirar el lado positivo de todo este asunto: las visitas habituales y los seguidores de Universo de A han crecido muy exponencialmente, con lo cual este blog tiene más voz; ya ves, jajaja, parece soy el “Variety” español, el lugar al que acuden profesionales y no profesionales del mundo del espectáculo… bueno, ahora ya puedo hacerme una idea de como se siente Pérez Hilton… aunque menuda pereza, como esto me obligue a dedicarle más tiempo al blog y mejorar la marcha en la escritura de artículos, debido a las espectativas de la gente, va a ser una pesadez, bueno, por suerte no llegaremos a tanto.

En cualquier caso, no nos equivoquemos, el tema de las Críticas express: Los justos / En el desierto, ha quedado absolutamente cerrado, como bien puse allí, no es para menos, ya que se portaron como niños, habrá que castigarlos como a tal. Cualquier comentario de todo aquel mínimamente sospechoso de relación con este tema será inmediatamente borrado sin remisión posible (o nunca saldrá a la luz), que jamás olviden que no son bien recibidos en este blog.

En definitiva, La irracionalidad, la incivilización y la intolerancia no serán nunca jamás pemitidas de nuevo en Universo de A, que esto quede definitivamente claro.

Y como últimamente estamos especialmente barrocos, simbólicos, metafóricos y altisonantes (sólo hay que ver las imágenes elegidas para los artículos), pues no podemos dejar pasar la ocasión de poner banda sonora para celebrar tan gran acontecimiento triunfal, y a falta de un catedral donde celebrar un “Te Deum” jajaja, lo haremos con el “Ven, ¡oh guerrero!” de la ópera “Aída”, nada menos:

 

Imagen:Sandro Botticelli 021.jpg


Archivado en: A oficial

¡Salvemos la Gran Vía, salvemos nuestra cultura!

$
0
0

En 1910, se producía un acontecimiento que cambiaría la faz de Madrid para siempre, S.M. el Rey Alfonso XIII, firmaba el acta con la que se daba inicio a una calle que cambiaría de nombre según los múltiples (y muchos de ellos erróneos) vaivenes políticos del siglo XX, aunque para el pueblo, desde el principio sólo hubo una forma de llamarla, al principio pronunciado con amarga ironía, y algo más tarde, ya con cariño: la Gran Vía.

Su principio impopular tenía sus lógicas razones, se arrasaría una buena parte del Madrid más antiguo (con los consecuentes desahucios), los palacios de la calle de Jacometrezo desaparecerían para siempre, y montones de calles se esfumarían como si nunca hubiesen existido, y a saber cuantísimo patrimonio histórico-artístico se perdió por el medio… mejor no pensarlo. El progreso fue el manido argumento que se dio para la realización de tal obra, en su favor debemos decir que eran otros tiempos.

100 años después, paradójica e irónicamente, la Gran Vía ha conseguido convertirse en una lección de arquitectura del siglo XX, es historia viva; y una vez más, nos encontramos ante la misma disyuntiva que nuestros antecesores, pero ahora, es el momento de demostrar que hemos evolucionado y que hemos aprendido algo de nuestos errores pasados., ¿vamos a permitir que nos arrebaten nuestra cultura?, ¿vamos a consentir la desaparición de la Gran Vía?, ¿de verdad vamos a aceptarlo de nuevo?.

Quizás muchos aún no sepan de que estoy hablando, os informo, me estoy refiriendo nada más y nada menos que a la muy necesaria salvación de dos edificios emblemáticos de esta calle, de dos construcciones imprescindibles para la comprensión de su historia y de la nuestra propia: el Palacio de la música y el Edificio España.

Y es que, como si fuera aquella adaptada producción de hace unos años en el Teatro de la Zarzuela, el ayuntamiento de Madrid parece haberse propuesto derribar la Gran Vía, si es que la realidad siempre supera a la ficción… pero sólo en lo malo. Todo lo cual resulta especialmente sarcástico, especialmente después del desastroso programa de “Madrid otra mirada” dónde se proponía revalorizar el patrimonio de la capital, ¿pero esta gente nos está tomando el pelo?, ¡¿de qué van?!.

Vamos por partes:

-El Palacio de la música: hasta hace pocos años, precioso cine, sobre el cual aquí se defendió su uso como tal en todo momento, que parecía que resurgiría culturalmente (suerte de la que no gozó el también maravilloso Avenida, siendo sustituído por un hortera H&M), y tal intención existía por parte de Bankia, pero con la caída de la entidad bancaria (que asegura que de salvarlo, tendría que abandonar otros proyectos culturales como la reconocida e imprescindible Casa encendida; como si no hubieran hecho ya bastante cerrando la Casa de las alhajas), el edificio se encuentra en una situación cuanto menos difícil, de la que es evidente que el ayuntamiento no está dispuesto a salvarle.

Para horror y espanto de todos, otro templo de la cultura podría acabar reconvertido en un Mango.

-El Edificio España: esta edificación podría tener un destino incluso peor.

Durante años, la Plaza de España, que debería de ser uno de los epicentros de la capital, con uno de los conjuntos monumentales más hermosos de esta, siendo la culminación de la calle Bailén (con sus preciosas vistas del Palacio Real) y muy especialmente de la Gran Vía; siempre formando parte de los escenarios claves de importantes acontecimientos históricos recientes como la Boda y la Proclamación Real, ha estado vergonzosamente descuidada y en pésimo estado; no se entiende, como es posible que un lugar tan central, tan importante turísticamente, se encuentre en esas circunstancias.

Formando parte de tan desolador paisaje, el bello Edificio España era un ejemplo inmejorable de tal postal, uno de los edificios emblemáticos por excelencia de la capital, un rascacielos histórico, llevaba años cerrado y en perfecto descuido, todo gracias al banco Santander (bancos tenía que haber por medio).

Por ello me alegré mucho cuando supe de su compra por parte de un poderoso magnate chino, imaginé su pronta restauración y su merecida rehabilitación como edificio señero de Madrid… cruel y triste ingenuidad.

El magnate de turno, se ha dado cuenta de que le sale más a cuenta tirar todo el edificio que arreglarlo (sin mencionar la posibilidad de la creación de un gran aparcamiento y la peatonalización de la plaza, todo para este señor extranjero, que se ha debido de creer que está en su país natal donde todo vale si sobornas al camarada adecuado, y donde el concepto de “salvaguarda del patrimonio” les suena a chino, literal y figuradamente), el ayuntamiento, para disimular, le ha dicho que sólo si no tira alguna que otra fachada, no vaya a ser que la gente se dé cuenta de los pocos escrúpulos que tenemos… y en esas estamos, con los ecologistas puestos también en pie de guerra, y con toda la razón.

Ante ambos casos, el ayuntamiento está rebajando la protección que les había otorgado a estos dos edificios con la mayor naturalidad del mundo (pocas veces he visto tanto descaro y desvergüenza), y dando el habitual discurso de creación de empleo y mejora de la economía, ¿pero de verdad creen que vamos a tragar con una demagogia tan barata?.

No estamos hablando de una calle cualquiera, estamos hablando de una vía que ha sido tradicionalmente un centro de cultura, y no un montón de tiendas. A través de sus teatros, cines e incluso bares, y, lógicamente, de todos los importantes personajes históricos que frecuentaron estos lugares (y siguen haciéndolo), se ha creado la historia reciente de la capital e incluso del país, como bien han reflejado numerosas e influyentes obras artísticas una y otra vez, y es que una buena parte de nuestra historia no se entiende sin ella. Y no hay que olvidar que Hemingway la definió como una mezcla entre Broadway y la 5ª avenida, no como un centro comercial; y la primera, es la imagen que todos queremos seguir conservando siempre.

La Gran Vía debe seguir siendo un centro de cultura, un epicentro de Madrid que deslumbre con nuestra historia y carácter a todos aquellos que se acerquen a verla, un lugar para disfrutarlo, y no el sitio para la impía expansión de marcas globalizadas que sólo son pan para hoy y hambre para mañana, y únicamente afianzarán la decadencia del lugar, afeando y destrozando definitivamente la calle; ¡qué el arte y la belleza vuelvan a la Gran Vía, de donde nunca debieron salir!.

Pues bien, y recapitulando, nuestros antecesores no hicieron nada para que su patrimonio desapareciera, y ahora, tal vez una cultura básica de la que tanto podríamos aprender yace desaparecida para siempre; es nuestro turno, la Gran Vía nos da una segunda oportunidad para demostrar que hemos aprendido, que hemos sacado algo de nuestros errores pasados y que eso no nos volverá a pasar. Nuevamente, quieren destruír nuestra cultura y nuestra historia, quieren acabar con la Gran Vía, ¿¡vamos a consentirlo!?, desde Universo de A digo: ¡no!, y este blog se une una vez más, a otra lucha cultural en la que, como en anteriores ocasiones, esperamos salir vencedores.

Y por tanto, en todo lo posible, seguiremos informando del tema (probablemente a través de nuevos “post scriptum” en este mismo artículo) que esperemos que evolucione positivamente y para bien; y pido a todos desde aquí, que se impliquen todo lo posible en la salvación de la calle más icónica de la capital.

Universo de A se pone, así pues, totalmente a favor de salvar el Palacio de la música y el Edificio España, de socorrer a la Gran Vía que está pidiendo nuestra ayuda a gritos, no nos quedemos parados ante el hecho de que los intereses de unos pocos menoscaben los de todos, no consintamos que nuestos descendientes puedan recriminarnos la destrucción de una de las calles más emblemáticas de Madrid; porque, y nunca lo olvidéis, si pueden exterminar la Gran Vía, si permanecemos impasibles e indiferentes ante algo tan bárbaro como el aniquilamiento de un lugar tan representativo de Madrid, de tal icono cultural de la capital de nuestro Reino, nada estará ya a salvo de su intolerable, insaciable e implacable codicia, ¡salvemos nuestra cultura, savémonos a nosotros mismos, salvemos la Gran Vía!.

ABRE LOS OJOS (Alejandro Amenábar, 1997)File:Gran Vía (Madrid) 1.jpgEl nuevo Palacio de la Música de Bankia en Gran Vía abre en 2013


Archivado en: Noticias y política

¡Ocho años!, ¡ocho años!, ¡ocho años!, ¡ocho años!, ¡ocho años!, ¡ocho años!, ¡ocho años!, ¡ocho años!

$
0
0
[​IMG]MESAJE de 8 MARTIE. TRIMITE un SMS, o URARE, o FELICITARE de ZIUA FEMEII

Pues sí, ya van 8 años, nada menos, de la fundación mítica (y no tan mítica, que el blog no lo escriben seres mágicos ni divinos) de Universo de A.

Parece mentira, todos los años toca escribir este artículo y nunca estoy muy seguro de que poner en él (tal vez sea, digamos la verdad, porque generalmente lo escribo con mucho tiempo de anticipación, generalmente en verano, de hecho, aunque quedará programado para diciembre, lo estoy escribiendo en agosto para que quede hecho -aunque suelo revisarlo previamente a la publicación, como ahora-, por si no tuviera tiempo en el mes del cumpleaños, y encima siendo tan a principios de mes…), aunque siempre consigo salir adelante y suelen quedarme artículos bastante originales.

animacion feliz cumpleanos

Lo que siempre me llama la atención, es lo rápido que pasan los años, aún parece que estaba celebrando ayer el séptimo… y es que nos pasamos una buena parte del año esperando el verano, sin ser conscientes de que este ya marca el final del año, curioso, ¿no?.

TARJETA POSTAL - FELIZ CUMPLEAÑOS 8 - COLECCIÓN SAVIR, 6136/4. (Postales - Conmemorativas)

En fin, que realmente parece que fue ayer, y nuevamente, Universo de A y yo seguimos juntos, contra viento y marea… he de reconocer que nunca estuve seguro de que fuera a durar tanto, en el fondo, cada año es una aventura, y uno siempre se pregunta cuanto más va a seguir, y si se darán las circunstancias apropiadas para que este blog siga existiendo….

Y como siempre, no tardará en llegar el temido 10º aniversario, para el que habrá que montar toda una celebración… uy que pereza… cada vez más cerca….

TARJETA POSTAL - FELIZ CUMPLEAÑOS 8 - COLECCIÓN SAVIR, 6134/4. (Postales - Conmemorativas)

Y bueno, como siempre, hacer un repaso a las connotaciones y referencias culturales del número del cumpleaños o aniversario a celebrar, en este caso el 8, que es especialmente simbólico en el cristianismo, ya que el 7 es el hombre, y el 1 Dios o el espíritu santo, por tanto, 7+1=8, es decir el ser humano perfecto, o el hombre cristiano (y por eso, todas las pilas bautismales o son octogonales o circulares -el símbolo de la perfección, ya desde tiempos ancestrales y absolutamente paganos-); ¿habrá alcanzado Universo de A la perfección?.

Pila bautismal del Baptisterio

Bueno, quizás eso ya es mucho decir, pero lo cierto es que se cumplen ocho años desde mis desposorios místicos con Universo de A; lo cual digo siempre medio en broma y medio en serio, al fin y al cabo, no deja de ser una unión intelectual y espiritual….

El desposorio místico de Santa Catalina de SienaDesposorios místicos de Santa Rosa de Lima

¡Y por tanto son nuestras bodas de bronce!:

Free Shipping 150pcs Antique Bronze Wedding Ring Charm Pendants 25x25mm Jewelry Findings Wholesale

 

En definitiva, que una vez más toca celebración, el festejo de este 8º cumpleaños de Universo de A, el octavo aniversario, los ocho años seguidos escribiendo sin parar y disfrutando del tiempo juntos….

En definitiva,

cumpleaños

Imagen-de-feliz-cumpleaños-de-un-pulpo

tarjetas-de-cumpleimagenes-de-feliz-cumpleaños-con-frases-11imagenes-de-cumpleaños-con-frases-feliz-cumpleaños-de-todo-corazonimagenes_de_cumpleaños_el_tiempo_pasa

cumpleaños

 

 ¡Felices ocho años Universo de A, y que cumplamos muchos más!

 

 

[​IMG]Vela Número 8 Mickey Mouse8 march


Archivado en: A oficial

Crítica express: Orígenes

$
0
0

Orígenes : Cartel

-Orígenes: si casi siempre coincido con la mayor parte de la opinión de la crítica cinematográfica, no sé porque luego hago siempre lo que me da la gana. Y encima con el poco tiempo que tengo últimamente, como para dedicarme a arriesgar. Bueno, dejo las recriminaciones a mí mismo para otra ocasión y me centro.

La verdad es que la crítica estaba dividida, pero en algo se podía atisbar que iban coincidiendo todos: el filme tenía más pretensiones que profundidad (un crítico la calificó de “espiritualismo de garrafón”,  en una expresión indudablemente brusca y quizás excesiva, pero no por ello menos falta de cierta razón).

Y es verdad, para que nos vamos a engañar; intenta hacer una reflexión sobre el tema religión y ciencia, sobre lo visible y lo invisible, acerca de lo demostrable y lo que no lo es, lo que existe y lo que no, lo que va más allá de nuestra comprensión… todos ellos temas interesantísimos para la gran mayoría; pero el filme fracasa totalmente y se queda a medias en todo.

Indudablemente la película se toma en serio e incluso se podría decir que busca ser una obra de referencia (y a mi no me extrañaría nada que estuviera entre los objetivos del director crear una obra maestra), y cumple algunas de sus características: trata de mantener una apropiada neutralidad, mentalidad abierta y evita la parcialidad; utiliza temas universales que sean reconocibles para todo el mundo; trata temas complejos de forma suficientemente accesible… pero no hay emoción, lo cierto es que la película es fría, y ello se debe muy en parte a que es poco profunda, superficial en todos sus aspectos e incluso con una verosimilitud extremadamente floja.

La historia no está del todo bien construída, por lo que el guión no está bien desarrollado y los personajes son muy insustanciales (la verdad es que no llegamos a conocerlos). Y nadie del reparto técnico (el director, que también fue el guionista, logra disimularlo durante una buena parte de la película haciendo que esta sea entretenida, pero el problema es que, tras pretender ser un producto trascendente, que te des cuenta de que sales tal cual has entrado… casi te cabrea) o artístico es capaz de salvar tan grave situación.

Como curiosidad, comentar para quien no lo sepa, que Michael Pitt, el protagonista, no es el hermano feo de Brad Pitt ni tiene nada que ver con él.

 


Archivado en: Películas

Críticas express: Los diamantes de la corona / Sueños y visiones del rey Ricardo III / Cuando deje de llover / Beloved sinner / Desde Berlín, tributo a Lou Reed

$
0
0

Como últimamente no paro, es sorprendente hasta que tenga material para escribir puesto que no tengo tiempo para nada… de momento dos obras no han podido ser beneficiadas (o perjudicadas) por mi crítica, ya que se me pasó el tiempo (también estuvieron muy poco tiempo)… pero no importa, a menudo salen de gira o vuelven de una u otra forma, y en todo caso, como siempre digo, queda como algo histórico de este blog.

Aunque, por otro lado, y aunque sea muy inmodesto decirlo, cada vez estoy más convencido de la importancia y necesidad de mi blog, porque la verdad, a veces busco críticas y opiniones por internet, y, además de que hay poquísimas, las escasas que encuentro sólo son escritos con halagos baratos que es demasiado evidente que tienen un especial interés en promocionar la obra y cuya neutralidad y objetividad es más que dudosa (lo cual me lleva a reflexionar sobre si esas personas realmente creen que benefician a cualquier obra con una falsa buena crítica, pues la decepción que producirán en el espectador será tal que hará que este vaya aún menos al teatro, y con él su círculo; francamente, creo que estos escritos perjudican más al medio que la más terrible y acerada de las malas críticas)… y las de la prensa (que tampoco abundan), lógicamente, ya nunca han sido demasiado fiables.

Lo que me lleva a la pregunta de: ¿por qué la gente no opina?, ¿por qué no ayudan a los demás contándonos lo que les gustó y lo que no de una obra?, frases muy simples pueden ayudar a definir cualquier montaje; y si internet ha destacado siempre por algo es por la solidaridad, debería de haber críticas para todos los gustos y así, entre varias, ir desmenuzando si la obra va a ser interesante o no, poder formar nuestra propia opinión o al menos hacernos una idea de lo que vamos a ver a pesar de que siempre habrá un componente de un riesgo… puede resultar pretencioso, pero cada vez estoy más convencido de que Universo de A es un oasis en ese aspecto, y más después de lo ocurrido tras el famoso asedio a este blog.

Y antes de nada, y como muchas de las obras se refieren al Español y al Matadero (y así no tengo que hacerlo en cada crítica), no sobra comentar lo atento que es el personal del teatro y el buen trabajo que realizan, ya lo había comentado muchas veces del Matadero, y dije que estaría pendiente del Español, y la verdad, sí que estoy viendo mejoría en el trato al público. En cuanto a los programas del teatro, están bien, pero sería mejor que fuesen más extensos, y no sólo una hoja.

Por otra parte, es magnífico como se está viendo que la gran mayoría de los teatros públicos cada vez tienen más actividades (muchas de ellas gratuítas, además), y cooperan con las más distintas instituciones para lograr que la experiencia teatral no se quede sólo en el escenario, ¡un bravo por todas esas iniciativas culturales!.

En fin, comenzamos con las críticas express:

 

Los diamantes de la corona 2014-15

-Los diamantes de la corona: teniendo en cuenta que es la misma producción de hace unos años, bien puedo reciclar yo también la crítica que escribí en su momento; además, con franqueza, la obra no merece más. Aquí queda el enlace.

Aunque sí hay una diferencia muy desagradable frente a hace unos años… ¡qué asco de programa de mano! (frente al anterior, tan completo, tan bien escrito, con todos los detalles…), nunca me cansaré de repetirlo.

 

-Sueños y visiones del rey Ricardo III: ya hemos visto, en más de una ocasión, el resultado maravilloso que tenemos cuando manos inexpertas y sin talento tocan lo que no deberían tocar… pero que haya alguien con un ego tan desmesuradamente subido como para profanar a Skakespeare, parece de comedia.

Es más, lo es, me acuerdo de un capítulo de la serie “La niñera”, en la que un director le dice a un importante productor inglés que va a hacer una versión totalmente renovada de “Romeo y Julieta”, y que ha incorporado escenas y cortado otras; entonces, cuando el británico reacciona escandalizado preguntando que qué partes ha quitado, el director responde ni corto ni perezoso “las que no funcionaban” (como si, tras siglos de ser un clásico que ha emocionado indistintamente a personas de toda época y condición, hubiera algo en Shakespeare que no funcione). Por supuesto, al final del capítulo, se descubre que el tal director está arruinado y necesita un fracaso rotundo para poder estafar a hacienda.

No sé si Carlos Martín, director y medio dramaturgo de esta obra (porque encima, no es ya sólo que hayan hecho lo que les ha salido de los mismísimos con Shakespare, es que además, hacen una adaptación de otra adaptación, ¡la versión de la dramaturgia!, ¡el refrito del refrito!, yo creo que esto ya lo dice todo, ¿me equivoco?), tiene tantas deudas como falta de seso, porque sino, es inconcebible que haya permitido semejante sacrilegio. Aunque no debemos quitarle méritos al “dramaturgo” José Sanchís, que tiene la osadía y audacia de firmar, la que es sin duda una de las más inicuas y monstruosas “versiones” (por utilizar una palabra suave y amable) de Shakespeare que se hayan escrito jamás.

Bueno, en realidad lo verdaderamente sorprendente es que el actor Denis Rafter, que compartio espacio, estando durante unas semanas en la sala pequeña del Español (obra de la que leeréis la crítica más abajo), no entrara a sangre y fuego en la sala principal como hacían hace siglos los británicos en Galicia y Andalucía… supongo que será porque es irlandés, y en el fondo todo esto le divierte profundamente (¡tomad, malditos ingleses, tomad!).

Aunque lo mejor de todo, es la justificación de estos “creadores” (“dramaturgo” y “director”, pongámoslos también entre comillas), que te encuentras, entre otros sitios, en el programa, y que viene siendo algo así como (es mi reinterpretación del tema, aunque yo al menos no lo hago con grandes escritores ni grandes obras de la historia de la humanidad; de todos modos, comprobaréis que mi lectura entre líneas no está muy alejada de la realidad): “no, es que Shakespeare es un rollo para la gente de hoy día, así que hay que mascárselo todo porque sino no lo entiende ni el tato… y cambiarlo de arriba a abajo para que parezca siquiera un poco presentable, y aún así cuesta eh, cuesta…”, y sólo le falta añadir “yo de verdad no sé porque hacemos este plomo, la gente se va a quedar dormida, ¿en serio, porque tenemos que representar esto cuando dan un capítulo de cualquier comedia chabacana de bajo nivel por la televisión, que trata asuntos realmente relevantes para nuestra vida cotidiana?”… ¡pero esta gente se cree que somos idiotas!, ¡¿o es que acaso la gente que va al teatro no tiene un cierto nivel?! (o pretende tenerlo), ¿qué edad mental se creen que tiene el público, la de párvulos?, ¡yo me siento indignado e insultado, ya no sólo por la obra y su pésima calidad, sino ante semejante menosprecio y desprecio!.

Y es que lo que han hecho al texto original es completamente espantoso, algo totalmente imperdonable, no es ni un mal corta y pega, es un revoltijo, un mal colage futurista-cubista-surrealista, es un vómito de nulo talento. Por supuesto, lo poco que se salva son las frases “originales” (pues ya se sabe que toda traducción es siempre una traición… pero seamos condescendientes con eso, porque es lo mínimo); pero el resto es monstruoso: nada coincide como debe ni tiene sentido, los personajes no se entienden, las situaciones tampoco, ¡menuda hecatombe argumentística!, una desestructuración completa en la que se va dando tumbos de escena en escena sin que ninguna tenga sentido alguno debido a un terrible tejemaneje con el texto, obra de un impío carnicero que no respeta nada de nada… ¡qué repugnancia, por Dios!.

Por supuesto, el público (sí, ese para el que -y esta vez cito literalmente el programa- se ha hecho la “actualización de los clásicos que es tan necesaria” porque, al parecer son un “enigma indescifrable” con lo que hay que volverlos “accesibles al espectador actual”; todo ello, eso sí, de forma “modesta y ambiciosa” -ja, ja, ja, me río por no llorar-… no sigo porque se me está revolviendo el estómago) reacciona ante tal “obra artística”; y se pasa toda la velada tosiendo como si estuviesemos en un pabellón de tísicos; carraspeando como fuesen ancianos centenarios; aclarándose la voz como si estuviesen a punto de dar una conferencia… y eso en el mejor de los casos, los bostezos, y las cabezas apoyadas en las manos que luchan por mantenerse en esa posición (debido a que el sueño hace que los músculos se relajen, y claro, por poco te das un cabezazo contra el palco); o ya directamente, los que miran a cualquier sitio desesperadamente (servidor vuestro, ¿cómo sino creéis que me doy cuenta de todas estas cosas?) para encontrar algo que llame su atención o mantenga un interés que en el escenario es incapaz de encontrar; todo lo cual es muestra indudable de profundo hastío y aburrimiento, y así, campan libremente y sin disimulo por toda la sala.

Bueno, no todo el rato, puesto que hay que reconocer que, aunque se representa una tragedia, la gente llega a pasárselo “realmente bien”, pues, y sin que nada de lo anterior deje de suceder, fácilmente se puede encontrar uno bostezando y en medio de ello, tener un ataque de risa, porque todo es tan desmesuradamente catastrófico, está tan mal hecho, que los actores salen, sueltan una frase supuestamente muy trágica (ejemplo: “ha muerto no sé quien, se cayó del caballo”), y todo el mundo se parte de risa, y todo el rato, hay tanta comedia involuntaria que se contagia por todo el patio de butacas y ya es irrefrenable, yo no me explico como es posible que los actores no se den cuenta y pidan que se rectifique la obra, porque vivir, de la forma más humillante, noche tras noche, carcajadas a mandíbula batiente en una tragedia, no podría ser más deshonroso, ni más evidente señal de lo mala que es la obra. Yo soy incapaz de entender porque nadie es capaz de reaccionar a señales tan evidentísimas y tan claras, no lo comprendo, de verdad que no.

El director ayuda mucho a ello; no mencionaremos la dirección de actores porque no hay tal cosa, que hagan lo que les de la gana, para que moderarlos, es una tragedia, que lo vivan y lo exterioricen al máximo, ¡que no se dejen nada dentro!, ¡viva la sobreactuación!. Por lo demás, y especialmente en la dirección artística, la dirección parece sacada de una atracción de un parque temático, con tanta gasa, tanta proyección y los personajes tan colocaditos estratéticamente… es más, no me extrañaría nada que a Marín le llamaran cualquier día de parque Warner o incluso desde Disneyland Paris para ayudarles a montar su próxima montaña rusa; y es que, la verdad, te estás temiendo todo el rato (o deseando, depende de como se mire, teniendo en cuenta el profundo aburrimiento en el que caes, al menos sería algo emocionante) que en cualquier momento las butacas empiecen a hacer “crac, crac, crac”, y comiencen a desfilar, una tras otra hacia el escenario, para subir, arriba, abajo, a la derecha y a la izquierda, por un lado de la gasa, por el otro; y con los actores en el medio soltando frases de Shakespeare como autómatas… aunque indudablemente, el momento culminante sería cuando le habría que quitar el cetro a Juan Diego que lo menearía desde lo alto de su trono cual si de la escoba de la atracción del tren de la bruja se tratase… bueno, casi que será mejor no dar ideas (o sí, de ese modo al menos harían algo original que valiese la pena).

Los actores están a cada cual más pésimo que el anterior (quizás con la excepción de la siempre confiable Ana Torrent, que pasa discretamente, sin que nadie se de cuenta de que está ahí, sin pena ni gloria, aunque teniendo en cuenta la calidad de esta producción, es todo un mérito), y no se podría haber elegido un reparto más inadecuado ni a propósito (¿Asunción Balaguer y Terele Pávez haciendo teatro clásico?, ¡venga por favor, si no pasan del registro de abuela entrañable y vecina barriera respectivamente!). Para que os hagáis una idea del resultado final, es como si en Inglaterra decidiesen hacer una producción de nuestra “Fuenteovejuna” de Lope de Vega con los Monty Python (algunos de ellos haciendo doblete e interpretando los papeles femeninos) y Rowan Atkinson (Mr Bean) al frente del reparto, ¿como quedaría?, ridículo, ¿sí?, pues ese es el mismo resultado de esta producción.

Me niego a extenderme más con los actores, pues ya bastante he dicho cuando comenté que no pueden decir o hacer nada sin que la platea se revuelque de risa en medio de las situaciones supuestamente más trágicas. Sin embargo, sí que quiero hablar de Juan Diego (al que, curiosamente, no dejé de alabar en su momento por “La lengua madre”); pues él es quizás una de las cosas que mejor caracteriza este montaje y lo inadecuado del reparto; veréis, el hombre debe de ser adorable en la realidad (vamos, que no actua, hace de si mismo), pues se le da genial hacer ese tipo de personajes “oso de peluche” (es nuestra versión española y mayor de Dany Boon), que tan bien le iba a su anterior montaje en el Español… pero desgraciadamente, eso con este personaje, no sólo no funciona, sino que es directamente contradictorio; para que lo entendáis, la cosa es más o menos así: aparece Juan Diego, todo encantador con su cojera que le hace aún más mono y vulnerable (si cabe), y dice “los voy a matar a todos, ya me he cepillado a mi cuñada, voy a pasar por el filo de la espada a mi hermano, y asesinaré a mi mejor amigo y a todo el que se me ponga por delante en un radio de dos metros, jo, jo, jo, ¡pero que malísimo soy!”, y ante semejante frase, tal como el la interpreta, tú no puedes pensar en otra cosa que acercarte a él, darle un abrazo y apretarle los mofletes bien fuerte mientras dices con voz infantil “¿pero qué vas a hacer tú cosa bonita?, ¿qué vas a hacer tú?, ¡ayyy, pero que mono eres!, anda apoyate que te caes, preciosidad mía!, venga que te doy un beso…”. Así pues, Ricardo III ya puede ser el mal en persona (y lo es), que con todo, Juan Diego conseguirá que sea adorable, y no de un modo perverso y depravado, sino encantador, pocas veces he visto una interpretación que acompañara a un texto de una forma tan contradictoria. Un puro cataclismo interpretativo.

En fin, no creo que sea necesario escribir ninguna conclusión a esta crítica, después de todo lo dicho.

 

-Cuando deje de llover: con motivo del estreno de la película “Dreamgirls”, hace unos años, salió una magnífica parodia, permitidme que yo readapte el principio para definir la obra de la que hago esta crítica: “una vez en la vida surge una obra teatral, como no hay ninguna otra… excepto por todas las que son exactamente igual que ella”.

“¡jo tío, pero que superoriginal soy! (debía de pensar el australiano autor), no tengo ninguna influencia, todo ha salido de mi cocotera personal; mi obra no se parece en nada a una película de catástrofes con todas las situaciones típicas; mis diálogos no se han oído jamás en una película de sobremesa de sábado de cadena privada española; y mis personajes no tienen reacciones nada típicas ni tópicas. ¡Pero mi mayor genialidad es la estructura!, ¡jamás de los jamases se ha hecho nada igual en toda la historia del arte!, ni siquiera en un montón de novelas de siglos pasados; y por supuesto mi temática no se parece en nada a la de un culebrón barato; ¡por favor!, el premio Novel para mí se queda en poco, que no sé como me cabe tantísimo ingenio y originalidad en la cabeza” presupongo que el que escribió el texto que se representa piensa esto (después de descansar del obvio agotamiento que le produjo el parto intelectual de su magna obra), porque es muy difícil encontrar tantísima pedantería y afectación junta en un mismo lugar. Y encima creerá que nos lo vamos a tragar. Ja.

Dos horas de pesadilla predecible; de dramón de sobremesa aspirante a una mala versión de Tennessee Williams; de diálogos llenos de afectación, curislería y jactancia con una estructura narrativa que sigue el mismo patrón y que pretende creerse lo más de lo más y lo nunca visto ni explorado. Dios, que pesadez y que aburrimiento (Sin mencionar que en ciertos detalles parece la obra de un aficcionado cualquiera, como si en el teatro se pudiera uno permitir tirar el dinero; por ejemplo contratar a un actor para que esté toda la obra y apenas diga unas frases al final haciendo de un personaje totalmente innecesario para la vana conclusión… lo cual no sé si será bueno o malo para Borja Maestre, por una parte, cobra igual, pero por otra, tiene que aguantar el rollo todas las noches…)

En cuanto a los actores, la mayoría sobreactuan, y los que no, se les olvida. Nada destacable (a nivel positivo) podemos encontrar en el reparto artístico.

La dirección y los recursos escénicos que usa (aunque ya podía moderar un poquito a sus actores, que también es su trabajo), en cambio sí me soprendieron muy gratamente, y aunque no termina de justificar el acudir a ver la obra (no se puede vivir de estética durante dos horas) sí que resulta muy bonita, crea momentos hermosos; y parece que Iván Arrollo es una persona a tener en cuenta en futuros proyectos, se atisba talento, pero como siempre, el tiempo lo dirá, un sólo caso no dice nada, puede haber sonado la flauta, en todo caso, hay una buena base de la que partir.

Aunque sí hay algo muy importante que criticarle, ¡¿qué es eso de usar micrófonos, pero que poca vergüenza es esa?!, ¡es que me sorprende que alguien lo consienta! (actores, personal de las Naves…). Como es bien sabido, esa moda inefable e infame comenzó en los musicales de la Gran Vía (cosa que siempre he desaprobado, ¿vas a escuchar música en directo y la oyes por un altavoz, ¡venga ya!, ¿dónde se ha visto eso en teatro?, yo me siento estafado cada vez que veo tal cosa, es que me enerva…) y se ha extendido, como la peor de las enfermedades, cual la peste negra o bubónica por el resto de los teatros… de momento sólo en el género musical que ha sido vilmente injuriado con esto; pero ahora, ¿en el teatro hablado?, ¿¡en serio!?; como espectador ya he dicho que me siento timado; como actor me sentiría denigrado (¿para que se estudia en arte dramático entonces asignaturas de voz, proyección y todo eso?); como cantante humillado (¿para qué me han cogido si no creen que tenga la voz y por qué el público no puede oírla directamente y sin intermediario?); como técnico sobresaturado con un trabajo innecesario; como productor avergonzado por desvelar nuestros puntos flojos… y como director pondría como clausula del contrato el que nada de utilizar micrófonos.

Sinceramente, me parece que es una humillación para todo el equipo, es como si reconocieran que no son capaces de hacer lo que sus antecesores hicieron durante siglos; sin mencionar que de ese modo el teatro pierde parte de su principal encanto: el directo, porque yo el sonido en altavoz no lo considero directo (y sino que se lo digan a todos los que van a los conciertos de la Fundación March, no entran en la sala principal, y acaban teniendo que verlo en pantalla… los que trabajan allí ya conocen las reacciones).

Pero muy por desgracia, creo que esto puede deberse a algo mucho más profundo y más grave, que es la enormísima incultura teatral que cada vez está más permitida y difundida en nuestro país… qué se puede decir cuando la gente entra con palomitas al teatro.

Quizás pronto el único adalid que quede de como se hace el teatro de verdad sea en el Teatro Real… o ni siquiera, porque les están cogiendo mucho gusto a los altavoces cuando no tienen algún componente o para efectos de sonido. Tiemblo por lo que en el futuro será asistir al teatro y lo que eso supondra señores, tiemblo mucho y con auténtico terror.

 

-Beloved sinner: tenía muchas ganas de ver esta obra, me parecía interesantísimo y que podría quedar muy bien (y el formato monólogo parecía especialmente adecuado, teniendo en cuenta la soledad del escritor en esos años; sin mencionar el atractivísimo título: “querido/adorable pecador”, magnífica referencia para un homosexual repudiado que además acabó convertiéndose al catolicismo) una representación sobre los últimos años de Oscar Wilde (en medio de la decadente tristeza y amargura de quien lo ha sido todo, pero lo ha perdido y no sabe si algo se salvará, ya que no puede ser en vida, aunque sólo sea para la posteridad), personalidad histórica que me resulta apasionante, y el cual, al igual que su novela de “El retrato de Dorian Gray” para todo aquel que ha puesto las manos sobre ella, también se le escapa a esta producción.

Si uno coge el programa de mano, sólo leerá un nombre: autoría, Denis Rafter; dirección, Denis Rafter; interpretación, Denis Rafter… y aunque Denis Rafter está también en el cartel, en efigie y nombre escrito (antes del título, como si fuera Frank Capra), sorprendentemente ni hizo la foto en la que sale (supuestamente, sino lo sabríamos seguro), ni diseño el cartel o se ocupó de la comunicación; los dos únicos apartados del programa en los que no aparece su nombre, puesto que él, Denis Rafter, también firma el texto que completa esa hoja que se nos da a la entrada (en el que, sorprendentemente, no se especifica si Denis Rafter creo el mundo a su imagen y semejanza).

Tal vez algunos piensen que esto que estoy comentando es totalmente irrelevante para juzgar la obra, pero mucho me temo que no, todo lo contrario, es lo que mejor define la representación, ya que, aunque Denis Rafter supuestamente intepreta a Oscar Wilde en la sala pequeña del Español, yo no soy capaz de ver otra cosa que no sea a Denis Rafter extravagantemente vestido citando a Oscar Wilde durante una hora y cuarto.

No tengo la más mínima duda de que Rafter adora a su compatriota y es un apasionado de su obra, es más, estoy convencido de que se lo pasa pipa en cada representación haciendo su antología dramatizada de Wilde como lo haría cualquier aficcionado a la lectura y a un autor en concreto… pero desgraciadamente, eso no es suficiente, no hay que confundir la pasión con otras cosas.

Lo que tenemos aquí, como ya se va deduciendo por lo que comento, no es una obra teatral, no hay un argumento, no hay una narración; es simplemente una excusa para poder soltar los textos favoritos de Wilde del actor; sin más, tal vez sea por eso por lo que tampoco somos capaces de ver a Oscar Wilde, puesto que no está nada presente ni caracterizado en la obra; al fin y al cabo, la triste realidad (para bien y para mal) es que un artista no es su arte, ni el uno es definido por el otro y viceversa.

Ahora bien, sabiendo a lo que vamos, el espectáculo se deja ver, si eres todo un fan de Wilde lo disfrutarás recordando algunos de tus textos favoritos (el espectáculo incluso mejoraría si hubiese participación del público, si uno lo piensa), pero eso será todo, digamos que en mi caso, fue como si esperase ir a ver el gran montaje de la ópera “Aída” delante de las pirámides de Giza y al final descubriera que he comprado entradas para la versión concierto centro cultural del barrio; sigue siendo “Aída”, pero no la que esperaba ver.

Aunque antes de nada, hay ALGO MUY IMPORTANTE QUE ADVERTIR, aunque ya se deja intuír por ciertas cuestiones, en ninguna de las publicidades pone el detalle importantísimo de que el espectáculo es en versión original subtitulada; dicho de otro modo, Rafter habla en inglés todo el rato, y vuelve locos a los técnicos que tienen que poner los subtítulos porque hace continuamente lo que le da la gana, improvisa, o se va por los cerros de Úbeda, de modo que largas parrafadas se quedan sin subtítulo, o estos y lo que el propio actor dice se contradicen de las formas más graciosas; personalmente recomiendo a todos aquellos que tengan un mínimo nivel de inglés (o a los que quieran practicarlo, pues Rafter habla de una forma muy clara, perfectamente vocalizada, y magníficamente inteligible… lo sorprendente es que esta obra no se haya recomendado a colegios e institutos, es genial para el aprendizaje y práctica del idioma; quizás tenga que ver con la temática) que presten atención al actor y que, si lo necesitan, utilicen los subtítulos únicamente como apoyo, pues saldrán ganando (sin mencionar que improvisa comentarios ingeniosos muy de Wilde). Sin mencionar que es muy agradable escuchar a Wilde de la boca de un compatriota, en su idioma y con un acento parecido al que debió tener él (aunque Rafter lleve muchos años en España).

En conclusión, no se trata de la obra definitiva sobre Oscar Wilde (y hablando de eso, el cine tampoco ha conseguido calar muy bien su figura, aunque la película “Wilde” fuera un acercamiento especialmente bueno), pero es aceptable y agradará a aquellos a los que les guste el gran escritor irlandés. El resto, o probablemente aprendan algo, o se quedarán tal como habían venido.

 

-Desde Berlín, tributo a Lou Reed: pobre Lou Reed, pero que asco le tienen, ¿pero qué les habrá hecho a los creadores de este espectáculo?, debe de ser horrible….

Vamos a dar una pinceladas y luego detallamos.

Sale Pablo Derqui (del que ahora ya estoy totalmente convencido de que es uno de los peores actores -aunque definirlo como tal es mucho decir de él- de nuestro país, ya lo he visto en diferentes papeles y productos y… ¡pero que malo es, por Dios!), sobreactúa; entre tanto Nathalie Poza supuestamente canta (y bien); comienza el sinsentido, tras un diálogo, que pese a lo absurdo, será lo único con algo de sentido de la obra, comienza una larga escena de sexo, que, sorpredentemente, no es vulgar (gracias a una efectiva dirección); y comienza un largo e interminable aburrimiento en el que te preguntas si será necesario ser un yonqui y estar colocado para que te guste la obra, de hecho, empiezas a revisar entre el programa de mano a ver si hay algo de hierba o tal vez algún tipo de anfetamina que te permita soportar esos diálogos malísimos y esas interpretaciones pésimas en medio de esa inexistente estructura narrativa aprendiz de intento vanguardista teatral. Casi sientes la necesidad de increpar a la acomodadora y exigirle que te dé tu dosis de droga, o cualquier tipo de estupefaciente con el que puedas silenciar tu inteligencia o al menos tu percepción sensorial; pero al final piensas, “va, si total, sólo dura una hora y diez”; así que empiezas a mirar el reloj, y sólo ha pasado un minuto, vuelves a mirarlo, y sólo treinta segundos, así que empiezas a preguntarte si se han equivocado y han drogado a tu reloj en vez de a ti, porque es imposible que el tiempo pase tan terriblemente despacio. Trastas de prestar atención al escenario, pero no hay nada interesante, así que vuelves a tu fascinación por el lento discurrir del tiempo… cuando llega el final, cuando ya casi estás en un delirium tremens de pura desesperación, ya te dan ganas de aplaudir… porque han terminado, y eso te recuerda que eres libre de nuevo. Quizás yo no lo he entendido, y la representación en si misma sea una magnífica metáfora de como la droga te atrapa, te sume en un vacío total, te hunde en lo más profundo hasta caer en lo más bajo (¡fíjate!, también es una metáfora de la calidad del espectáculo, ¡al final va a resultar que es una obra maestra! -y sí, estoy siendo irónico-), pero con suerte y constancia (una de las horas más infernalmente largas de toda mi vida) consigues salir del pozo, y huír, ¡huír muy lejos!, de todo aquello que te impedía ser feliz (magníficamente, y vivamente simbolizado por la representación que acabas de presenciar).

¿Que en qué me baso para decir todo lo anterior?, pues hablaría del argumento, ¿pero lo hay?; de la estructura narrativa, ¿existe tal cosa?; de la construcción de los personajes, ¿perdona, qué?; o quizás del fondo, de lo que la obra quiere contar, ¿ah sí, había algo parecido a eso?… creo que no hace falta extenderse más en el tema, os dejo las conclusiones a vosotros.

Por encima, musicalmente es una estafa, a cualquier fan de Lou Reed le causará repugnancia esta obra, puesto que es todo un quiero y no puedo en toda regla; no llega a ser un musical de recopilación porque las canciones (las cuales no se traducen, todo en versión original) no van con el argumento (aunque el hecho de que no haya argumento tampoco ayuda); y no consigue ser un auténtico tributo porque no hay suficientes canciones. Al final el título es más un timo que cualquier otra cosa, porque, que a una mala obra de teatro le pongas el nombre de un disco de un cantante y que añadas que es un tributo a este, no significa que lo sea, menudo fraude. Al final, lo que te encuentras es una serie de fragmentos salteados de canciones, alguna recitación de estas… pero todo escasísimo. Pobre Lou Reed, menos mal que está muerto y no puede ver como usan su nombre en vano (y no os perdáis la carta de amor del programa, ¡la gran y brillante mofa final!; si es que lo que yo diga, yo no sé que les ha hecho Lou Reed, ¿les deberá dinero?).

En cuanto a la dirección de escena es simplemente regular (exceptuando la de actores, que es pésima), con tan mal material, mucho no se puede hacer.

Los actores, Pablo Derqui, lo esperable y ya comentado: horroroso, espantoso, no lo haría peor ni queriendo (aunque mejor no le provoquemos, me da que este chico es de los que se superan a si mismos con gran facilidad); ver su nombre en cartel ya sabemos de que es sinónimo.

Nathalie Poza está regular tirando a mal, quizás porque se deja contagiar por su compañero, y el director no se molesta en hacer nada, ¿para qué?, si la obra ya es un desastre.

Como última curiosidad, comentar que la gran mayoría del público era madurito y subía de la cuarentena bien pasada… ¿el público objetivo?, ¿una cuestión generacional?, todo puede ser; pero en cualquier caso dejaba algo muy claro: el espectáculo no atraía a otros sectores (quizás el título ayuda a ello, ¿para qué vas a ver un tributo a Lou Reed si ni siquiera sabes quien es, o te gusta alguna de sus canciones?, desde luego, no lo hace muy accesible, no), en cierto modo era una reunión para fans (y ni siquiera para estos, viendo el resultado final).


Archivado en: Teatro

Muerte en Venecia

$
0
0

A la hora de la verdad, ¿de qué trata de verdad el arte?, ¿cual es el auténtico fondo de la belleza?

Sinopsis y ficha técnica

“Death in Venice”

Ópera en dos actos y diecisiete escenas
Libreto de Myfanwy Piper, basado en el relato Der Tod in Venedig (1912) de Thomas Mann

Estreno en el Teatro Real
Coproducción del Teatro Real y el Gran Teatre del Liceu de Barcelona

Coro y Orquesta Titulares del Teatro Real
(Coro Intemezzo / Orquesta Sinfónica de Madrid)

Ficha Artística

  • Dirección musical: Alejo Pérez
  • Dirección de escena: Willy Decker
  • Escenografía: Wolfgang Gussmann
  • Figurines: Wolfgang Gussmann, Susana Mendoza
  • Iluminación: Hans Toelstede
  • Coreografía: Athol Farmer
  • Dirección del coro: Andrés Máspero

· – ·

  • Gustav von Aschenbach: John Daszak
  • El viajero (viejo presumido, viejo gondolero, director del hotel, barbero del hotel, director de los músicos, voz de Dionisio):
    Leigh Melrose
  • La voz de Apolo: Anthony Roth Costanzo
  • Empleado inglés. Guía de Venecia: Duncan Rock
  • Tadzio: Tomasz Borczyk / Alejandro Pau
  • Pedigüeña: Itxaro Mentxaca
  • Conserje del hotel: Vicente Ombuena
  • Vendedor de cristal: Antonio Lozano
  • Camarero: Damián del Castillo
  • Vendedora de encaje: Nuria García Arrés
  • Vendedora de periódicos y fresas: Ruth Iniesta
  • Otros personajes : Debora Abramowicz
    Miriam Montero
    Alexander González
    Rubén Belmonte
    Elier Muñoz
    Sebastián Covarrubias
    Vasco Fracanzani
    Igor Tsenkman
    Ivaylo Ognianov
    José Alberto García
    Enrique Lacárcel
    Paula Iragorri
    Ohiane González de Viñaspre
    Adela López
    Legipsy Álvarez
    Esther González
    José Carlo Marino
    Oxana Arabadzhieva
    Álvaro Vallejo
    Carlos Carzoglio

 

Desde la Antigüedad clásica, con Fedro de Platón en el vértice, artistas e intelectuales han perseguido el canon de belleza ideal. En el siglo XIX, Thomas Mann plasma sus inquietudes al respecto en el relato La muerte en Venecia. Sumido en un profundo vacío creativo, el escritor Gustav Aschenbach se debate entre las fuerzas contenidas de lo apolíneo y la pasión de lo dionisíaco. El catalizador será el adolescente Tadzio, con el que coincide en su último viaje a una decadente Venecia asolada por una epidemia de cólera, presagio del derrumbamiento de un mundo que ya no volverá (el libro se publica en 1912). En su última ópera, con un nuevo universo sonoro de colores y texturas, Benjamin Britten, el gran heredero de Purcell, refleja la crisis existencial y estética del protagonista a lo largo de 17 escenas en las que se desarrolla un atormentado monólogo interior. La estilizada puesta en escena de Willy Decker –quien califica la obra de “fascinante, llena de ambigüedad y equívocos”– subraya la tensión intelectual y erótica que consume al protagonista, resaltando su lado más onírico.

……………………………………………

Comentario previo

Como digo en el subtítulo: ¿de qué va el arte?, ¿para qué sirve realmente?, ¿cuál es su utilidad?; ¿es el arte algo puro que se eleva por encima de nosotros o sólo el reflejo de nuestras más profundas frustraciones y de nuestro lado más oscuro representado de una forma idealizada, agradable; o no siendo así, de una forma admisible para el resto de la sociedad?; ¿se trata acaso de una forma de desahogo?, ¿de una necesaria salida a los desengaños de la vida?, ¿de una manera de sobrevivir?… sea como sea, lo cierto es que el arte suele ser definido como una forma de expresión (y si nos dirigimos al tema de la necesidad de expresarse, eso significa que hay algo, un asunto que es necesario sacar, no se trata de una frivolidad que ignorar o desdeñar) y que durante toda su historia ha estado girando alrededor del tema de la belleza, de una forma u otra, incluso en su permanente debate de si copiar o no a la naturaleza (¿es la naturaleza o no lo más hermoso?).

¿Pero qué hay en el fondo de todo eso?, tal vez el arte no sea sino una salida, tanto para el artista como para quien contempla la obra, una forma de supervivencia, de animar a seguir. Nos gustan los finales felices porque es como desearíamos que fuese la vida, y muchas veces, nuestros gustos no hacen sino reproducir nuestros deseos de forma indirecta, quizás incluso los más ocultos, a veces, lo que parece más reprimido surge a través del arte (parece que Mann lo hizo a través de su relato, por mucho que su mujer defendiera que su marido no se dedicaba a seguir jovencitos y que no era así en absoluto).

Aunque no debemos hacer nunca un análisis psicológico barato, al igual que con los sueños, las cosas nunca son lo que parecen, y en todo hay que profundizar… siempre y cuando no de miedo adentrarse en los lugares más oscuros y profundos de la psique humana.

La belleza no deja de ser otro tema tan interesante como siniestro; bien es cierto que se puede diferenciar entre belleza y atractivo, la primera, en principio, quizás no produce más que el gusto de la observación; pero el segundo siempre tiene una connotación sexual; ello explica que se pueda tener el uno pero no el otro, ambos o ninguno. ¿O simplemente se nos ha aprendido a desexualizar la belleza?, cuando vemos una pintura con un desnudo, ¿no vemos nada más?, que apreciamos, ¿la belleza de un buen acabado o el desmesurado atractivo de un cuerpo al que sólo le falta la vida?; confieso que yo ha habido ocasiones en las que he deseado besar los labios de una estatua, unido a la fantasía de comprobar si se despertaba y me devolvía el beso. O llevándolo a un contexto más normal y vulgar, cuando vemos una simple imagen publicitaria de una persona bella, ¿qué nos suscita?, si profundizamos en ese sentimiento, ¿que significa, que implica, a dónde nos lleva?, ¿belleza y atractivo son lo mismo o no?… pero no voy a pasar de aquí, ni me voy a extender en reflexiones baratas sobre la belleza, pues grandísimos artistas de todos los tiempos ya han dicho todo lo que yo jamás seré capaz de decir mejor.

También solemos tratar de desligar las obras de los artistas, y yo he dicho en muchas ocasiones en este blog que el arte es lo único puro frente a la impureza del ser humano… quizás porque es la idealización de nosotros mismos, de nuestras mejores y… peores cosas. Todo parece bonito y agradable en arte, incluso cuando no lo es, o no se representa como tal. Quizás sea porque nos han enseñado a verlo así, hemos sido educados en la idea de que el arte es bonito, y que se le puede permitir todo; históricamente, todo lo que se prohibía o no era bien visto, se vio representado en el arte y hoy día más que nunca, quizás reflejo de nuestra propia sociedad.

Arte y belleza, dos intrincados conceptos, tan antiguos como el tiempo (en la prehistoria ya el humano sentía la necesidad de expresarse a través de la pintura en las cuevas), y precisamente por ello, sumamente complejos, enigmáticos, indescifrables, difíciles y… peligrosos, tanto como para romper nuestra doble moral, como para destruír todo lo que concebimos como respetable; quizás porque ni arte ni belleza entienden de eso, siempre han estado por encima del bien y del mal, por más que haya quien les deseara achacar estar en alguno de los dos bandos (especialmente gente religiosa: los partidarios de que lo bello sólo podía ser bueno -santo Tomás de Aquino-; o los que condenaron la belleza como una peligrosa tentación y todo acercamiento a la voluptuosidad como pecado -el monje Savonarola-), siempre han estado equivocados, arte y belleza están por encima de cualquier concepto de moralidad, y quizás ahí, es donde reside mucho de su amenaza; pero en el riesgo y en lo prohibido está el placer, ¿no?; una de nuestras primeras historias (y por tanto formas de arte) va precisamente de eso: Adán y Eva y el fruto prohibido.

Visconti quizás sabía eso muy bien, era probablemente una persona atormentada, contradictoria y compleja, que vivía en múltiples mundos a la vez sin encajar en ninguno; y seguramente entendía a la perfección el concepto de arte, belleza, y todo lo que implica, que yo, he tratado de explicar arriba como bien he podido. Quizás sus películas son la mejor explicación audiovisual de lo que yo he comentado antes: aparentemente son preciosas, bellísimas, muy estéticas… pero siempre tratan temas horribles, desagradables, sucios e incluso vulgares que las personas decentes ni se atreven a tocar y que prefieren evitar o ignorar en la realidad (ahora bien, esos mismos decentísimos presumirán de cultísimos por haber visto una película de Visconti o leer a Mann). Yo siempre he definido a Visconti como un látigo de seda, te azota con mucha fuerza, pero debido al material, resulta ser con una suavidad tan tremenda que ni te das cuenta de lo perverso de la acción; no en vano, una de las películas más desagradables que he visto en mi vida ha sido precisamente “La caída de los dioses”, donde el protagonista no tenía salvación posible, todo lo peor que se pueda ser y hacer en este mundo, lo era y lo hacía él, sin límite: asesinato, pederastia, incesto, violación sexual, maltrato físico y psicológico… y como culminación era un nazi.

Pero volvamos al tema, en la película de “Muerte en Venecia”, que naturalmente se desarrolla en un lugar estético por excelencia, y siempre decadente (cuestión muy del gusto del director y mía); se trata también una historia tan escabrosa como escandalosa, permitidme que lo suelte sin más: la persecución de un preadolescente por parte de un viejo verde, con claros deseos pederastas, que se ha obsesionado con él. He debatido mucho este tema con las más variadas personas, y pocos quieren admitir la crudeza de este argumento; Hasta en las sinopsis que leemos en el programa del Teatro Real se esquiva el tema hablando de la persecución de la belleza… etc (aunque en los artículos los autores tienen que acabar admitiendo, de forma moderadamente subrepticia, las verdaderas y depravadas intenciones del protagonista… hay la necesidad de disfrazar lo imperdonable con la capa artística para que resulte admisible, lo ya comentado), pero, ¿a quién queremos engañar?. Hablando con otras personas me han comentado que no se trata tanto de eso como de una contemplación platónica y del sentimiento del propio chico, del deleite de saberse deseado, pero aquí todos sabemos donde conduce eso… imaginemonos ese argumento tan hermoso, idílico y artístico en la vida real… saldría en los telediarios, y con una detención por medio.

Y a pesar de ello, la película es una delicia, una belleza que se recrea en largos planos en los que todo es perfecto, todo bonito; en los que apenas pasa nada, excepto lo que se insinua, si uno lo piensa, ni siquiera se nos exige que nos demos cuenta de lo que sucede, sólo que nos dejemos llevar… y los amantes del arte y de la belleza, caemos en la trampa, aún siendo conscientes parcialmente del amargo veneno que siempre se esconde tras todo filme de Visconti, tragamos, pues lo hermoso siempre nos subyuga. Otros, simplemente verán una alta cultura de la que presumir; y a otros les aburrirá profundamente y serán incapaces de acceder a ello, no se ha hecho la miel para la boca del asno.

Sin embargo, y sin querer dejarme llevar en esta ocasión por el engaño de la siempre pasajera belleza; no debemos de olvidar que en nuestra sociedad (nuestro país concretamente) se permite legalmente que los niños tengan relaciones consentidas a edades bastante reducidas, con lo que… ¿estamos ocultando algo?. La fascinación por los jovencitos no se queda ahí, sólo hay que echarle una ojeada a la mitología griega o a “Las mil y una noches”, resulta perturbador cuando uno piensa todo eso… también es cierto que la vida en tiempos pasados empezaba antes y acababa más deprisa, por lo que quizás la adolescencia fuera la edad media….

Sea como sea, se habla de un inquietante sentimiento que no se ha mantenido ajeno al arte, ¿es quizás algo incontenible?, ¿algo terriblemente irremediable? (hay pederastas que han declarado que no podían contenerse)… mejor no pensarlo, pero precisamente el arte provoca precisamente eso; quizás también sea un gigantesco látigo de seda, pero mejor enfundado y disfrazado, para que nadie sea capaz de ver las más profundas y terribles perversiones que anidan en el alma humana.

Hablemos pues de algo consentido en nuestra sociedad de hoy día: la homosexualidad; algo aceptado y rechazado a lo largo de toda la historia (por motivos más político-religiosos que otra cosa), y sin embargo siempre presente e inevitable, como la enfermedad y la muerte, y como ellas, profundamente igualadora: puede tocar en cualquier sitio y a cualquier persona, no importan ni lugar, época, condición social o capacidades personales: es algo que se es, y punto, no hay más. Durante mucho tiempo ha estado perseguido (y aún lo sigue estando en muchos sitios), se veía como algo malo… sin embargo eso ha sido superado, hoy nuestra doble moral (un arma de doble filo, muy útil de cara a la protección de otros, porque nadie se atreve a contradecir el juicio social) impone el “no” a la homofobia, aunque siga existiendo, las personas que lo son, se verán obligadas a callarse y a fingir una tolerancia que no sienten (como ya digo, en ocasiones la doble moral es sumamente útil, lo mismo pasa con otros temas como el racismo o cualquier tipo de xenofobia)… y eso se debe a que hemos superado determinados tabús sexuales; ahora bien, ¿dónde está el límite, qué está bien y qué está mal?, ¿existe tal cosa?, ¿es todo lo consentido válido por el hecho de haberlo sido, estamos dispuestos a tolerarlo, o a permitir que no haya fronteras?, terribles cuestiones, aún más terroríficas de abordar con franqueza, veracidad, y sobre todo, éxito; la verdad, pensándolo bien, no creo que nadie pueda responderlas, y mucho me temo, que quizás nunca jamás pueda hacerse.

Y cogiendo también otro tema actual y polémico: la transexualidad; pues se va a permitir los cambios de sexo a personas cada vez más jóvenes; ¿es un gran error o un gran acierto?, ¿a que edad somos conscientes de nuestra sexualidad?, ¿cuando nos queda claro el concepto de identidad y orientación sexual?; se supone que la personalidad se forma en la adolescencia, y se consolida en la primera juventud, sin embargo, ¿son los niños absolutamente puros y no sienten ningún tipo de pulsión sexual?, al menos en los preadolescentes, los hechos parecen demostrar que no (especialmente las chicas, que para eso maduran antes); siendo así, ¿debemos de condenar a una persona a ser quien no es durante una traumática adolescencia o permitirle que se desarrolle libremente?, ¿tiene capacidad para tomar una decisión tan grave siendo tan joven?, ¿qué pasa si se equivoca?; ¿o quizás simplemente deberíamos de respetar la obra de la naturaleza, que por algo lo hizo así, y tradicionalmente la hemos supuesto más sabia que nosotros?….

Quizás ni siquiera haya un bien o un mal, o valores inmutables que estén por encima de todo y sean universales, al fin y al cabo, han ido cambiando con las épocas y los lugares; y nunca han sido los mismos…. Quizás todo sea tan sencillo como que la única regla válida es tratar de evitar el sufrimiento de los demás. Pero desgraciadamente, en la vida nada es nunca tan simple, nunca lo ha sido….

Pero volvamos al tema principal; sí, el argumento de “Muerte en Venecia” es realmente terrible; pero está tan bien disfrazado, y el darnos cuanta de ello sería tan horrible, que es mejor dejarlo en una simple persecución de la belleza, suena mucho mejor que indagar en lo más oscuro de nosotros mismos; porque lo cierto es que, pese a la idea platónica de que la humanidad es buena, lo cierto es que ya decía Woody Allen en “Si la cosa funciona” que todos los grandes regimenes han fracasado precisamente porque se basan en la idea de que el humano escogerá el bien si le dan a elegir… pero lo cierto es que, tristemente no es así; el mejor ejemplo de esto último quizás son las religiones: creadas para asegurarse de mantener a la humanidad bajo raya gracias a unas normas que le obligan a la bondad o a respetarse los unos a los otros (que sin embargo necesitan de una disuasión -al igual que las leyes para que sean cumplidas necesitan de algún método coactivo, nadie las acataría si no fuera por eso, otro buen ejemplo de la maldad humana-: el infierno, una reencarnación poco afortunada… etc… ¡el ser humano necesita forzosamente obtener un premio o un castigo para poder ser bueno!, ¿hay mejor ejemplo acaso de su maldad y de lo interesado que es?), y el hombre es tan pérfido, que ha sido capaz de coger algo bueno, ¡y retorcerlo hasta convertirlo en algo malo! (los fundamentalismos y fanatismos religiosos de toda la historia son el ejemplo más claro de esta cuestión).

Pero mejor no pensar, mejor quedarse en lo superficial, y la belleza siempre lo es; el arte suele pedirnos que pensemos, la belleza jamás; así que cuando se combinan hay que elegir, con todas sus consecuencias, como en toda decisión, cierto; pero esta es una de las más peligrosas que podemos tomar, pues no volveremos a ver el mundo de la misma manera.

Y ahora volvamos a la deliciosa frivolidad del mundo real, y hablemos del teatro en si; aunque por cierto, últimamente en todas mis críticas completas parece que me dedico a hacer un tratado sobre el tema del arte… si acabaré publicando uno recopilando todas estas críticas, y lo titularé como en siglos pasados: “De res artisticum” jajaja.

¡Qué desastre en los guardarropas, no he visto cosa igual!, ahora sólo hay uno, aunque nunca sabes cual, de modo que te andas paseando de uno a otro continuamente, yo no sé para qué tienen contratados a esos chicos que encima se ponen a discutir delante del público hasta que hora tienen que quedarse. Naturalmente, las colas a la entrada y la salida son interminables, y como sólo hay uno para todo el teatro, es un auténtico infierno, cada vez vamos a peor. ¿Por qué no rehabilitan aquellos improvisados en otras plantas?, ¿por qué no hay dos en la baja?, ¿por qué es tan infinitamente difícil que los atiendan dos personas competentes y rápidas?; naturalmente, el público ya empieza a espabilar y pasa de dejar nada en el guardarropa, ¿para qué?, ¿para estar esperando más de media hora antes y después de la representación?, ¡va a ser que no!; es una auténtica pesadilla, tan absurda como inexplicable en este teatro que no debería de tener absolutamente ningún problema en estes temas (aunque sólo sea porque nunca antes los tuvo); yo ni lo comprendo ni lo comprenderé jamás, es una cuestión de gestión básica que está total e imperdonablemente descuidada.

Aparte de lo anterior, parece que la gestión del señor Matabosch va a resultar escandalosa, no por lo que se representa en el escenario, como con el señor Mortier (¡aunque han vuelto los desnudos!, ¡y a porrillo!); sino por lo que lo rodea, la nueva revista del Real está probando ser tan poco informativa y educativa como una de esas revistas que te regalan en cualquier cine, que contienen el argumento de la película y poco más, nulo sentido informativo, y mucho menos crítico; así, aunque el programa sigue manteniendo una buena calidad, la revista empieza a resultar muy poco interesante y nada profunda, y cada vez con menos páginas. Vamos a peor.

Quizás, debido a esa frivolidad y dejadez que está apoderandose de todo el lugar, cual una enfermedad contagiosa, hasta el conferenciante Jose Luís Téllez se está despendolando, ¡Dios mío!, ha pasado de los trajes superformales, y de aparecer todo serio cada día, a vestir corbatas de llamativas manchas azules con pantalones chinos a juego con un tono igualmente indescriptible, ¡madre de Dios!, ¡esto se hunde! (el próximo día aparece con vaqueros rotos, ya te lo digo yo); aparte de su ropa (toda una declaración estética… o desafío, no sabría que decir… espero que tuviera todos los trajes en la tintorería y medio armario, sólo así puedo explicarme lo que vi), su conferencia, excesivamente centrada en los aspectos musicales más técnicos de la ópera, no acabó de gustarme.

También nos encontramos con un nuevo restaurador, Ramón Freixa, sustituyendo al grupo Arturo, como ya sabíamos… de momento lo que ofrece no me convence nada y tampoco me parece que traiga ninguna novedad. Parece que la nueva estapa gastronómica del Real pasará sin pena ni gloria por su historia; por más que el nuevo chef se anuncie a bombo y platillo en el programa y nos recuerde que él también es un asistente habitual… pero mucho me temo que no creo que hable mucho de él en este blog, pues no parece que vaya a haber nada que reseñar.

Para finalizar, destacar que vuelve la Almoneda (la subasta del atrezzo y decorados del Real); que está claro que el año pasado tuvo éxito (bueno, algunas piezas, porque otras he notado que reaparecen, ¡quieren librarse de ellas y hasta han bajado los precios!), puesto que se repite por las mismas fechas. De momento la gente ya anda cotilleando por el teatro, y las mujeres valoran si los vestidos que ven son adaptables para la vida fuera del escenario o no; la cosa resulta graciosa, hay que reconocerlo. En todo caso, no deja de resultar interesante y llamativa esta forma del teatro de conseguir ingresos (y muy aprobable y digna para un teatro público), y tanto o más, que la gente compre, pues no creo que sea por pura mitomanía (no me parece que la gente sea aquí tan fan), pero no acabo de verle el enfoque práctico a comprar algo que es falso, un elemento de decorado literalmente (y que aún así lo pagas carísimo); no sé, yo no lo acabo de ver, habría que preguntarle a los compradores.

Como curiosidad final, hablar del público, el cual, una vez más, al igual que en “Brokeback mountain”, resultó ser de un perfil muy claro, vamos, que había mucho ambiente, no os resultará difícil suponer cual. Realmente el mundo gay es una piña cuando se trata de sus cosas (la mafia del terciopelo, como se bromea en EEUU); lo cual no me deja de llamar la atención, porque, si eres gay, ¿es lógico que estés pensando todo el tiempo en lo gay que eres?, ¿no sería lógico que te aburriera este tema y que te apasionara otro distinto?, no sé, no lo veo, ni me apetece profundizar en la cuestión ahora.

 

Crítica

Por lo general, la ópera del siglo XX, al igual que la música que solemos denominar “clásica” de este siglo, no suele entusiasmarme, al menos no durante mucho tiempo (ya reflexionaba sobre ello en “Brokeback mountain”. Por ello, tampoco Britten (y de hecho, me extrañó mucho que Mann fuera tan fan del músico… en realidad me extrañaba casi que cualquiera pudiera serlo) me suele enloquecer, sin embargo, quizás un sentimiento de fatalidad (tan operístico, Viscontiano, y de esta obra en concreto) acabó conduciendome a querer ver esta nueva producción (aunque me resistí durante un tiempo, ¿eh?). Finalmente no me arrepiento en absoluto, dentro de lo que cabe (leer arriba todos mis sentimientos encontrados y reflexiones atormentadas varias) la disfruté mucho.

Lo cierto es que el libreto, aunque un tanto inconexo, como siempre en Britten, plasma correctamente la historia que se quiere contar, e incluso le aporta cosas; la verdad es que lo vemos todo a través de la mirada agotada del protagonista, que se hunde en la espiral de su propio deseo y culpabilidad, todo lo cual está bastante bien reflejado.

Aunque no hay duda de que lo que mejor lo plasma es la música, para la cual la atonalidad es tan adecuada (aunque Britten tiene la sabiduría de no dejarse llevar demasiado por ello y usar algo de música tonal, pero entendámonos bien, belcantismo no vamos a ver), y manifiesta genialmente la situación del protagonista, sus sentimientos y todo lo que sucede: toda esa tensión, el agotamiento, las casi alucinaciones, el desgaste, la desesperación, la indecisión… toda la angustia está perfectamente plasmada en la brillante música del británico.

Magnífica, realmente magnífica esta ópera, a mí reconozco que me entusiasmó totalmente y me pareció totalmente genial, de hecho, ya no sé con que adaptación quedarme, si con la de Visconti o con la de Britten, que aunque contemporáneas, no se influyeron entre sí, aunque sean igualmente fascinantes.

En lo que respecta a esta nueva producción del Real, la dirección de escena, de un vanguardismo moderado (Matabosch sabe como complacer a su público, así que en sus montajes nunca hay mucho exceso, y los que hay son compensados por otras concesiones… algo que Mortier o no supo hacer o prefirió ignorar) es del por lo visto, premiado por esta misma producción, Willy Decker. Y no es para menos, la verdad es que dentro de su, quizás excesiva simplicidad, se consigue reflejar bien la situación del protagonista y esa historia de obsesión en la que ya nada encaja en su vida, ese destino fatal que le acabará destruyendo; todo ello marcado por una buena escenografía.

No falta polémica, ya lo digo, y como la de los mejores tiempos de Mortier (y sin embargo no hubo ni un sólo abucheo, al final va a resultar que sí estaban organizados); se ve de todo: desnudos continuamente (el actor que hace del chico se pasa media representación en cueros -tiempo en el cual hace cariñitos frecuentemente a parte del reparto-… menos mal que no cogieron a un niño de verdad -Mortier seguro que lo hubiera hecho, ¡qué escándalo! jajaja-); besos y momentos homoeróticos entre el tenor y el chico… etc. Tampoco faltan ocasiones llenas de insinuaciones sexuales y “erótico-festivas”, a destacar el momento en que una manada de chicos desnudos se lanzan sobre el tenor y lo devisten casi totalmente. Pero, por alguna extraña razón, el Real ya no se escandaliza, ¿curioso no?, aunque tal vez tenga que ver con el público asistente (del que comentaba anécdota arriba, en el comentario previo).

Cierto que no faltan momentos vulgares o que rozan esto, pero, ¿acaso el tema no lo es?, sin embargo, se mantiene lo suficientemente bien la estética y el concepto del arte para que resulte soportable; una peligrosa fina línea para que no se perciba lo que realmente se está contando… y que al director de escena le cuesta mantener, y en ocasiones falla, pero en general, consigue lograrlo (al fin y al cabo, sino fuera así, no tendría una crítica completa en Universo de A, sino una express, ¿no?).

El resto del tema técnico está muy bien. Aunque como ya digo, veo un exceso de simplicidad en la puesta en escena; pues no se llega a ver nada de Venecia, es en cierto modo, una idea artística totalmente antiviscontiana (quizás se busca deliveradamente, en cuyo caso, sería bastante poco original, puesto que evitar copiar a alguien, es una manera indirecta de plagio), pues parece buscar exactamente lo contrario: frente al barroquismo, el minimalismo; frente a la estética desmesurada, la simplicidad; frente a la luz, la oscuridad… no obstante, veo muy bien reflejada la idea de la obsesión que carcome al protagonista hasta sus últimas consecuencias a través de la dirección de escena y la escenografía.

Lo que sí me ha desagradado muchísimo es esa costumbre cada vez más extendida (incluso en este teatro) del uso de los altavoces y de grabaciones (en este caso se usa para dos voces); con franqueza, si no puedes disponer de todas las voces o no van a ser en riguroso directo, mejor que no produzcas el montaje, pues es decepcionante, y un escándalo en una casa como la del Teatro Real, que parece entrar cada vez más en la decadencia y en la incultura teatral que se apodera de todos nuestros templos del arte dramático (si ya verás como acabarán vendiendo palomitas también, al paso que vamos).

En cuanto a los cantantes, por desgracia no se puede decir gran cosa de ellos en este tipo de óperas, en general tan poco lucidas para sus voces (con cierta razón y crueldad no falta quien diga que sólo acaban en estas óperas quienes no tienen capacidad para las otras); sin embargo, yo diría que destacaron todos por igual; una buena elección de reparto.

En definitiva; si asumimos lo que implica ver “Muerte en Venecia” (leer comentario previo), si estamos dispuestos a viajar a lo más oscuro del ser humano con el protagonista (y no tomárnoslo en serio, porque si cometemos ese error, apaga y vámonos), disfrutaremos muchísimo de esta nueva producción del Real de una gran ópera de Britten; ahora bien, aseguraos de que después podréis volver a la luz.

 


Archivado en: Teatro

Crítica express: Romeo y Julieta

$
0
0

-Romeo y Julieta: Joan Matabosch parece haberse decidido a eliminar las óperas en concierto (creo recordar que sólo hay esta en la temporada… aunque está habilmente disimulada, ¡o lees el programa general concienzudamente o ni te das cuenta!; era mucho mejor cuando las separaban en categorías, por las que eran escenificadas, y las que eran en concierto), y tampoco me parece que hayamos ganado en aumentar las que tienen montaje… a que va a resultar que Mortier lo organizaba mejor, porque siempre teníamos dos o tres cada año.

Indudablemente se prefieren las escenificadas a las en concierto… aunque bueno, depende de la escenificación. De todos modos, por lo que estamos viendo con la nueva gestión, parece que podemos ir despejando medianamente nuestros temores en ese aspecto, los ultravanguardismos abusivos parecen empezar a parecer cosa del pasado.

Y hablando de escenografía, que cosa más espantosa esa de madera (aparentemente) que ponen siempre detras del escenario en las óperas en concierto, ¡con lo bonito que era ese panel imitando el telón del teatro, desde luego era estéticamente mucho más agradable.

Sea como sea, aunque no he hecho la cuenta, me da que hemos perdido a nivel de número de óperas en la temporada….

Tampoco me gusta esa manía de que las “en concierto” duren tan poco tiempo en cartel (en este caso tres días; aunque hablando sinceramente, incluso las que son escenificadas están también muy poco tiempo para mi gusto), aunque supongo que se trata de una cuestión organizativa imperativa que no tiene mucho remedio… pero la verdad, no es agradable para el público.

Y antes de comenzar la crítica no quiero dejar de referenciar la peculiar obsesión que parece tener el Real con “Romeo y Julieta”, en pocos años ya la hemos visto, aunque en versión ballet, esta y esta otra vez.

En cualquier caso, aunque supuestamente esta es una ópera en concierto, os toparéis con la sorpresa de que… ¡los cantantes actúan!; ya ves que ironía, a veces resulta difícil verlo en las óperas montadas, y aquí, sin nada más que la orquesta, coro, y director detrás; los cantantes deciden hacer su propia dirección de escena (no hay referenciado ningún director, por lo que se deduce que la iniciativa ha partido de ellos), y salen muy bien parados, ¡todo un bravo para ellos, que nos han permitido vivir mucho mejor de lo esperado la inmortal historia de Romeo y Julieta!.

Aunque, hombre, siendo sinceros, hay veces en que el tema, debido a la falta de recursos, canta un poco (nunca mejor dicho jajaja); por ejemplo en los duelos que se desarrollan así: mirada fulminante dramática, uno levanta la mano, y el otro, “¡oh, diablos, me has herido!”; o Julieta hablando de clavarse una daga que no está empuñando… es un poco cómico a veces (démonos cuenta de que sólo cuentan con su cuerpo, no tienen escenografía, ni atrezzo, ni vestuario -excepto Yoncheva, que se molesta en hacer un cambio entre acto y acto-), pero aún así se aprecia mucho el esfuerzo, no tenían porque hacerlo en absoluto, podrían estar delante de un atril como hacen tantos otros, no tenían la más mínima obligación y se han molestado en montar por su cuenta la ópera entera (por otro lado, el hecho de intepretar los personajes también creo que favorece mucho a su canto al final; que algo sea técnicamente perfecto no significa que vaya a emocionar más). Lo dicho, ¡un bravísimo para ellos!, y ya sólo por eso, aumenta mucho el interés por ir a ver este espectáculo, pues tiene un extra inesperado que se debe de aplaudir muy merecidamente.

En lo que respecta a la ópera en sí, bueno, el libreto es un “resumen-mal corta y pega” del Romeo y Julieta de Shakespeare que incluye sus highlights (mejores momentos; es más, hay diálogos y frases plagiadas con mucho descaro); y que no termina de funcionar, bastante mal estructurado, se salta partes, no profundiza en los personajes (lo cual no deja de ser llamativo en una ópera, que precisamente ayuda mucho a eso)… en definitiva, si no fuera porque conocemos la historia original, muchas personas se quedarían con una cara así en plan de “¿pero qué me han contado?”, ciertamente, el libreto no consigue evocar la magia de Shakespeare, por más que le muestre admiración, tal vez se deba a que, todo lo encantador, si lo tocas demasiado o lo modificas como no debes, se marchita, del mismo modo que pasa cuando arrancas una flor (aunque, para ver algo infame e imperdonable que le han hecho a Shakespeare, mejor ved la crítica de “Sueños y visiones del rey Ricardo III” en la sala principal del teatro Español).

De hecho, la gran paradoja y profunda ironía del libreto, es precisamente que las escenas que se inventa (sí, atención, reinventa a Shakespeare… lo que hay que ver) son de las mejores de la función, pues lo plagiado a menudo resulta vulgar y una mera resaca del auténtico buen recuerdo de la obra original. A destacar el momento en el que padre Capuleto va a conducir a su hija Julieta a su boda y esta sucumbe ante el narcótico que se acaba de tomar; o la curiosa decisión dramática de que Romeo y Julieta puedan hablar por última vez y decidir conjuntamente morir (en el original se van encadenando una serie de tragicas situaciones y los amantes nunca vuelven a verse). Y aunque apruebo el final a nivel musical (tan pacífico, tranquilo y mortuorio); creo que hubiera quedado mejor y sido más espectacular si se respetara el original con su lección correspondiente (¡imaginadlo, todos los artistas -coro incluído y la orquesta a todo trapo- cantando a la vez en un gran finale!; pero mucho me temo que los libretistas ya nunca podrán saber de esta mi sugerencia).

La música de Gounod salva sin embargo el defectuoso libreto de Barbier y Carré; sou unas melodías bellas y románticas, apropiadas para el caso. Aunque personalmente, y salvo determinados momentos, tampoco me enloqueció, fue agradable, bonito para ese momento, pero nada más. A destacar la múltiple música danza que contiene (dan ganas de ponerse a bailar con tanto vals y tanto madrigal).

En cuanto a los detalles concretos de esta producción en concierto del Real: el coro, como casi siempre estuvo espléndido. Pero la orquesta destacaba muy especialmente, magníficamente dirigida por Michel Plasson, un director musical que me entusiasmó, de lo mejor de la función.

En lo que respecta a los cantantes, bueno, una vez más destacar su esfuerzo en interpretar a sus personajes a pesar de ser “en concierto”, y refiriéndome a cada uno:

Roberto Alagna, es probablemente el gran nombre de esta producción (cuestión clave de la nueva política de este teatro y su director artístico; si Mortier tenía sus favoritos y sus preferidos y eran estos los que conseguían trabajo; con Matabosch la idea es conseguir grandes nombres que atraigan público, como ya comentabamos anteriormente), el divo que todos quieren ir a ver, no es para menos, ya es un gran nombre de la ópera. Pero a mí no me terminó de convencer, vi técnica, preparación y años de profesión; en definitiva, bagaje… pero ni una voz especial, ni nada que me conmoviese especialmente. ¿Bonito y agradable de oír?, desde luego; ¿especial y extraordinario?, yo no lo veo.

La que sí me impresionó más fue Sonya Yoncheva en su papel de Julieta, no me dejó pegado al asiento todo el rato, pero sí que me llegó.

El resto del reparto estaban igualmente bien y cumplían muy eficazmente su función (aunque no quiero dejar de destacar a Joan Martín-Royo, fíjaos en su entrada, es de lo más cómica por su sobreactuación, va mirando a todos los lados continuamente, y parece estar preguntandose “¿dónde estoy?, ¿dónde estoy?, ¿en qué lugar me encuentro?, y ¿por qué hay tanta gente aquí?”, dan ganas de subirse al escenario y decírle “oiga, está usted en el Teatro Real, esos de ahí son la orquesta y el coro, a este lado está el público… y por cierto, se supone que usted tiene que cantar ahora” jajaja).

En fin, y ahora hablemos un poco del teatro como siempre.

Decir que he encontrado guardarropas en los pisos intermedios y que a todos los trabajadores se les ve más ágiles (te meten algo de prisa, con no muy buenos modales, pero mejor eso que pasarse la vida entera esperando, que remedio, no dan más de sí). Sin embargo, como uno nunca sabe si va a haber más que el guardarropa de la planta baja, o no, pues siempre es algo caótico; deberían de señalizarlo o algo, no es tan difícil. En cualquier caso, todos ganaríamos si hubiese varios guardarropas (incluídos los improvisados) en la planta baja, al fin y al cabo, todos tenemos que pasar siempre por ahí, a la entrada y a la salida; de modo que, según mi idea, si hubiese los que ya hay a las entradas de Carlos III, y Felipe V, y además dos anexos improvisados en la entrada principal (en la esquina donde tenían antes el de Premium y en la del otro lado), todo estaría mucho mejor organizado. Es lógico y lo más práctico, eso de que el guardarropa esté en diversas plantas es muy lioso e inseguro.

Y ya no mencionemos lo de las conferencias que andan subiendo y bajando como un ascensor… ¡que vuelvan a los salones de Carlos III, pero es que ya!, ¡nunca dejaré de reclamarlo!, así nos evitamos los nervios, las eternas peleas ascensoriles y los apretujones (como en el metro) para salir de la Gayarre.

A todo esto, nunca comprenderé porque no hay conferencia ni en las óperas en concierto ni en los ballets (donde lo único que ponen es el estandarte de Loewe… ya podían patrocinar también las conferencias y poner menos decoración publicitaria), ¿qué pasa, que son menos importantes o qué?. desde luego, esta actividad es una de las mejores cosas de este teatro e, independientemente de que unas veces Jose Luís Téllez me guste más que otras (aunque por lo general, trato de acudir siempre a sus charlas, y suelo aprender mucho, como la gran mayoría de los vedaderamente interesados en el género lírico), su labor al frente de esta actividad indispensable es muy encomiable; y el público lo agradece de forma evidente; además siempre hay gente (incluso cuando muchos no saben de esta actividad, porque no está nada bien difundida, en taquilla muchas veces no te saben concretar si habrá o no, y por si fuera poco la hacen en la Gayarre con lo que tienes que volverte loco para llegar a tu sitio a tiempo mientras oyes la musiquita que te anuncia los pocos minutos que te quedan… desde luego quien va, es porque realmente quiere, por casualidad desde luego que no -otro motivo para que vuelva esta actividad a los salones, de ese modo, es más sencillo que se entere gente que no lo sabe-). En definitiva, ¡deseamos a nuestro conferenciante en todas las funciones!, ¡a él o a otro! (si él no puede o no se ve capacitado), ¡pero queremos nuestra experiencia cultural completa!.

Afortunadamente, en este caso, el esplendidísimo artículo de Gabriel Menéndez del programa de mano compensó en parte la falta de lo anterior… pero como la revista (como ya he estado comentando últimamente) cojeaba, y mucho, a nivel de información… pues la verdad es que el conjunto se ha quedado considerablemente escaso para profundizar en esta ópera (sin mencionar que esta vez sólo había un artículo en el programa, normalmente siempre hay más, ¿qué está pasando aquí que están rebajandolo todo?. Eso sí, me encanta su estética y las imágenes que escogen para él).


Archivado en: Teatro

50 sombras!

$
0
0

Citando el propio musical: “puede que haya quien diga que es una mierda… ¡pero a veces la mierda está bien!”

Sinopsis y ficha técnica

“50 SOMBRAS! El musical”, es la comedia original de la novela erótica actual más influyente: 50 sombras de Grey.

Con más de 60 millones de copias de libros vendidas en todo el mundo, esta trilogía es, sin duda, la historia de amor y sexo que más ha dado que hablar en mucho tiempo.

Lo que se cuenta en el libro ya todos los sabemos… Pero, ¿cómo lo han vivido los fogosos lectores y lectoras que andan repartidos por todo el mundo? En “50 SOMBRAS! El Musical”, vivirás, o mejor dicho, revivirás todas esas sensaciones, pensamientos y pasiones desenfrenadas que sentiste mientras leías el libro.

Todo comienza cuando tres amigas (Pam, Carol y Bea) forman un club de lectura y, una de ellas, decide llevar “50 sombras de Grey”. Esto desata la imaginación de las lectoras quienes, al igual que Anastasia Steele, comienzan a buscar a su Diosa Interior. Leyendo el libro, descubrirán el oscuro universo de Christian Grey, un atractivo multimillonario obsesionado por dominar a Anastasia.

Un espectáculo con divertidos números musicales, esposas, mucho cuero y sin pelos en la lengua… ¡O con ellos! Donde no faltarán las escenas más subidas de tono pero bajo la particular y divertida visión de nuestras amigas del club de lectura.

“50 SOMBRAS! El Musical” ya ha sido estrenado en Estados Unidos, Alemania, Holanda y Francia con un grandísimo éxito de crítica y público y, ahora por fin, llega a España. Se representará a partir del 8 de octubre en el Teatro Nuevo Apolo de Madrid.

*No recomendada para menores de 16 años.

……………………………………………

Comentario previo

En primer lugar decir, que, al igual que he hecho en el título, nunca escribiré esa coletilla de “el musical” que se pone tanto ahora justo después del título, me parece una cursilada y una vulgaridad absurdamente extendida, que no se hace en ningún otro género (os imagináis “Un tranvía llamado deseo, el drama” o “La importancia de llamarse Ernesto, la comedia”, ¿ridículo, no?), y aunque puede ser medianamente útil para diferenciar las obras musicales en la cartelera, a la hora de la verdad, los auténticamente buenos, no necesitan que los definan porque ya son conocidos como tales (a nadie se le ocurre poner “Cats, el musical” o “Los miserables, el musical”).

Hace muy poco (en mi crítica de la ópera “Muerte en Venecia”, concretamente), reflexionaba en este blog acerca de como al arte y a la belleza se les permite todo, incluso lo que se suele condenar socialmente (que suele ser más grave que una condena penal… pero dejemos el tema, que ya lo tratamos medianamente aquí).

Salvando, mucho, pero que mucho las distancias (y tranquilos, no voy a ponerme con grandes reflexiones en esta crítica porque este blog perdería definitivamente toda credibilidad… sin mencionar que esta obra ni lo merece, ni lo admite por sus características), quizás el libro “Cincuenta sombras de grey” camina por los mismos senderos.

Desde luego, nos podemos quedar en lo superficial, y decir que simplemente se trata del escándalo; no en vano, la gran mayoría de los best-sellers de los últimos años han vivido de eso; sino, recordemos algunos: la saga Harry Potter con su aire de novelita infantil y su colegio de magia, pero sus muertes continuas o su fondo adulto; “El código da Vinci”, con sus críticas a la Iglesia católica y su cuestionamiento de la religión; la saga Crepúsculo, con las obsesiones sexuales de la protagonista; la saga Millenium, con muchísima violencia (incluso sexual); y ahora, la saga de Cincuenta sombras, que nos sorprende con su interés por el sexo extremo.

Veamos lo que tienen en común: todas ellas son accesibles y fáciles de leer, y aunque tampoco se puede decir que estén muy bien escritas, son sumamente simples; además son libros gruesos, aunque con letras y márgenes enormes (para que de la impresión de que es un libro de entidad, y de que la persona que es propietaria del objeto lee… aunque casi siempre se venden en ediciones de bolsillo); están pensados como sagas de varias entregas para seguir explotando la gallina de los huevos de oro… etc; pero sobre todo, se salen de la línea, se dirigen hacia lo escandaloso o políticamente incorrecto para llamar la atención, y a partir de ahí, público, pues a todos nos encanta cotillear, y conocer el nuevo escándalo; y si es un libro, además parecemos cultos.

Seguramente, muy pocos de estos best-sellers (libros más vendidos) quedarán para la historia de la literatura y acabarán por desaparecer entre las brumas del tiempo (y de hecho, de muchos de ellos casi seguro que ya no os acordáis ni ahora, ¿entendéis ahora su escasa relevancia?, aquel libro del que tanto se habló, el que tenía que leer todo el mundo, que estaba presente en todas las conversaciones, el imprescindible… ha pasado a mejor vida, como toda moda, si ya lo decía Coco Chanel); sin embargo, el ahora es el ahora, y lo cierto es que, como bien dicen en sus portadas (en una magnífica campaña publicitaria, todo lo hay que decir) los libros de “cincuenta sombras”: “sí, este es el libro del que está hablando todo el mundo”.

¿Pero es sólo el escándalo?, ¿simplemente nos divierte y nos llama la atención lo prohibido, y el hecho de que haya un libro que trate, de forma novelística (formato imprescindible para conseguir una sola venta) la temática del sexo sadomasoquista? (por cierto, con las temáticas que estoy tratando últimamente en el blog, WordPress me lo va a poner con advertencia de para mayores de 18 jajajaja), o en cambio, ¿se trata de algo más profundo?, ¿existe una curiosidad, un deseo de explorar eso?, ¿está nuestra sociedad reprimiendo algo?. Sea como sea, lo cierto es que sexo y violencia siempre han vendido; y desde muy antiguo se ha hablado del eros (el amor absoluto, la capacidad de creación) y del thanatos (la capacidad de destrucción absoluta) y de como conviven y pugnan en nuestro interior.

En definitiva, ¿qué dice el triunfo de “Cincuenta sombras de grey” de nosotros como sociedad?, ¿qué significa o que implica?; ¿y del resto de los demás best-sellers?, no hay duda de que se trata de un apasionante estudio psico-sociológico.

Aunque hay algo que yo, ya sí he estudiado en mis entornos de forma no profesional (obviamente); lo cierto es que las personas que leen best-sellers suelen ser de perfil más bien bajo, escasa cultura, no muy habituados a leer, y no suelen contar con grandes referencias literarias en toda su biografía (en cualquier caso, pensemos, ¿alguien consideraría culto a una persona que sólo mencione best-sellers entre los libros que lee?, seamos sinceros, todos sabemos que no… en el fondo nos damos cuenta de que eso no es leer de verdad)

Sea como sea, el triunfo de este libro ha provocado, entre otras cosas, que pronto vaya a haber una película muy esperada (Hollywood no se pierde ni una, a pesar de la mojigatería americana, ya lo dice la canción, “el dinero hace al mundo girar”), y ahora también hay… musical, recién llegado a España tras su paso por otros países.

Sin embargo, este musical no es una adaptación del libro, sino una parodia de este (quizás porque no habría quien se tomara el libro en serio en un escenario), lo que parece demostrar que los creadores son grandes fans del fenómeno literario, pues las mejores parodias suelen hacerlas precisamente los que mejor conocen aquello de lo que se burlan (precisamente porque entienden a la perfección sus virtudes y defectos).

La parodia es un género muy agradecido, y bien hecha, siempre suele dar un resultado maestro (aunque el de la crítica que escribo no es exactamente el caso); pensemos en nuestra más grande obra literaria de todos los tiempos “Don Quijote de la Mancha” (se burla, y de una manera genial, de los libros de caballerías); o volviendo al género musical, la exitosa y multipremiada “Los productores” (que parodia los musicales de Broadway y a todos aquellos que forman parte de él), quizás porque siempre demuestra una gran sabiduría saber reírse de uno mismo, o, tal vez, porque con humor se digiere mucho mejor aquello que, dicho en serio o de forma dramática, resultaría demasiado desagradable (pensemos en las reacciones hacia “El crepúsculo de los dioses” de Wilder, por ejemplo).

Y sin embargo hay que ser muy cautos con el tema del humor, que es algo tan peligroso como los otros temas de los que últimamente hemos estado hablando; no es para menos, cualquier humorista puede decirte que el humor es algo muy cruel (casi siempre se basa en la desgracia ajena); y aunque quizás siempre ha estado más controlado, a menudo resulta difícil decir donde están sus límites (pues la verdad es que, para bien o para mal, no posee delimitaciones naturales, eso está demostrado) y ha resultado necesario incluso marcar tipos (humor blanco, negro, verde…) y definirlos; además de que todo el mundo sabe que, como dice el dicho, “entre broma y broma, la verdad asoma”, quizás por eso en ocasiones se le tiene tanto miedo, porque nunca termina de ser lo que parece.

¡Pero vamos a dejar las reflexiones profundas que había prometido no hacerlo en esta crítica y esto ya parece una broma!, ¡vamos!.

También comentar que me fue casi imposible encontrar referencias (no sospechosas, algunas hasta diría que no habían visto la obra pues sólo mencionaban escenas de los vídeos que se pueden ver en internet) de esta obra… y lo que encontraba era tan desigual… quizás eso ayudó a bajar al máximo mi expectativa, pues iba temblando ante lo que iba a ver, ya que suelo ser sensible hacia lo vulgar, o al menos hacia la vulgaridad gratuíta, bueno, dejémoslo en hacia lo gratuíto sin más.

Por otro lado decir, sobre todo debido a esa enormísima falta de información y las múltiples contradicciones, que la obra dura cerca de dos horas y no tiene entreacto (de hecho, yo me pasé todo el rato esperándolo… y cuando me di cuenta, ¡había terminado!; eso sí, se pasa muy rápido, todo lo hay que decir).

Aunque quizás no sobra comentar, que muy en parte, la desconfianza de todo lo anterior estuvo potenciada por la cierta necesidad de cautela que me produce el teatro donde se representa; un lugar que tuvo hace años una espantosa y extremadamente decepcionante producción de “Cantando bajo la lluvia” (ahora sé que no se trataba tanto del sitio como del director, Ricard Reguant, error en el que caí alguna que otra vez… pero nunca jamás). Pongo este ejemplo, pues con demasiada frecuencia, este teatro tiene más ínfulas de las que debería. Me explico, a menudo hay montajes en este lugar, especialmente si son musicales, promocionadísimos en prensa y muy publicitados… pero casi nunca dan la talla.

Lo cierto es que este teatro se refleja perfectamente a si mismo urbanística y arquitectónicamente: pretende ser un gran teatro de musicales carísimos de la Gran Vía, y sólo está en un barrio bastante bajo y deprimido (¡en la plaza Tirso de Molina hasta se venden banderas y productos republicanos en fin de semana!, ¡hay pocas cosas más bajas y miserables que esa!); pretende ser un gran edificio, pero hace mucho que se ve que está en decadencia (no le iría mal una restauración); ¡hasta el nombre!, “Nuevo Apolo”, haciendo referencia al gran coliseo del género zarzuelístico, una y otra vez citado en cualquier libro sobre música lírica, no es más que una copia, un recuerdo de lo que fue un gran templo del arte dramático, que ni siquiera estaba cerca de allí, sino en la calle Alcalá por el principio de la Gran Vía….

Con frecuencia sus montajes son pobres (y este, en ciertos aspectos también es así, en la crítica hablaré con más detalle de ello), aunque sus precios no son todo lo ajustados que deberían (y es mejor esperar todo esto así para evitar decepciones); lucen grandes nombres que ocultan un fondo de gran simplicidad, el mejor ejemplo a ese nivel, otro espectáculo que tuvo lugar aquí: “Avenue Q”, muchos Tonys, la gran vencedora frente a “Wicked”, pero, independientemente de su calidad global final (que la hay, y mucha), su humilde origen off-Broadway (fuera del gran circuito teatral de los lugares carísimos, vamos, como la mayoría de los teatros de fuera de la Gran Vía en Madrid) es innegable.

Un buen ejemplo en este espectáculo son los precios de algunas zonas determinadas o el invento de “la butaca Grey”, un sacacuartos demasiado descarado y en el que, salvo empresas (creo que el montaje tiene algún tipo de apoyo de ese tipo, pues vi demasiada gente que se conocía entre sí el día que fuí; sin mencionar que el director contaba en una entrevista lo difícil que es ir a taquilla) no creo que nadie caiga. Seamos realistas, estamos hablando de un montaje de Fringe, no se puede exigir el precio de un gran musical a un producto que ya ni siquiera se considera a si mismo como tal, ni ha sido creado para eso, ni pretende serlo (leer la crítica para más detalles).

Y para más inri diré, que a pesar de que en la mayor parte de los sitios veréis que los precios son “a partir de 25 euros” (lo típico), es mentira, ya que no venden entradas de anfiteatro para este espectáculo (para las cuales sería precio habitual en este teatro); por lo que ningún precio baja de 30 euros (aunque se pueden encontrar reducciones mínimas en algunas webs -tipo “Atrápalo”- en determinados días… a cambio de las típicas butacas espantosas y ladeadísimas); está claro que han querido asegurarse una recaudación mínima.

Y del personal no sabría muy bien que decir; la taquillera (aunque, tal como viste, parece la actriz principal del teatro) no tiene muchas ganas de trabajar, evidentemente no ha ganado un concurso de simpatía (lo dicho, será la prima donna jubilada), y despacha a la gente, literalmente. En cuanto al personal de sala, no sé que te diga, por una parte muy bien porque si hay sitio te dan butacas en la platea (aunque a lo mejor es para evitar abrir el entresuelo sin necesidad), pero tampoco son ningún encanto, ni parecen ser el colmo de la eficiencia, y por más camiseta del espectáculo que lleven, se les ve muy poco motivados. Además, de mis recuerdos de pasadas veces, tampoco tengo yo la imagen de una gran amabilidad o simpatía.

Todo ello sin mencionar que por aquí también se ha expandido esa burda incultura teatral de las palomitas que campa a sus anchas por todos los lados, ¿es que la gente ya no sabe ni ir al teatro?; por fortuna, no recuerdo ver a nadie con ellas ni con bebida. Pero que falta de clase.

Tampoco me parece bien que ni siquiera te den un minúsculo programa de recuerdo; vale que es un teatro privado y no tiene porque elaborar un programa de mano elaboradísimo como sí vemos en los teatros públicos (también es lo mínimo que deben hacer, de alguna forma tienen que legitimar su estatus); pero por favor, un mínimo sería muy agradecido por el público, ya has comprado la entrada, ¡no es cuestión de sangrarte por todos los sitios y que tengas que adquirirlo todo, por favor, alguna deferencia hacia el público!.

Quizás todo lo anterior, se deba también a que se ha perdido esa cultura teatral del acudir a un gran sitio, de calidad, en donde todo son atenciones, amabilidad y se respira lujo por doquier… sin embargo, yo estoy convencido de que el haber recortado en ese tipo de cosas es precisamente lo que ha rebajado tanto la actividad teatral, y lo que la ha reducido a nada, al fin y al cabo, la gente se comporta de acuerdo al sitio al que van. Un buen ejemplo de esto son determinados restaurantes de requinte madrileños (quizás algún día cite nombres), que se han quedado en un recuerdo decadente por el simple hecho de que han perdido las formas totalmente: ni cuidado en el servicio; ni código de vestimenta… etc. Lo mismo pasa en el teatro, pero más llamativamente, al paso que vamos, no se va a diferenciar mucho de ir al cine (otra actividad social que perdió todo su glamour hace mucho, mucho tiempo, y de la que apenas queda algún resquicio en nuestra capital del Reino, en alguno de los palacios del cine que aún sobreviven milagrosamente y por suerte).

 

Crítica

Como comentaba antes, este musical es una parodia del libro “Cincuenta sobras de grey”, bueno, aunque no llega a ser una adaptación cómica, digamos que es una parodia del total.

La historia parte de un muy buen punto, unas marujas (gran sabiduría del libreto, uno de sus puntos más divertidos; y lo que comentaba antes, que deja muy claro cual es el perfil de los lectores de este libro) montan un club de lectura, en principio proponen libros más o menos imaginables… pero una de ellas tiene preparado el del escándalo.

A partir de ese momento, y a través de su perspectiva (siempre muy divertida) vamos deshojando el libro (o al menos algunas de sus partes).

Tal vez, si la obra se hubiera enfocado más desde la perspectiva marujil; el como influye en sus vidas, lo que implica para ellas en su rutina y cotidianeidad el saber de ese mundo tan alejado y apartado de lo que les estaba destinado o de su educación, y todo eso; hubiera sido una obra seria que funcionaría muy bien, e incluso una obra maestra, pero el texto prefiere concentrarse en parodiar las cosas más tontas y evidentes del libro.

Vamos a entendernos todos aquí y a hablar claro desde el principio, pues será mejor: el musical de “50 sombras!” no es una obra maestra ni pretende serlo; es más su gran inteligencia consiste en que no se toma en serio, ni a si misma, en ningún momento; no es pretenciosa (a pesar de que fue estrenada en el “Fringe” británico; parece que los cursis son patrimonio especial nuestro), es consciente de que es un mero divertimento, flor de un día, y de una moda pasajera… (aunque también os digo algo, la zarzuela “La Gran Vía”, también nos habla, del actualísimo tema en su momento, de las protestas por la demolición de casas para construír la Gran Vía madrileña… y cientos de años después -cuando la propia Gran Vía está en peligro, como publicabamos hace poco, ¡que irónica es la vida!-, aún se sigue representando -de hecho, volvió al Teatro de la Zarzuela hace pocos años con una muy buena nueva producción-; y la verdad, seguramente tampoco se tomaba muy en serio a sí misma).

Y debido a esa gran sabiduría, a que sólo quiere hacer reír a aquellos que leyeron el libro (y ya de paso, también a los que no, pues una parodia se entiende mejor conociendo el producto de origen, pero el humor es universal, algo gracioso lo es en cualquier lado), y ninguna otra cosa, sale adelante.

Por cierto, también comentar que el libro no es lo único que se parodia, el género musical también es caricaturizado: de forma general, por ejemplo los momentos del personaje de Anna imitando burlonamente la tradicción broadwayesca de la canción “yo quiero”, o el estilo de Alan Menken y sus musicales cinematográficos de Disney en la década de los 90; y de forma concreta, títulos como “El fantasma de la ópera” (en la mejor parodia que he visto en mi vida, cuando Grey se lleva a Anna a su “guarida”, y ella vomita al final de unos intentos de gorgorigos operísticos jajajaja), “Los miserables” o “Mamma Mía”.

Por tanto, a pesar de que la historia parte de un punto muy bueno, el desarrollo es bastante deficiente; lo cierto es que el libreto no está bien escrito, ni el argumento bien trazado, hasta me atrevería a decir que no hay mucho. Se trata más bien, de una serie de situaciones cómicas hiladas, una tras otra, de una forma bastante ligera. Por supuesto, no hay la más mínima profundización en los personajes, algo que se nota especialmente en un forzado final en el que todos “consiguen lo que quieren”, aunque no te acaba de encajar, básicamente porque te das cuenta de que no se han molestado en contarte lo que era; entiendes que lo que hicieron es: “había que acabar la obra y se acabó”.

Aunque quizás haya que buscar mucha parte del origen de las deficiencias del texto en el material de partida, la novela (pero tampoco creo que haya que exculpar totalmente a la obra de sus defectos; muchas novelas de caballerías estaban lejos de la perfección, y el Quijote rebosa maestría igualmente).

Sin embargo, como ya he dicho, ello carece de importancia, porque no debemos de buscar grandes profundidades en una obra como esta, donde ni están, ni se las espera, y mucho menos se las ha de escudriñar, pues es tratar de encontrarle los tres pies al gato vanamente. Como ya he dicho, no es el objetivo de la obra.

Tampoco debo de engañar acerca de un asunto que sí, ha sido tratado ampliamente por opiniones en internet: la obra llega a ser vulgar (y no lo oculta, sabe que tema trata y lo explota en todos sus frentes), profundamente, a nivel de lenguaje, gestos, tiene momentos muy chabacanos… pero a su lado hay otros muy ingeniosos y más de alta comedia; si bien no llega a ser en plan película de Grace Kelly (sería ya muchísimo pedirle), lo cierto es que el aspecto ordinario no debería de ser un factor disuasor a la hora de decidirse a verla; si tenéis dudas, os sugiero que veáis el vídeo del número musical “La habitación roja”, si conseguís superarlo, no veréis nada mucho más grave ni desagradable que eso; pero si no es así, ¡huid!. De todos modos, lo dicho, dentro de que la temática principal sea el sexo (y una filia muy concreta), no se trata de un humor intolerablemente escatológico o algo que pueda resultar muy desagradable; digamos que hay concesiones para todo el mundo, para las mentes más soeces, pero también para las más finas, es una especie de compendio no censurado (lo dicho en el comentario previo, el humor difícilmente tiene límite). A mí no me desagradó mucho, aunque en parte ya iba preparado para ello.

Y ahora hablemos de lo que es sin duda lo mejor de esta obra: la música; con unas melodías fantásticas, muy del estilo del género musical (como ya digo, no deja de parodiarlo también) y además muy pegadizas (yo aún sigo cantando algunas… ¡y lo que es peor, no he conseguido encontrar ninguna grabación por internet!); son extremadamente disfrutables, bonitas, agradables… y muy divertidas, por supuesto, recuerdan, salvando mucho las distancias; al estilo de la búsqueda de lo inesperado de Mel Brooks y su “Los productores”; quizás un poco más en su estilo off-Broadway y temática, a “Te quiero, eres perfecto… ¡ya te cambiaré!”, pero sobre todo y ante todo, a “Avenue Q” en su brutalidad, descaro y pocos pelos en la lengua; ya hemos hablado del libreto, podéis suponer como serán en parte las letras, que las ha hecho la misma persona (por ejemplo, más o menos, canta el personaje de Pam en tono de balada: “abre el libro, entre las páginas descubrirás qué… (cambio de ritmo a rock) ¡están cachondos!, ¡y sexys!, ¡y le dan, y le dan sin parar!, ¡están cachondos!”)

En lo que respecta a esta producción que podemos ver en el Teatro Nuevo Apolo (aunque pronto será aplicable a más sitios, pues por lo visto la obra va a salir de gira por España), no parece el habitual montaje que reproduce tal cual el original sólo que traducido, hay muchos localismos y adaptaciones para el público español (quizás el montaje original también los tenía en versión extranjera; aunque la verdad, yo no trago al personaje andaluz, me resulta insoportable tantísimo topicazo… hasta el giro final -que hubiera sido mejor si se hubiera hecho antes- donde por primera vez el personaje de Jose merece la pena), algunas más afortunadas que otras (puesto que, por lo general, estas cosas no suelen salir bien, meter la mano en algo que ya funciona a menudo acaba en desastre); pero en general, una vez más, esta producción tiene también la inteligencia de saber reírse continuamente de si misma (por ejemplo, cuando empiezan a describir a Christian Grey según el libro… y el actor no se parece en nada) y de sus propios defectos, de ahí que consiga mantener la calidad del original, y quizás incluso mejorar en algunos aspectos.

En cualquier caso, lo primero que debo advertir es, como ya he venido insinuando y comentando más arriba, que no nos debemos esperar una grandísima y espectacular superproducción que nos deje anodadados (eso es una de las pocas cosas que quedan claras leyendo opiniones en internet); así, no hay grandes cambios de escenario (directamente no los hay); no encontraréis escenografías o vestuario espectacularísimo… etc. Bien es cierto que se hace un buen juego con la iluminación y con proyecciones, que da muy buen resultado, pero ahí se queda todo, la simplicidad es la norma, no diría que todo queda en manos de los actores como comentan muchos, pero sí una parte proporcionalmente más importante que en otros montajes.

No debemos olvidar el origen de este musical, que fue en el festival de Fringe de Edimburgo, un festival de teatro independiente de origen escocés (pues nosotros también tenemos el nuestro, la franquicia); de hecho, no me resulta difícil imaginar como surgió la idea del musical del que hago la crítica: un par de colegas medianamente metidos en el mundo de la farándula se reunen, comentan el libro, y se ponen a cachondearse del tema; de ello surge la idea de hacer un musical, algo pequeño y que no sea muy difícil de hacer, para que todo el mundo pueda reírse también; juntan gente, y en poco tiempo estrenan en Fringe… pero sopresa, ¡es un bombazo!; unido al éxito del libro y a la expectación de una próxima película (sí, es un poco parasito este musical, ¿pero acaso no lo fue la Gran Vía de Chueca en cierto modo?), la obra es un absoluto éxito inesperado que pocos años después empieza incluso a cruzar fronteras… ha nacido una estrella.

Pero al igual que “Avenue Q” no es capaz de disimular su origen off-Broadway; tampoco lo es “50 sombras!” (originalmente “Cuff me”, es decir, “espósame”; el cambio del nombre es obviamente comercial, para atraer al público que conoce el libro) de disimular su nacimiento en Fringe; así pues, encontramos gran simplicidad en el montaje, pero ello no significa que este no sea eficaz y que no cumpla su propósito final, un buen ejemplo es una orquesta, que se reduce a cuatro músicos (nos los llegan a mostrar tocando detrás del escenario), ¡pero hay que ver lo que logran esos cuatro músicos con sus escasos recursos!, aunque quizás también se debe a la habilidad de la batuta de Guillermo González (a quien no llegamos a ver, yo no por lo menos).

¿Qué indudablemente el montaje podría ser más espectacular, mas grandilocuente y más increíble?, desde luego, pero eso ya es una decisión de la producción y de la dirección, que probablemente tampoco contaban con un grandísimo presupuesto, ni querían arriesgar demasiado, pues quiero creer que ideas e ingenio sí había, pues parecen atisbarse.

Un buen ejemplo de como mejoraría este musical si fuera más grandilocuente son los dos bailarines que hay; es algo que queda terriblemente cutre, sobran todo el rato, y su única función es hacer la comparación del baile perfecto de ellos, frente al paródico y patético de los protagonistas (sin mencionar que ese sesudo desdoblamiento de los personajes no funciona en ningún momento, quizás es de lejos lo más absurdo de la obra)… este chiste hubiera funcionado con un cuerpo de baile completo, un montón de bailarines haciendo la misma danza, perfectamente sincronizados, mientras los protagonistas no son capaces de dar una a derechas… pero con sólo dos, simplemente no funciona; lo dicho, son un recurso totalmente sobrante. Eso sin mencionar las acrobacias (que se ven más en los vídeos que en la función, Sergio Arce debe de haberse cansado de hacer volteretas), casi siempre síntoma de nula comprensión del género; pues hay quien se cree que el musical es sólo espectáculo y lentejuelas, y que poniendo eso ya está todo solucionado… craso error; en el musical, como en casi todo, las cosas gratuítas y sin ningún sentido están fuera de lugar, y mucho.

Sin embargo, como ya digo, “50 sombras!” no es ni una gran obra maestra, ni un gran musical, ni lo pretende, por lo tanto, en su deliverada simplicidad y falta de pretensión (algo cada vez más de agradecer en la cartelera teatral madrileña) es quizás una de sus grandes virtudes (aunque los precios y la campaña publicitaria no vayan a juego con esas ideas; ver arriba mis comentarios acerca del teatro Nuevo Apolo).

Otra cosa que no puedo dejar de criticar, es esa infame manía de utilizar micrófonos y altavoces en el teatro (que encima parece extenderse de forma cada vez más desagradable y peligrosa, ¡ya no sólo en el musical!, por ejemplo en este ejemplo o este otro), que le resta todo encanto al hecho de acudir a un espectáculo en directo, más cuando se supone que estos edificios han sido diseñados para tener una acústica magnífica; sin mencionar que yo si fuera uno de los actores me sentiría insultado por el hecho de que me obliguen a usar algo como eso, ¿qué pasa, que no creen que mi voz vaya a ser capaz de llegar a la última butaca?, ¿qué no tengo las suficientes cualidades para cantar en directo?, ¿entonces para qué me han escogido?. Vergonzoso y horroroso.

Por si fuera poco, y no soy el único que lo ha vivido, el sonido falla en varias ocasiones, de modo que cuesta entender bien a los actores, especialmente cuando cantan; es decir, ¿os empeñais en tener esos espantosos altavoces y encima no contratáis a gente de sonido medianamente competente?, patético, de verdad, encima de ser un gasto de producción absurdo, acaba resultando también inútil y nada favorecedor.

Tampoco puedo dejar de recriminar a esta producción el escaso interés que ha puesto en difundir nada sobre la obra original o sus autores (¡ni siquiera en el dossier de prensa, lo he tenido que buscar todo por mi cuenta, y en páginas extranjeras!, nadie en España parece saber nada del tema, y lo que es peor, tampoco parece importarle); vale que no es necesario ser muy precisos y dar todos los datos minuciosamente de las anteriores producciones, ¡pero al menos decir cosas de la original, como el nombre de la obra, y por supuesto (imprescindible), del compositor y de los libretistas es lo mínimo!; si no fuera porque sé que es imposible, hasta sospecharía que no han pagado derechos de autor, porque esa falta de nombres es cuanto menos extraña….

Pero en fin, concentrémonos en acabar el análisis de esta producción y dejemos las reflexiones varias.

Así pues, nos encontramos con una dirección de escena, de Jesús Sanz-Sebastián, muy eficaz, que sabe sacarle todo el partido a los escasos recursos de los que dispone, y que además goza de una (sorprendentemente, viendo el panorama últimamente) magnífica dirección de actores, no en vano, son uno de los grandes valores de la obra (aunque no hay que quitarles ningún mérito a estos, que los tienen, luego hablo de eso; de todos modos, parece que ha sido un gran trabajo en equipo de ambos: dirección e intérpretes).

Este talento de la dirección se ve muy  bien en todo: los movimientos en escena, las actuaciones, el juego con la iluminación y las proyecciones, y, por supuesto, con el público, a quien también se busca hacer complice de la obra a través de cierta participación pasiva, que seguramente hubiera sido más hábil si hubiera sido mayor y se extendiese más allá de las primeras butacas, pero el recurso en sí es muy bueno (un ejemplo: dos actores fingiendo mantener sexo entre las butacas, mientras ella mantiene una conversación telefónica y va pidiendo a alguien del público que le sostenga determinados objetos o conversa con él… ¡te partes de risa!).

En lo que respecta a las coreografías, están bien, cumplen su función (por ejemplo provocar), pero no las calificaría de brillantes, tampoco es un musical muy lucido en ese aspecto, pues, como ya he mencionado, no hay un gran conjunto de baile. Lo dicho, funcionan con lo que hay.

Ya sólo me queda hablar de los actores, un punto especialmente importante teniendo en cuenta muchos de los factores ya comentados de la obra.

No hay duda alguna de que en este montaje hay una auténtica estrella, una diva sin parangón que espero que haga una gran carrera en el género musical y que estoy impaciente por volver a ver: María Blanco (que además protagoniza casi toda la campaña publicitaria), ella, cuyo papel principal es el de Pam (es decir, la maruja nº 1), hace una interpretación absolutamente radiante y fenomenal, con la que, aunque encaja maravillosamente con el resto del reparto y consigue una gran complicidad, también los devora en escena. Poderosa y maravillosa, se convierte en todo un personaje para recordar e indudablemente una de las personas de quien más se acordará el espectador al terminar la función. Así, a pesar de no tener un personaje con grandísimos matices (ninguno lo tiene, la obra, como se ha dicho, no va de eso) ella consigue realzarlo, darle personalidad y volverlo extremadamente interesante, con su magnífica interpretación.

Y por si fuera poco, no deja de demostrar su gran talento debido a que tiene la oportunidad de hacer doblete, así, interpreta también a la mejor amiga de Anna; papel en el que, aunque la edad de Blanco bien podía ser un impedimento (especialmente al compararla con la monísima y juvenil Teresa Abarca), sus capacidades dramáticas consiguen imponerse y está divertidísima, graciosísima, en ese papel de borracha permanente que sólo es capaz de repetir una y otra vez “¡vaya mierda!”; cuestión importante, pues otro intérprete tal vez no hubiese conseguido que esa expresión fuese otra cosa que una gran vulgaridad permanente que sufrir en el oído una y otra vez, pero es que con Blanco, ¡te partes!, ¡es buenísima!.

Así pues, he quedado deslumbrado por su talento y vis cómica, que encima, como ya digo, ha tenido la posibilidad de demostrar sobradamente en dos papeles totalmente opuestos (maruja casera y borracha juvenil); ojalá tenga la oportunidad de volver a verla en escena próximamente, pues me ha quedado una magnífica impresión de ella; como a la gran mayoría, todo lo hay que decir.

Por su parte, las otras amigas marujas, interpretadas por María José Santos y Celia Vergara, son una eficaz comparsa de la anterior, y funcionan muy bien como secundarias, cumpliendo magníficamente esa función, pero como ya he dicho, se ven eclipsadas (también Blanco tiene más oportunidades de lucimiento, todo lo hay que decir). En cualquier caso, lo hacen muy bien.

Y por cierto, las tres tienen grandes voces.

En cuanto a los “protagonistas del libro”, destacar especialmente a Teresa Abarca, preciosa, muy bien en su papel de ingenua tontita (aunque cómicamente no me terminó de convencer, le falta vis cómica y no termina de parecer natural por eso); y con una voz de canto muy Disney (es más, no me extrañaría nada que la escogieran para doblar a alguna princesa de la compañía), probablemente la más bonita de la producción (también tiene las canciones más melódicas y lucidas en ese aspecto). Sin duda, la otra gran carta ganadora de esta producción.

En lo que respecta a Miguel Ramiro, mucho he leído sobre este hombre, y muchas cosas buenas, pero yo siempre soy exceptico… según salió al escenario, lo vi, y empecé a creerme lo que había leído… aunque poco después empecé a notar que algo rechinaba; y entonces caí en lo que era. Este actor tiene muchísima presencia escénica y un incuestionable carima (y por lo leído, también se deduce que gran atractivo físico), pero ahí se acaba todo. Su interpretación no resulta convincente, y salvo en una o dos canciones, su timbre de voz no me agradaba mucho ni me parecía muy apto para el género musical. Probablemente sería mejor modelo que actor.

Ángel Padilla, interpretando al “amigo” de Anna, es algo espantoso, cada vez que sale a escena lo único que quieres es que vuelva a irse otra vez, molesta. Desde luego que el personaje resulte repulsivo ayuda bastante, pero es que el actor tampoco hace mucho para lograr que sea interesante o simpático. Vulgar, tópico, chabacano, de lo peor de la función. Menos mal que es un secundario y hay que aguantarlo lo justo.

Finalmente ya sólo queda hablar de los bailarines, de cuya escasa o nula utilidad y función dentro de este musical ya he hablado; aunque Sergio Arce consigue salvarse minimamente de esa quema, porque, para sorpresa de todos, casi al final de la función, en apenas cuatro frases interpretando al hermano de Christian Grey (Elliot), y haciendo una especie de imitación de Christopher Mintz-Plasse (porque quiero creer que fue una interpretación y que no es la voz del actor de verdad), consigue hacernos creer que está muy desaprovechado en esa obra, que puede dar mucho más de sí y que quizás nos encontramos ante un actor con más capacidades que la de mostrar palmito y servir de fondo; o al menos queda esa curiosidad de averiguarlo. Habrá que esperar otra ocasión para saberlo, pero al menos, tenemos un indicio de ello.

Menos suerte corre Eva Manjón, que, absolutamente despreciada, es una figurante total y perfectamente prescindible de la obra. De hecho, la mayor humillación que sufre, es que no se entiende que si Arce interpreta al hermano de Grey, ¿por qué a ella no le permitieron hacer de la amiga de Anna y en cambio María Blanco está haciendo doblete?… esto no parece hablar muy en favor ni de Manjón o de su talento y resulta incomodamente sospechoso… en cualquier caso, es más que evidente que tiene un papel muy desagradecido.

En definitiva, tal y como dicen en el musical (que aunque se estén refiriendo al libro, le es muy aplicable también), “puede que haya quien diga que es una mierda… ¡pero a veces la mierda está bien!”; y es cierto, no todo van a ser obras maestras, no siempre va a ser todo el ribete de la perfección. El musical de “50 sombras!” ni lo es ni lo pretende, y sin embargo da un gran resultado: es muy divertido (dentro de su estilo, que no olvidemos, hay de todo); como musical funciona muy bien y se pasa una velada totalmente agradable. Yo, concluyendo, y siempre teniendo en cuenta todo lo arriba dicho (para tomar una decisión con fundamento) me parece completa y absolutamente recomendable.

50-SOMBRAS-bea50-SOMBRAS-carol50-SOMBRAS-jose50-SOMBRAS-elliot50-SOMBRAS-bailarinaPhoto Flash: 50 Sombras! El MusicalPhoto Flash: 50 Sombras! El MusicalPhoto Flash: 50 Sombras! El MusicalPhoto Flash: 50 Sombras! El Musical50-SOMBRAS-pam-II


Archivado en: Teatro

Crítica express: En un lugar del Quijote

$
0
0

En un lugar del Quijote

-En un lugar del Quijote: vuelve esta producción al teatro Pavón después de, al parecer, hacer una amplia gira.

Me encanta el “Don Quijote de la Mancha” (y algún día haré la correspondiente crítica de él para la sección Libros; y probablemente lo haré en forma de especial, e incluiré otro artículo con algunas de las más importantes referencias de todas las artes -pues todas sería imposible, tendría que escribir un libro-), con lo cual, cuando supe de esta adaptación no me la quise perder; si a ello sumamos el que fuera avalada por la Compañía nacional de teatro clásico; y que encima supe que era de mi género predilecto (¡el musical!) mi expectativa creció. Aunque debo admitir que temía eso de que estuviera dentro del programa “mi primer clásico” (que también tuvo otros fiascos considerables), por si tenía un toque demasiado infantiloide.

Pronto se demostraría que ese temor no era lo peor que podía pasar, es más, yo no recomiendo esta obra a niños para nada, de hecho, en mi función había (como a menudo sucede en este teatro, que van muchos colegios y especialmente institutos, ¡un bravo para los profesores que organizan estas actividades y se vinculan realmente en la educación de sus alumnos en todos sus frentes!) muchos preadolescentes, y la verdad, les costó aguantar.

La razón es principalmente el texto; un horror indeterminado, inconexo y absurdo que escoge partes del Quijote pero es incapaz de hilarlas o de darles un sentido al conjunto… con lo cual el resultado final da auténtico sopor. Bien es cierto que ellos mismos dicen al final en una magnífica canción (de las pocas buenas) a modo de finale, que que no les recriminen que la adaptación sea imperfecta porque falten partes (y las van nombrando de una forma muy cómica)… pero el problema no es ese, lo cierto es que todas las adaptaciones de cualquier libro tienen que dejar cosas fuera, es absolutamente imposible trazar página por página, y aún haciéndolo, no garantiza nada (el mejor ejemplo es la famosa serie animada, que está plasmado casi cada capítulo; pero aún así no es una buena adaptación, tal vez sí una buena traslación a la pantalla en forma de dibujos animados, pero desde luego, no una buena adaptación). Entonces, ¿cómo se consigue hacer una buena adaptación?, pues no es nada fácil, porque lo que hay que conseguir es conservar la esencia, lo vital del libro, aquello que realmente quiere evocar o expresar.

La verdad, es muy probable que el Quijote sea uno de los libros más difíciles de adaptar que hay (yo aún no he visto ninguna que me convenciera, no al menos una adaptación fiel); y no por el tema de la extensión (hay libros, tan o más amplios, que se han adaptado de forma genial); sino porque tiene muchos matices, las más diversas ópticas (y de ahí su riqueza y lo que ha conseguido que se eleve a la categoría de gran obra de la literatura universal). De hecho, un buen ejemplo es que muy a menudo se olvida un detalle principal (debido quizás a la consideración de lo sacro y eruditísimo de la obra), que es el humor (cosa que, curiosamente, en esta función no obvian). Sin embargo, yo estoy convencido de que tiene que ser posible realizar una gran adaptación en buenas manos.

Desgraciadamente, no es el caso de la versión de Ron Lalá cuya crítica estoy haciendo, pues su libreto es realmente malo y aburrido hasta la saciedad; bien es cierto que intenta meter cosas actuales, que trata de modernizar el libro, y eso lo hace bien (en algunos casos excelentemente, es más consigue hacer que te rías)… pero contar un par de anécdotas de un libro de cientos de páginas no es contar su historia, ni mucho menos hacer una adaptación.

Por supuesto, no hay la más mínima profundización en los personajes, y todo se toca de una manera frívola y superficial. Para que lo entendáis, es como si hubiera arrancado cuatro páginas cada cien, y las hubiera cosido y dijera triunfante: “¡este es el libreto de la obra!”. Ello logra que no haya implicación ni con la historia ni con los personajes, y si no fuera porque casi todos nos sabemos el libro de memoria (aunque sólo sea de oídas, esto es como Romeo y Julieta -y parecido al caso del Real, pero peor, si uno lo piensa-), no nos enteraríamos de absolutamente nada, todo se da por supuesto, nada se explica… etc; dicho de otro modo, un extraterrestre sería incapaz de saber de que va “don Quijote de la Mancha” después de haber visto esta obra (o esbozaría un mal argumento). Así, a falta de que se cree algún tipo de vínculo con lo que estamos viendo, el espectador pierde todo el interés, porque lo que tiene delante, simplemente no funciona a ningún nivel.

El mismo autor también hizo las canciones, casi todas ellas horrorosas (podemos salvar como máximo tres de la adaptación de la segunda parte); la música es una auténtica pesadilla, y cada vez que se ponen a tocar no dejas de implorar para ti mismo que paren, que abandonen esa cruel tortura para tus oídos (aunque la verdad, la falta de buenas voces de los actores, o que la instrumentación sea muy poco atractiva -una guitarra, algo de percusión y poco más; aunque no olvidemos que en “50 sombras!” tampoco tienen mucho más, y mira que sobresaliente resultado en odiosa comparación con esta obra de la que hablamos ahora- tampoco ayuda a realzar unas melodías ya de por sí, muy poco aptas).

Las letras van a juego con la trivialidad del libreto; el mejor ejemplo que ilustra a la perfección todo lo que estoy contando es que hay una canción dedicada a explicar lo que es una bacía de barbero; sí, tal como lo leéis, no se molesta en hablar del yelmo de Mambrino, pero eso sí, dedicar una canción entera de minutos y minutos para saber lo que es una bacía y como se utiliza es vital para la historia que estamos contando… por favor.

Sin embargo hay algo que sí merece la pena ver en este montaje (aunque quizás no sea suficiente para el público en general, pues es lo único que se salva) y es la impresionante dirección de Yayo Cáceres. Es algo magistral, un auténtico talento desatado lo de este hombre, que me ha impresionado de verdad; ¡qué imaginación!, ¡qué visión!, ¡qué capacidad!; el mejor ejemplo es como, con dos simples manos de dos actores y un foco blanco apuntando a estas consigue evocar la existencia de dos grandes ejércitos… ¡absolutamente genial!.

Si queremos buscarle algún defecto, quizás se puede decir que es excesivamente dinámica (está claro que quiere evitar que el espectador se canse -no me extraña, con semejante material…-) con lo que se va por la historia de forma un tanto precipitada y a trompicones. Pero eso es lo de menos cuando te encuentras tan buena e ingeniosa puesta en escena que sabe sacarle partido a unos recursos absolutamente mínimos y que consigue que realmente menos sea más; y ¡qué estupenda estética!. Por si fuera poco, también tiene un claro talento para la dirección de actores (de hecho, le otorgo todos los méritos en lo que respecta a salvar las interpretaciones de estos), consiguiendo revitalizar las enmohecidas palabras de tan poco lucida adaptación.

Y francamente, no me extrañaría nada que muchas de las gracias que más diversión provocan fueran totalmente idea de Cáceres y no estuvieran en el texto original.

En denitiva, se atisba talento, y mucho, en la dirección; ojalá tenga la oportunidad de ver otro proyecto suyo (y darme cuenta de que lo es, porque no siempre me fijo en los nombres o los recuerdo) para seguir juzgando y ver si todo es humo o no; me encantaría ver lo que hace con presupuesto y un buen material.

En cuanto al reparto artístico es reducidísimo, todo hombres intepretando un montón de personajes… y lo dicho, es sólo gracias a la dirección que esto cuela, sino, hubiera sido absolutamente insufrible.

Seguro que gracias a esa buena dirección las interpretaciones se salvan medianamente, puesto que lo cierto es que todos los actores interpretan a unos personajes… pero yo soy incapaz de ver a los del libro, son otros (es más, estoy convencidísimo de que ninguno de los intérpretes ha leído el “Don Quijote de la Mancha”, segurísimo), una creación suya, propia que nada tiene que ver con la obra de Cervantes, pues no recogen ninguna de sus características o rasgos esenciales, además de que todos son demasiado jóvenes para los papeles que pretenden interpretar.

Quizás, y a pesar de lo anterior, podríamos destacar a Daniel Rovalher como una especie de Sancho Panza; o a Iñigo Echevarría como don Quijote, quien, a pesar de lo desagradablemente afeminado de su interpretación (que, por supuesto, no le va nada al personaje) sí consigue sacar algo del personaje que casi ninguno de sus predecesores (y hablamos de grandes nombres como Fernando Fernán Gómez, Juan Luís Galiardo, Fernando Rey o incluso Peter O’Toole…) consiguió sacar: la comicidad y el humor. Bien es cierto que, al igual que el resto del reparto, es incapaz de hacer verosímil el personaje del libro.

Por otro lado, también hay que decir que probablemente el de el Quijote sea uno de los personajes más difíciles de interpretar de la historia de la literatura, de los más rebeldes que casi nunca consiguen una buena adaptación, como también se resisten otros como Dorian Gray, o Sherlock Holmes, que nunca terminan de encontrar una réplica perfecta que consiga personalizarlos.

Esto probablemente se debe a que hay que tener mucho poder interpretativo y ser un gran camaleón, al fin y al cabo, todos ellos son tan interesantes y tan ricos por sus contradicciones y sus matices; ejemplos: don Quijote no está totalmente loco (como se ha interpretado hasta la saciedad), sino que Cervantes dice muy claramente que sólo es en lo tocante al tema de la caballería, y que en resto habla con mucha “discreción”, tanto que parecería cuerdo; por tanto, para hacer una buena interpretación, hay que conseguir combinar ambas cosas. Dorian Gray en cambio pasa de ser la bondad y la ingenuidad absoluta al principio de la novela, para transformarse en la perversión, la maldad y la desconsideración total al final; evidentemente, no todo el mundo es capaz de evocar eso (y además ser desmesuradamente guapo y atractivo), pero con los gestos faciales más simples puede conseguirse plasmar esa evolución. Y terminando con este análisis de grandes figuras literarias “rebeldes a la adaptación”, Sherlock Holmes es un hombre inteligentísimo, realmente apasionado por su trabajo y con gran capacidad para fascinar, pero a la vez es un drogadicto y un cínico completo que desprecia a casi todo el mundo; alcanzar la comprensión de su complejidad parece ser la clave para una buena interpretación de este personaje.

Como anécdota final, contar que los actores salían incluso cuando el aplauso estaba a punto de acabar, pero claro, nadie se atreve a dejar de dar palmas cuando aún están en el escenario… que situación más absurda e incomoda.

En definitiva, mucho me temo que “El hombre de la Mancha” (con sus defectos, aunque al fin y al cabo no es, curiosamente, una adaptación como tal del “don Quijote”) seguirá siendo, de momento, la mejor traslación musical de la inmortal obra de Cervantes. A la espera de algo mejor, claro; que tiene que llegar, la novela se lo merece, por difícil que sea el reto.

Comentar cosas del teatro, como siempre hago, y es que la atención al público es mejorable en taquilla; aunque el resto del personal perfectamente.


Archivado en: Teatro

Máxima expectativa por el primer discurso navideño-anual de Su Majestad el Rey don Felipe VI

$
0
0

Para la gran mayoría de la gente, todas las nochebuenas suponen el mismo ritual; la misma función teatral: con el tiempo, el paso de la vida, cambian los escenarios e incluso los actores, pero el argumento es básicamente el mismo (aunque no deja de resultar interesantísimo como análisis vital, sobre todo porque en esa noche se suelen ver todos los cambios que la gente ha atravesado en un año… si analizamos varios de estos eventos, seguidos o salteados, podemos ver toda una evolución apasionante… o desevolución, dependiendo del caso jajajaja -me río, pero según los casos, es por no llorar; el sentido del humor siempre es un magnífico flotador vital-).

En cualquier caso, otra de las cosas que siempre llega en esa misma noche, es un momento televisivo que, repentinamente, suele callar el vocerío (al menos durante unos minutos) y que por un momento calma los ánimos y concentra todas las atenciones; me estoy refiriendo, naturalmente, al Mensaje de navidad de su majestad el Rey.

Esta es una tradición especialmente propia de las monarquías (pues el primero fue realizado por Jorge V del Reino Unido con su “Royal christmas message” en 1932 -abuelo de la actual Isabel II-) que ha acabado siendo copiada por la gran mayoría de las jefaturas de estado (e incluso de gobierno), y que básicamente, como todos sabemos, consiste en hacer una especie de memoria del año que se va, con sus logros y sus cosas por solucionar; y comentar los objetivos para el futuro. Tradicionalmente también ha sido, y es, un mensaje de ánimo y apoyo para todos los subditos del Reino, estén donde estén y sean quienes sean.

Pero el mensaje de este año será especialmente importante e histórico, pues, con apenas unos pocos (pero reseñables) meses de reinado, don Felipe está a punto de abordar su primer mensaje navideño como Rey de España.

Este será, probablemente, uno de los discursos más significativos de su reinado, puesto que será el primer mensaje de navidad que haga como jefe de estado, y ello ya ayudará a marcar una pauta. Es más, quizás con el de la Proclamación Real, este puede que llegue a convertirse en uno de los más recordados, no es para menos.

Y la verdad, la expectativa es muy alta, pues lo cierto es que, recién proclamado, don Felipe dejó su propia marca muy elevada con ese perfectísimo discurso con el que asumía la corona española, que gusto a todo el mundo, y con grandes frases que se han convertido en poco tiempo en una referencia clave, y que apuntan a convertirse en las claves que definan su reinado; si don Juan Carlos I se definió como el “Rey de todos los españoles”, don Felipe VI bien podría ser el “Rey de la diversidad” (por su “unidos en la diversidad”).

Y es logico que el discurso con el que se proclamó haya trascendido tanto: su contenido, un magnífico resumen de la situación del momento (realmente un discurso para pasar a la historia, con razón está expuesto en el Palacio Real -quien sabe, puede que también el primer discurso navideño acabe del mismo modo en una vitrina-), y además su lenguaje llano y accesible, lo convirtieron en algo memorable; porque, siendo sinceros, los de don Juan Carlos I (muy contrarios a su estilo como persona) siempre resultaban excesivamente retóricos, complejos y farragosos… en cambio, si por algo se está distinguiendo don Felipe VI es por su capacidad para llegar a la gente a través de sus palabras, con franqueza, simplicidad, concrección y una gran capacidad para abordar todos los temas de una forma perfectísimamente medida y estructurada.

También me intriga el tema de la realización del vídeo en sí; pues en los últimos años del reinado de don Juan Carlos I, se mejoró mucho audiovisualmente hablando: más planos, encuadres más cuidados; una realización más hábil en definitiva… indudablemente, el nuevo monarca querrá imprimir su nuevo estilo y, como en tantas otras cosas, marcar un antes y un después; por lo que, cuanto menos resultará también interesante de analizar a nivel audiovisual.

Personalmente, creo que podría quedar bien si no sólo saliera el Rey; de fondo podrían aparecer la Princesa y la Infanta jugando cerca de un árbol de navidad bajo la atenta y cariñosa mirada de la Reina, por ejemplo (lo que ayudaría a intercalar pequeños planos que dieran un mayor ritmo visual al discurso); pero bueno, ya veremos. Y con el tiempo, podrían participar en el discurso incluso otros miembros de la Familia Real con alguna pequeña frase (no en este momento, ahora todo el protagonismo debe de ser para don Felipe; quizás con los años).

En cualquier caso, va a ser apasionante descubrir como deciden resolver el nuevo estilo audiovisual de este reinado.

Por todo lo comentado anteriormente, yo estoy impaciente por vivir otro de esos grandes momentos históricos para este país, como hemos tenido tantas oportunidades de presenciar últimamente; que será el primer mensaje navideño de un reinado, el de Felipe VI de España.

Así pues, cuando se produzca el momentazo histórico, volveré a actualizar este artículo (como acostumbro, todo lo relacionado con este tema lo escribiré aquí) para dar mis impresiones y comentar ese primer y relevantísimo mensaje navideño que pronto formará parte de nuestra historia con mayúsculas.

Pero mientras esperamos, dejo unas preciosísimas imágenes que también nos hablan elocuentemente de esta monarquía renovada:

-En primer lugar, las nuevas fotografías oficiales de S.M. el Rey don Felipe VI:

No hay más, supongo que debido a la habitual política de austeridad de la Casa Real, por lo tanto sólo se hicieron las más urgentes, y se mantienen como oficiales las anteriores de Virgili que se realizaron hace unos años; así, no se renuevan ni las de vestimenta civil del Rey (siguen las de cuando era heredero); y también la Reina mantiene las mismas fotografías oficiales de cuando era Princesa de Asturias; al igual que los Reyes padres, que también conservan las mismas (bueno, de hecho, se eliminan todas las de don Juan Carlos como militar y las de gala de doña Sofía… el mensaje de que ahora sólo hay unos Reyes está graficamente claro; incluso a pesar de que mantienen los títulos, o el que don Juan Carlos sea capitán general en la reserva).

Para las nuevas fotografías oficiales se ha cambiado de nuevo el fotógrafo (casi siempre se hace) y en esta ocasión, el honor de retratar al soberano ha sido para Gorka Lejarcegi (por cierto, no puedo imaginar mejor publicidad, además del obvio prestigio que conlleva, tu foto pasará décadas y décadas en miles de edificios oficiales, admirada diariamente por miles de personas); este le ha fotografiado en los distintos uniformes: tierra, mar, aire… y por supuesto, de deslumbrante gran gala.

Como curiosidad, comentar que está claro que se han hecho en varias posturas debido a las famosas críticas a Virgili y la famosa (y ridícula, todas las que rodean a la Casa Real suelen serlo, y tener los motivos más absurdos) polémica de si se había hecho photoshop con el entonces Príncipe de Asturias y se había encajado la cabeza… ahora con las nuevas está clarísimo que no.

Ahora bien, la postura de las manos cruzadas, tan propia de don Felipe (se le ve en múltiples fotos), no termina de convencerme para un retrato oficial (expresa cierre, defensa, modestia también); quizás refleja la timidez del Rey (no es para menos, siempre estuvo bajo la sombra inmensa de su padre: apreciado por su labor monarca y por su simpatía como persona, no creo que sea sencillo crecer con eso).

También llama la atención el detalle de que se haya hecho las fotos con la barba, que se había quitado para la Abdicación y la Proclamación Real, y sin embargo, ahora reaparece, lo que es especialmente relevante, teniendo en cuenta que este tipo de fotos suelen durar décadas y décadas (y en algunos sitios se quedan para siempre directamente, ¡cuántos lugares públicos hemos visto dónde aún mantienen una foto de los actuales Reyes padres de exactamente el mismo día en que fueron proclamados!), es una decisión interesante. Como curiosidad, comentar que en la foto de gran gala se parece especialmente a Nicolás II de Rusia, pero no busquemos presagios extraños y fuera de lugar (aunque con tanto Podemos en el que aparece en lista tanto dictador en potencia, no sé que te diga yo).

No obstante, es innegable que está elegantísimo y guapísimo, con mucha clase y estilo; todo ello, también muy propio de él.

Sin embargo, aunque las fotos son bonitas, estéticamente son sosas, y quizás no lo suficientemente regias, los fondos palaciegos siempre quedan mucho mejor que los de estudio, las últimas fotos de los Reyes padres eran un buen ejemplo de ello. Además, se diga lo que se diga, siempre es importante que la monarquía conserve su aura, es una de las cosas que la diferencian positivamente de otros régimenes, la modernidad no es incompatible con la tradición, y la propia institución de la monarquía en si misma es el mejor ejemplo de ello.

En cualquier caso, es una pena que no se hayan hecho más fotos de toda la nueva Familia Real, pues llevamos bastante tiempo deseando ver las nuevas imágenes oficiales de la Casa Real (estas seguro que se hicieron porque las instituciones oficiales tienen que renovarse, que en la mayoría aún se conservan -en algunos casos, por pura pereza- fotos del Rey padre).

En fin, habrá que seguir esperando, como cuentagotas, más fotos que reflejen el nuevo tiempo que representa el actual reinado, aunque mucho me temo que tardaremos años en verlas.

-En segundo lugar, las preciosas y magníficamente bien diseñadas felicitaciones de navidad de nuestros nuevos y flamantes monarcas:

Bueno, la felicitación de los Reyes padres, obviamente, no arriesga nada (como es habitual después de la famosa polémica del photoshop realizado por la propia doña Sofía), y utiliza los habituales fondos artísticos de Patrimonio Nacional para representar la navidad. Como curiosidad, no se puede dejar de reseñar que los Reyes padres ya no firman con una “R” (de “Rey” o “Reina”) al final de sus nombres… ahora ese privilegio lo tienen sus sucesores.

¿Y que decir de la excelentísima, preparadísima y preciosísima felicitación de S.S.M.M. los Reyes?, el colmo del encanto y del buen gusto; además de hábil e inteligentísimo diseño: toda ella haciendo referencia al nuevo reinado: el color carmesí recién inaugurado que lo invade todo, junto con el dorado que ilumina el nuevo escudo regio; todo ello acompañado de las mejores fotos de la triunfal Proclamación Real de hace unos meses; y además un bello mensaje escrito de puño y letra (nueva tradición, no recuerdo muchos textos así, o al menos no tan extensos y personalizados) de las regias personas, acompañado todo ello de sus firmas, completando la nueva Familia Real española.

En fin, próximamente comentaremos en este mismo artículo, el primer e histórico mensaje navideño de su majestad el Rey don Felipe VI… ¡hasta entonces!.


Archivado en: Noticias y política

Perdona si te mato, amor

$
0
0

Entre broma y broma, la verdad asoma

Sinopsis y ficha técnica

Dirección

Alberto Castrillo-Ferrer

Reparto (por orden alfabético)

Detective Rafa Blanca
Policía (Pit) Javi Coll
Madeleine Silvia de Pé
Asesino en serie (Alejandro) / Forense Julián Ortega
Señora / Casera Antonia Paso
Homero Mortiner / Fulgencio (Fiscal) Nacho Rubio

Ficha artística

Escenografía Manuel Pellicer
Atrezzo / Ayudante de escenografía Miguel Guzmán
Diseño de Luces Alejandro Gallo
Vestuario Arantxa Ezquerro
reación de Animaciones de Video y diseño imagen cartel Manuel Vicente
Creación de Espacio Sonoro David Angulo
Composición musical Miguel Ángel Remiro
Ayudante de Dirección Encarni Corrales
Fotografías Sergio Parra

Una producción del Teatro Español

Una pintoresca agencia que asesora en materia de crímenes, unos representantes de la justicia que no son lo que parecen, unos policías asombrosamente incompetentes y una divertida historia de amor y asesinato.. son algunos de los ingredientes de Perdona si te mato, amor: una comedia fresca y original que enlaza con la tradición cómica de la escena española. Con ecos de Jardiel Poncela y de Mihura, esta pieza es un hilarante divertimento de humor inteligente.

 

Comentario previo

La mayoría de nosotros, la primera vez que conocimos el nombre de Carlota Pérez-Reverte (autora de la obra teatral de la que hago la crítica), fue a través de la primera de las novelas de “El capitán Alatriste”, dónde constaba, entre otras cosas, como principal documentalista. Aparentemente, acabó por dar la impresión de que lo de escribir no debió entusiasmar a la niña, puesto que nunca más volvió a co-firmar una novela junto con su padre, el resto de la saga iría únicamente con el nombre de Arturo Pérez-Reverte, como bien sabe todo el mundo.

El porqué de esto, siempre será una apasionante misterio que sólo sabrán los cercanos a la familia: ¿diferencias creativas?, ¿falta de entendimiento entre padre e hija?, ¿dificultad en la distribución de trabajo?… si nos queremos ir al cotilleo barato podemos optar por eso; pero, dado que la chica por esas épocas debía de ser poco más que una niña, probablemente fuera algo más vulgar, del tipo de que se cansó de ayudar a papi con su novela o la incompatibilidad de esa actividad con sus estudios y las ocupaciones de su padre… etc.

Sea como sea; como ya se ha dicho, la saga de “El capitán Alatriste” nunca volvió a contar con ella, a pesar de que su éxito aumentó la fama de su autor (mientras se olvidaba el nombre de ella, y de hecho, en algunos volúmenes dejó de figurar); de modo que empezaron a surgir más libros, adaptaciones a otros medios, merchadising incluso… y la novedad, próximamente veremos la adaptación en versión televisiva; de la que personalmente no espero mucho, porque, entre que la emite Telecinco (y de Mediaset siempre es mejor desconfiar); y que todos sabemos que Pérez-Reverte, al igual que decían las prostitutas del musical de “Los miserables”: “mientras paguen déjales hacer”, porque parece que le importa muy poco lo que hagan con su obra mientras sus royalties permanezcan intactos (aunque él pretenda disfrazarlo de que no quiere ser “una mosca cojonera”). En fin, ya juzgaremos ese tema a su tiempo (en el artículo recopilatorio de televisión de esta temporada), aunque, como todos sabemos, rara vez una adaptación de Arturo Pérez-Reverte a cualquier medio a tenido un resultado siquiera decente… de hecho los hay realmente espantosos y de vergüenza propia y ajena (yo si fuera él, exigiría su desaparición de la faz de la tierra).

Pero hoy no toca hablar del padre (del que quizás yo tengo alguna influencia literaria en mi estilo mordaz y el gusto por jugar con el lenguaje, como él en sus artículos para la prensa de “El semanal” -aunque yo tengo un lenguaje más políticamente correcto, quizás porque no he sido corresponsal de guerra, jajaja-) sino de la hija, puesto que de la niña de Pérez-Reverte es la autoría de la obra de la que hago hoy la crítica como ya se ha dicho al principio.

La verdad es que tenía muchas ganas de ver esta obra, no es para menos, como todo lector de este blog sabe, me encantan los escándalos y los cotilleos jugosos… ¿y qué mejor comadreo que el rotundo fracaso, qué el descubrimiento de la falta total y absoluta de talento de la hija de un famoso (que no necesariamente relevante, eso quizás, con más perspectiva histórica) escritor de este país?, es toda una delicia para gourmets, como las que le preparan al señor Pérez-Reverte, y a otros reales académicos en Lhardy, uno de sus restaurantes favoritos madrileños.

Y es que estamos hablando de un dulce inconmensurablemente voluptuoso y apetecible tanto para un crítico como para un bloguero, ¿cómo resistirse?, pues, como en otras lides vitales, a veces lo mejor no es la vivencia en sí… ¡sino contarlo después!, ¿y qué mejor sitio para hacerlo que en mi blog, donde puedo explayarme libremente y escribir con ese tono tan sarcástico, pensado y tan divertido (que irónicamente, puede que esté influenciado en parte por el de su padre que tanto me gusta en algunos fragmentos de “Patente de corso”… eso sí que es gracioso, el alumno utilizando las armas del maestro) con el que me encanta hacer las malas críticas a quien se lo merece?, ¡la diversión está servida!, y por si fuera poco, esta vez no es un “don nadie” que no importe, y del que en el fondo tanto da lo que se diga, ¡es la hijita de Pérez-Reverte!, menuda fruta deliciosa para mi picoteo brutal y sin vacilación (como saben todos los que leen este blog con frecuencia, yo nunca tengo ningún problema en decir lo que pienso tal cual).

¡Ah!, ¡cómo lo imaginaba!, si la obra era muy mala, recorrería detenidamente y me regodearía en todo lo que va mal, enfatizaría el desastre de una autora que no ha heredado el paterno talento del cual sólo ha sacado el nombre, me elevaría en una triunfal pirotecnia sarcástica mezclando humor y crueldad a partes iguales, pero siempre con argumentos claros y contundentes, para que nadie pueda decir nunca que lo que digo no está justificado… etc. Y con la pujanza que está cogiendo este blog últimamente, ya me imagino a Arturo Pérez-Reverte publicando un artículo en “El Semanal” poniendo verdes a los blogs y a los blogueros, y quizás, con mucha suerte, citando el nombre de este… ¡menudo triunfo!, ¡qué gran victoria!.

Pero… ¿y qué pasa si no es así?, ¿y si el texto no es rematadamente malo?; bueno, yo sé muy bien que da igual cual sea mi predisposición, prejuicios o ideas preconcebidas ante cualquier obra de arte; si esta acaba siendo buena, no puedo dejar de elogiar sus méritos, independientemente de lo que piense en otros aspectos (para eso tengo un maravilloso comentario previo).

En cualquier caso, algo había claro; sabemos que las cualidades personales no se heredan, tal vez sí las físicas y algo del carácter (aunque resulta difícil saber hasta qué punto esto último está más bien condicionado por el entorno y la educación); buen ejemplo de eso es la aristocracia, que ya se sabe que todos (en principio) descienden de personas ilustres que han hecho cosas importantes en su época… pero también conocemos la cita de que “hay nobles que son como las patatas, todo lo bueno que tienen está bajo tierra”.

Sin mencionar que tampoco hay que subestimar la poderosa sombra de un padre importante que aún no queriendo, eclipsa a su hijo, de hecho, rara vez un padre especial ha tenido un hijo que pudiera seguir su camino, superarle, o siquiera igualarle… parece que hay cosas que se es o no se es, no hay más, cada persona es individual y única.

Aunque tampoco hay que dejar de lado el saber que la chica no ha partido de cero, con un padre poderoso e influyente en determinados círculos, siempre se la valorará y juzgará con mucha mayor severidad, la sospecha de “enchufe” siempre penderá sobre su cabeza; ya sea de forma merecida o no. Es triste pero es así, tener a quien tiene como padre va a provocar que conseguir un nombre propio sea mucho más difícil para ella; y habrá puertas que se abran y otras que se cierren por, irónicamente, la misma causa.

En cualquier caso, está claro que determinadas cosas no se heredan, ahora bien, se pueden educar, y ahí (volviéndo al chismorreo) podemos adentrarnos en la labor de Pérez-Reverte como padre….

En fin, yo me voy a centrar en hacer la crítica, y como siempre, tras plantear las preguntas, os dejo a vosotros que saquéis vuestras propias conclusiones.

Pero antes, vamos a hablar de las cosas del teatro, que siempre es interesante.

No quiero dejar de destacar, como siempre hago, la magnífica atención al público de las Naves del Español, da gusto ir allí, ¡qué gente más encantadora!.

Aunque, como siempre, hecho de menos programas de mano más completos (más amplios o con más páginas), un simple texto del director o de dos miembros de la producción me parece muy poco; pueden mejorar en el aspecto de la información, pues estéticamente están bien (muy apropiado eso de que el estilo del Español y de las Naves estén diferenciados, aunque formen parte de la misma institución).

 

Crítica

Al terminar la obra, me resultó especialmente evidente quien la había escrito: estaba claro que lo había hecho una persona culta, alguien con numerosas influencias artísticas, buena conocedora de las distintas épocas de la historia del arte, cultivada y que había visto y leído mucho… no había duda, a Arturo Pérez-Reverte su hija no se le había descalabrado o desmandado, en muchos aspectos la hija parecía haber salido al padre y su educación cultural parece impecable. El problema es que la cosa se queda ahí.

Está muy bien tener influencias, todos las tenemos, nadie parte de cero, eso es totalmente imposible, y francamente, cualquiera sabe que difícilmente se podrá practicar medianamente bien cualquier tipo de arte sin conocerlo en profundidad con antelación (para escribir hay que haber leído mucho antes; para pintar debes de conocer las distintas técnicas y artistas más relevantes; para hacer cine nunca está de más haber visto mucho audiovisual… etc); pero cuando las influencias sobrepasan lo aceptable, se entra en la reproducción, en lo visto; y si ya es muy evidente, la copia o el plagio.

Ese es el problema de “Perdona si te mato, amor”, que está demasiado influenciada, no tanto como para ser una copia o un plagio; pero sí lo suficiente como para no resultar original o ser una parodia. Y es que las referencias son demasiado evidentes: el cine, el teatro español de principios de siglo, el género policíaco, el absurdo… etc; de todas ellas utiliza las herramientas, pero ninguna de ellas de forma novedosa o extraordinaria; no hay sorpresa, todo es predecible y esperable; nada es inédito o sorprendente.

Eso no significa que la obra no merezca la pena, vamos a entendernos todos aquí, la obra está bien, y cualquiera que vaya a verla la disfrutará muchísimo; pero ni se va a encontrar con una obra maestra, ni con algo que esté muy bien; simplemente es aceptable, agradable, un divertimento para pasar el rato… también lo voy a decir, no estoy seguro de que se pretenda otra cosa, ni creo que Carlota Pérez-Reverte tuviese ínfulas de crear una gran obra maestra, puesto que, a pesar de las referencias cultas y de la fineza del conjunto en general, no creo que se pueda calificar a esta obra de pretenciosa, pues no aparenta ser ese su estilo (simplemente, desborda cultura y explota la alta comedia… y de todo ello sale muy bien parada) o alcanzar cimas tan altas.

Además, y hablando sinceramente, como comentaba hace muy poco, a veces lo mejor es evitar “la gran creación”, pues personalmente yo ya estoy muy harto de intentos de pretendidos genios cursiladas insufribles; pues hay demasiada gente que se cree especial sin serlo o que pretende tener algo que contar sin que sea así… etc; sin mencionar, que la gran mayoría de las obras maestras de toda la historia del arte, han aparecido arbitrariamente, nunca buscándolas, ni pretendiendo ser el más original, ni el más vanguardista; por lo general, todos los que partieron de ahí, fracasaron rotundamente (y desgraciadamente, tenemos ejemplos de eso casi diariamente).

Así pues, partiendo del hecho de que nos encontramos con una obra de teatro que dudo mucho que quede para la historia de la literatura, pues lo cierto es que, como he dicho, realmente no es original; sí que podemos decir que se disfruta mucho.

El argumento realmente no tiene importancia, y simplemente es una excusa para desarrollar todo tipo de situaciones rocambolescas acompañadas de unos diálogos divertidísimos, mondantes, realmente graciosos, es más, yo no dejé de reírme en el teatro una y otra vez, y el resto del público lo mismo.

La obra es, por tanto, divertidísima, tronchante y con un humor siempre sofisticado, que alterna desde la alta comedia, hasta el humor negro, pasando por un delicioso absurdo y otras tantas cosas; la obra encuentra también su mayor virtud en (como digo en mi subtítulo con el dicho “entre broma y broma, la verdad asoma”) hacer también algo de crítica social, y parodiar a través de un mundo improbable el nuestro propio, que, por surrealista que pueda ser, acaba teniendo más en común con la ficción de lo que pudiera parecer (ya lo dice el dicho, “la realidad siempre supera a la ficción”), pero no me voy a extender en el tema de la relación humor-realidad que ya lo hice en esta otra crítica.

Decir además, y ya terminando de hablar del texto, que conviene mucho ir al teatro con tiempo, y entrar lo antes posible en la sala, pues hay una peculiar, y graciosísima retransmisión radiofónica que nos amenizará mucho la espera… bueno, yo diría más bien que es una parte importante de la obra que es mejor no perder (no es vital para el argumento… pero qué risa).

En definitiva, un texto de auténtica comedia de la buena, que nos hará reír sin parar a través de sus inteligentes y talentosos diálogos, síntoma de un magnífico humor e ingenio de la autora.

Pero todos sabemos que la comedia es un género en el que el texto, si bien importante, puede frustrarse totalmente por otros factores ajenos a este.

Afortunadamente no es así, pues esta nueva producción del Español se encuentra en estado de gracia a todos los niveles, y parece haber encontrado todas las hormas de sus zapatos.

Al hablar de la dirección debemos decir sin embargo que, quizás por influencia del propio texto, tiene muchas aspiraciones cinematográficas (de hecho, más que teatro parece desear ser cine, sólo hay que ver el uso de las pantallas o la espectacular presentación de los actores… yo de hecho me he preguntado si el texto original no habría sido más concebido como un guión que como una obra de teatro, y no me extrañaría nada), que si bien son un poco insultantes para el medio teatral (que tiene sus propios recursos, es como hacerlo de menos), acaban siendo tan bien utilizadas que redundan en la espectacularidad del resultado final.

Por lo demás, sólo alabanzas se pueden decir de la dirección de Alberto Castrillo-Ferrer; a todos los niveles, tanto en escena como en el trabajo con los actores, con los que parece que ha habido una gran colaboración y probablemente buena relación durante la creación del montaje, pues se respira buen ambiente en el conjunto, libertad creativa, y la aplicación de ideas que enriquecieron el total… sucediera como sucediera, lo cierto es que el resultado final es una obra magníficamente dinámica, rápida como toda buena comedia, de gran espectacularidad, y, porqué no decirlo, también con influencias artísticas de todo tipo que claramente han beneficiado el resultado final.

A esta eficaz dirección se une un resto de apartados técnicos que cumplen excelentísimamente bien su función: la escenografía es una auténtica maravilla, preciosa y agradable, da gusto pasar el tiempo viéndola; el vestuario es algo completamente encantador y muy inspirado; todo el attrezzo está muy bien seleccionado; me encantaron los vídeos y las animaciones de estos; la música tan apropiada… etc.

El conjunto estético final, es por tanto algo maravilloso, genial, realmente es un gusto en su bella sofisticación y encanto.

Así pues, tras un apartado técnico que es el sueño de todo autor, llega el apartado artístico… que no se queda atrás.

En todos los géneros son importantes los actores, pero en la comedia especialmente, y no todos los intérpretes tienen ni la suficiente vis cómica, ni la capacidad para crear comedia, hay gente que simplemente no nace con ello. Pero no es el caso de este magnífico reparto, brillantísimamente escogido en el que todos compiten ferozmente por ver quien es el que más hace reír al público, todo en ellos es perfecto: los gestos, los tonos, la manera de decir las frases, su comprensión del texto, sus parodias (algunos de ellos también parecen tener sus referencias… lo que está muy bien y mejora su interpretación)… etc.

Por tanto, el reparto artístico está simplemente magistral, todos por igual, en unas sabias actuaciones en las que la genialidad rivaliza con la comedia, absolutamente brillantes. Algunos de ellos incluso tienen la oportunidad de hacer doblete con dos personajes diferentes en los que demuestran todo su talento, con drásticos cambios de las voces, la gestualidad… etc, hace que nos muestren toda su gran capacidad interpretativa y que te sorprendan una y otra vez de la mejor manera; en ese caso están la mayoría, como Nacho Rubio, Javi Coll (con un policía y un ferretero inolvidables -especialmente este último, con sus acercamientos lujuriosos-), Julián Ortega o Antonia Paso (¡me encanta el acento madrileño de la casera!).

Sin embargo, personalmente a mí la que más me gustó, fue curiosamente una de las actrices de papel único: Silvia de Pé en su personaje de Madeleine (sublimes sus momentazos de la femme fatale -¡con cigarrillo electrónico y todo!- en apuros, tan parodia de cine clásico, ¡con esos tonos de voz tan exageradamente dramáticos, y a la vez los otros momentos con la mejor salida cómica!); y quizás quien menos Rafa Blanca (pero tal vez su papel es el menos lucido); pero esto último ya son impresiones y apreciaciones personales, pues lo dicho, es todo un esplendídisimo reparto coral en el que cada cual está mejor que el anterior, y todos hacen un trabajo altísimamente destacable, con una química estupenda que redunda en unas brillantísimas interpretaciones que no pueden dejar de ser elogiadas como un factor clave del éxitoso resultado final de esta producción.

Comentar también que es probable que la obra hubiera sido un gran musical (sólo hay que ver la danza del final)… quizás deban de plantearselo los de producción, seguro que funciona.

No quiero terminar tampoco, sin dejar de destacar el gran trabajo del regidor y de los técnicos de este teatro (algo que debe de pasar muy desapercibido para el gran público y que probablemente es un trabajo muy ingrato en ese aspecto, por más que los actores los señalen al final de la función), todo un mérito que todo salga siempre tan bien y tan perfecto a todos los niveles, y más cuando se trata de una obra con tantos efectos visuales y auditivos como esta.

Y tampoco quiero dejar de hablar de la preciosísima publicidad, y de la identidad visual que se ha diseñado para obra, muy estiloso todo; un gran trabajo.

En definitiva, “Perdona si te mato, amor” no es una obra maestra, no es ninguna genialidad, tampoco es original (pero no creo que pretenda nada de esto en el fondo); pero sí está magnifícamente hecha y es un divertimento con mucha clase, estilo, encanto, que realmente merece la pena ver porque es simplemente un montaje en estado de gracia (y con mucha gracia); puesto que la risa está asegurada, y además, el buen gusto en todos los aspectos. Toda una muy buena opción de la cartelera teatral que divertirá y encantará a todo el que la vea.

 


Archivado en: Teatro

Concierto de los Stradivarius de las colecciones Reales

$
0
0

Si la música celestial existe, y suena de alguna manera, no puede ser muy diferente al divino sonido de los Stradivarius Reales españoles

Sinopsis y ficha técnica

Intérprete Cuarteto Quiroga (Cuarteto en Residencia); Valentín Erben, violonchelo

Lugar Palacio Real de Madrid. Salón de Columnas

Hora 19:30

Programa XXX CICLO DE MÚSICA DE CÁMARA CON LOS STRADIVARIUS DE LAS COLECCIONES REALES

Con los Stradivarius de las Colecciones Reales (el cuarteto decorado y el violonchelo “1700”)

Boccherini: Quinteto G 324 “La Musica notturna di Madrid”
Schubert: Quinteto en do mayor D 956

 

Comentario previo

Como curiosidad, comentar que cuando empecé a escribir este artículo no sabía muy bien donde meterlo, normalmente clasifico todo espectáculo en Teatro, pero esto no se podía calificar como tal debido a sus peculiares características, y la sección de Música, a secas, tampoco me acababa de parecer adecuada; finalmente, ha acabado siendo un artículo de doble sección, yo creo que le va bien.

Todo el mundo conoce, o debería conocer, los famosos Stradivarius palatinos, un conjunto único en el mundo, concebidos por el propio Antonio Stradivari para otro amante de la música como Felipe V de España (al que prácticamente sólo eso era capaz de sacar de su depresión, muy especialmente la voz del famoso castrato Farinelli); pero finalmente adquiridos, mucho tiempo después, por uno de los mecenas del arte por excelencia de la dinastía borbónica: el futuro Carlos IV, cuando aún sólo era Príncipe de Asturias.

Y es que lo extraordinario de estos instrumentos, no es que sean una serie de objetos reunidos a la postre por un coleccionista, sino que han sido concebidos, con la maestría inigualable de Stradivari para sonar conjuntamente (aunque lamentablemente una viola se perdió entre el “equipaje del rey José”).

A todo esto hay que unir, que de los míticos más de mil instrumentos de cuerda que fabricó el famoso luthier, han llegado a nosotros poco más de la mitad; y decorados personalmente por este, sólo once, alguno que otro en manos privadas.

Y a estas alturas, supongo que no es necesario hablar del reputado sonido inigualable y perfecto de estos instrumentos, el mejor del mundo; y aún hoy en día, un misterio el como su fabricante lo consiguió, teorías muchas, conclusiones ninguna; todo lo cual ha llevado a la fama absoluta a estos instrumentos musicales, que han sido elevados al rango de legendarios (con razón, teniendo en cuenta la “magia” que les rodea) y al parnaso por excelencia de la historia de la música; gloria de la cual, aún vive y promociona Cremona, la región italiana cuna de estos afamados objetos.

Por todo lo anterior, es tan importante y emocionante el hecho de que tengamos un quintento tan singular en el Palacio Real. Sin embargo, durante años, sólo se pudo suponer como sonaban, pues aunque los podíamos admirar estéticamente (ya que han estado expuestos en diversas salas a lo largo de los años en el Palacio Real) y deleitarnos con su preciosa decoración formada por las delicadas incrustaciones y los bellos trazos que adornan estos bellos objetos, unicamente podíamos suponer como sonaban.

Esto no significaba que siempre estuvieran en las vitrinas, lejos de cualquier contacto con el exterior (de hecho, en una ocasión se rompió el mástil de un violonchelo y fue necesario restaurarlo inmediatamente), pues, al igual que la mayoría de las cosas, el uso (paradójicamente, aunque el exceso de este también es siempre perjudicial) era lo único que evitaba que se estropearan. Pero ello no suponía que sonaran para cualquiera, pues, al contrario que el también excepcional órgano de la Real capilla (para el que a menudo Patrimonio Nacional ha organizado conciertos gratuítos), en el caso de los Stradivarius sí había conciertos, privadísimos a los que acudía principalmente la Reina Sofía; y de ese modo, parecía que seguirían sonando para la Realeza y sus allegados indefinidamente (la única manera de conseguir entrar a esos esporádicos conciertos era exclusivamente con invitación de Casa Real, y por supuesto, siendo trabajador de Patrimonio Nacional), tal y como habían hecho durante siglos….

Y entonces la crisis entró en juego (algo bueno tenía que tener), y Patrimonio Nacional cambió la estrategia… por primera vez; algo un tanto desagradable, hay que reconocerlo; cobraría sus conciertos (sin mencionar que, últimamente, ya lleva tiempo sin haber en Madrid un sólo concierto gratis por parte de esta institución), y el primer evento con el que inauguraría este nuevo sistema sería precisamente con la joya de la corona musical: los Stradivarius Reales.

Eso fue el año pasado, según me enteré, rápidamente me interesé en el tema; no era para menos, ¡los famosos Stradivarius!, ¡al fin, al fin, con lo mucho que yo había luchado y deseado entrar en alguno de aquellos otros conciertos exclusivos, por fin mi deseo se cumpliría!. Rápidamente me imaginé que sería carísimo, pero me daba igual, “son los Stradivarius”, me decía; que sorpresa y que gran alegría, cuando el concierto resultó ser una ganga y estar al nada abusivo ni desmedido precio de 11 euros; ciertamente Patrimonio Nacional no había hecho bien cobrando sus conciertos, pero al menos no se había excedido en el precio.

Las noticias no paraban de llegar acerca del tema, y como si volvieramos a la época de las grandes y deslumbrantes cortes de pasados siglos, el Cuarteto Quiroga (grupo musical de gran prestigio; de origen gallego y cuyo nombre homenajea a un instrumentista de la misma nacionalidad) se convertía en el “cuarteto en residencia”, es decir, en los músicos reales, en los instrumentistas de cámara regios… lo cual me parecía genial, pues está muy bien que haya personas que conozcan bien los instrumentos y que tengan un gran dominio sobre ellos, lo que sólo puede beneficiar a la audición final (aunque finalmente no serán los únicos que tengan el privilegio de tocarlos, o así se anuncia en la programación).

Pero pronto mi gozo estuvo en un pozo, la pésima organización para la venta de entradas convirtió el tema en una pesadilla imposible de salvar, ni por internet, y mucho menos en la terrorífica estafa del teléfono 902… las dificultades y problemas interminables de datos con las tarjetas se convirtieron en una horrible zozobra que culminó con la imposibilidad de adquirir las entradas (¡claro!, con razón las entradas aparecían compradas y luego quedaban libres, ¡era el caos máximo!); y al final todo el mundo echando humo y descontento, debido a un caos que, afortunadamente, ha sido subsanado en las nuevas ediciones.

A pesar del fallo de la primera vez, yo nunca he sido una persona que se rinda fácilmente, así que volví a intentarlo una y otra vez… y a la tercera, va la vencida, ¡por fin conseguí ir!, cuando sucedió, finalmente fue tan asombrosamente fácil que no me lo creía, es más, hasta el último momento llegué a pensar que algo se cruzaría en mi camino y que de algún modo me impediría escuchar los Stradivarius.

Aún así, no os creáis que es un proceso fácil: hay que estar pendientísimo de la web de Patrimonio Nacional para ver cuando salen las entradas, y luego madrugar y estar actualizando continuamente la página web para poder comprar, pues sabes bien, que será una lucha encarnizada y cruenta contra medio Madrid (y no sólo con habitantes de esta ciudad, si sólo fuera con ellos…) que se está matando por conseguir una butaca como sea. A mí personalmente, casi ni me dio tiempo de ver que butaca cogía o donde estaba situada (aunque tuve muy buen sitio, centrado y en una fila cerca de la tarima donde se situaron los músicos) debido a la rápidez de la que tuve que hacer gala, aún llegaré más lejos, hasta el último momento, no estuve muy seguro de si había cogido un buen sitio, y yo no soy en absoluto persona de dejar las cosas al azar, y mucho menos aquellas por las que pago.

Finalmente, y con la compra realizada (aunque con el temor mencionado de que, de algún modo, cualquier cosa impidiera que escuchara los Stradivarius), me dispuse a esperar el gran día.

Faltaba tiempo para el tan ansiado evento, de modo que pude ir pensando en como me prepararía para día tan emocionante y especial; no era para menos, con toda probabilidad sería uno de los conciertos, y quizás momentos, más especiales de toda mi vida, un hito digno de rememorar: escuchar el mejor conjunto de cuerda frotada del mundo y probablemente de la historia, en un ambiente único: el salón de columnas del Palacio Real (que por cierto, he observado que tiene humedades y desprendimientos, alguien debería de ocuparse de eso…), que siempre ha sido uno de los lugares tradicionales de gran ceremonia para la monarquía española, no sólo recientemente (la abdicación del Rey padre o su firma para la adhesión a la CEE, por poner unos ejemplos), sino desde siempre, de hecho, es muy posible que estos históricos instrumentos musicales sonaran en esta misma sala para Carlos IV, ya siendo monarca; tal vez tocaron decadentes valses en alguna de las trasnochadoras fiestas de Isabel II, rodeados por la exuberante decoración planificada por su marido; e incluso, a pesar de la pérdida de protagonismo de este histórico salón durante la restauración,puede que le llegara, en alguna ocasión, el sonido de los viejos instrumentos… y estando, como siempre ha estado, bajo el amparo de Apolo, no es para menos.

Por todo ello, decidí hasta vestirme para la ocasión, aunque la verdad, fui de los pocos, en general hubo una más bien penosa e insulsa informalidad (por decírlo de una forma políticamente correcta).

Pero no fue lo único que me dio tiempo a hacer, también pude hacer conjeturas acerca de lo que iba a ver. He de confesar que yo soy más de música vocal que instrumental (por lo general todo el mundo se decanta por una cosa u otra), y la segunda, a menos que esté muy bien dirigida e interpretada, fácilmente puede llegar a aburrirme, por lo que comenzaron los temores, ¿qué me encontraría?, ¿supondría un aburrimiento o una decepción?, ¿habría valido tanta lucha y espera la pena?, me consolé pensando que, fuera como fuera, al fin y al cabo, escucharía unos instrumentos históricos y únicos en el mundo, y que sólo por eso, por vivir esa experiencia singular, ya valía la pena, ahora bien, ¿se quedaría todo en eso?, ¿acabaría por afirmar no entender el porqué de tanto revuelo con los Stradivarius y el no ser capaz de verles nada especial?, no sería la primera vez que tal cosa me pasaba. Pero contestar a esas preguntas ya es tema de la…

 

Crítica

Una sola nota, tan solo una nota de uno de los violines con la que comenzó el concierto, bastó para confirmar que estaba ante algo absolutamente único y extraordinario; el resto del recital, supuso sólo la ratificación permanente, total e incuestionable de aquella breve, pero intensa, primera impresión que resultó ser una de las más correctas que he tenido jamás.

Hasta tal punto he quedado deslumbrado, que he llegado a pensar en no publicar nada de esto (o en quitarle importancia) para que sea más fácil volver a conseguir entradas, pero finalmente, como auténtico y verdadero amante del arte que soy, siento la necesidad de difundir tan buena nueva, siento el deber de hacer saber a todo el mundo que conozca esta maravilla, consiga o no yo entrada, porque todo ser viviente debería, al menos una vez en la vida, o durante unos minutos, disfrutar de ese sublime y exaltador sonido, de ese éxtasis artístico sin igual, que producen los Stradivarius Reales.

Cualquiera que lea Universo de A con cierta frecuencia, o si echa una ojeada a algunas de las críticas publicadadas, observará que soy un espectador muy exigente, poco impresionable, y a quien no le dan gato por liebre fácilmente… por ello, me parece especialmente significativo todo lo que escribiré a continuación, pues visto lo anterior, esto realza aún más sus sobrados méritos.

Es maravilloso, es indescriptible la belleza del sonido de estos instrumentos, con una potencia, una capacidad de envolvencia que se apodera de todo, una pureza, una magia deslumbrante que te embruja incondicionalmente nublando todo pensamiento que no sea el dedicado a esa música excelsa….

Confieso que apenas pude pensar durante el concierto, algo muy raro en mí, que me distraigo con enorme facilidad, me guste o no lo que veo, pero aquel bello sonido me dejó cautivado como no soy capaz de recordar en mi vida, mi mente sólo era capaz de estar pendiente de la música, y los pocos pensamientos que era capaz de tener, estaban únicamente dedicados a afirmar la magnificencia de lo que escuchaba.

Estuve al borde de las lágrimas incluso, de tal emoción que me produjo; y en pleno éxtasis durante una buena parte: con los miembros agarrotados, la respiración entrecortada y el corazón y el pulso aumentando de velocidad cada vez más…  fue algo absolutamente increíble.

Había planeado degustar a la vez, la música y las bellas artes (como suelo hacer en todo concierto en algún lugar histórico, y en este especial caso, no era para menos, estaba en el precioso salón de columnas), pero me fue absolutamente imposible, la música me atrapó de tal modo que no pude pensar en otra cosa.

Y sólo con muchísimo esfuerzo, pude fijarme en los propios instrumentos musicales, y en como el cuarteto Quiroga arrebataba aquellas melodías excelentes, a esas preciosidades históricas con esa portentosa decoración; traté de prestar atención a como los tocaban, como se movían… pero la música me poseía de tal modo que tenía que rendirme a su encanto sin igual, renunciando a toda lucha y presentándole una rendición incondicional, había vencido, sólo existía ese sonido glorioso.

Cuando terminó el concierto, y solamente cuando acabó, pude pensar en como Apolo, dios de la música, de las artes y del sol; había presidido orgullosamente todo el recital (que sin duda estuvo bajo su simbólica influencia) a través del fresco de Giaquinto “El sol ante cuya aparición se alegran y animan todas las fuerzas de la naturaleza”. También me vinieron a la cabeza los ángeles del pórtico de la gloria y sus famosos instrumentos medievales que fascinan a los visitantes y peregrinos, y que tanto han dado que hablar a los historiadores… y fue cuando pensé que si en el cielo hay música, tiene que sonar de forma parecida a los Stradivarius, pues su sonido es absolutamente divino, no pertenece a este mundo, no puede ser terrenal… por eso, sólo al final, pude volver a ser consciente del lugar tan maravilloso en el que estaba, puesto que hasta ese momento, había desaparecido por completo.

Además, y también a su favor he de decir que por lo general, no me entusiasma la música de cámara (la considero, por lo general, demasiado reducida y con poco color para mi gusto) y mucho menos la cuerda frotada sola (por una razón personal, de pequeño tocaba el violín por obligación y lo detestaba, básicamente porque nunca quise, por lo cual no aprendí a usarlo, y cualquiera que conozca el más difícil de todos los instrumentos, sabrá que sólo hay una manera de tocarlo: perfecta, o que parezca que estás matando a un gato; en mi caso, y en mis mejores momentos, yo nunca pasé de que pareciera que estaba intentando bañar al minino… es más, durante años, he sentido escalofríos cuando oía un violín solo -hasta ese punto me ha traumatizado-; sin mencionar que es un instrumento asqueroso: la resina con la que hay que frotar el arco es pegajosa, luego ensucia el instrumento, y te pasas la vida limpiándolo; las cuerdas te dejan los dedos hechos puré de tanto apretarlas; y es incomodísimo de tocar a nivel de postura… para mí, más que un instrumento musical, lo fue de tortura).

En definitiva, los Stradivarius no sólo satifacieron mis expectativas sino que las superaron mucho más ampliamente de lo que pudiera imaginar, y puedo confirmar totalmente que su merecida fama, no sólo está justificada, sino que no se habla lo suficiente de ellos, y lo que es peor, tampoco se los escucha demasiado; es más, desde que los he oído, en todo este tiempo no he dejado de preguntarme porque no se graba un disco con estos instrumentos, yo lo compraría sin duda alguna, aunque es cierto que temo que los micrófonos no sean capaces de registrar su poder hechicero.

No obstante, no se le puede dar absolutamente todo el mérito a los instrumentos, que difícilmente harían nada sin unas manos adecuadas que los tañan, y no hay duda de que el Cuarteto Quiroga (al que escuché yo en mi primera vez) se merece total y absolutamente la confianza que Patrimonio Nacional ha depositado en ellos convirtiéndolos en el cuarteto en residencia (o los músicos de cámara regios para este blog); porque, ¡qué maravilla!, ¡qué intensidad!, qué manera de vivir la música, y lo que es más importante, de transmitirla (cosa de la que no todo el mundo es capaz, por más pasión que ponga en ello) con una pasión embriagadora de la que contagian al espectador de una forma inimaginable, ¡que brillante talento!, pocas dudas tengo de que los Stradivarius no podrían estar en mejores, más excelentes y escogidas manos.

Todos ellos estuvieron perfectos, y también el invitado, en una coordinación perfecta, eran un conjunto sublime que le dio todo su sentido a la razón por la que estos magníficos instrumentos habían sido creados: para sonar juntos inigualablemente bien.

Aún diré más, yo, ha sido una de las pocas veces en las que he hecho una ovación en pie y gritando “bravo”, una pérdida de compostura muy poco habitual en mí, pues muy entusiasmado y arrebatado tengo que estar para que eso suceda… pero lo estaba, ¡vaya si lo estaba!.

De hecho me sorprendió la cierta frialdad de una parte del público, y una de dos (o ambas que no son incompatibles), o no tenían ni idea de lo que escuchaban o se creían que por ser más distantes iban a parecer más cultos y expertos; personalmente, oyendo a algunas personas, pude comprobar afirmativamente ambas suposiciones; sin ir más lejos, unos cuantos, para mi indignación y vergüenza ajena, no sabían ni de que iba el asunto, y no hubieran sabido apreciar la diferencia entre un Stradivarius y la corneta de la legión.

Además, no se puede dejar de reseñar la acertadísima elección de las piezas escogidas para el concierto, un quinteto de cuerda de Boccherini y otro de Shubert (todos los cuales, perfectamente pudieron haber sido tocados en pasadas épocas, en este mismo salón, por los mismos instrumentos).

El primero excesivamente corto (hasta tal punto que llegué a temer que el concierto sólo durara media hora… y entonces el gasto no habría sido tan rentable, aunque la pieza de Shubert resultó ser mucho más larga y ocupar la mayor parte del tiempo), aunque rápidamente, y con facilidad, nos retrotraía a la época en la que sonaron por primera vez los instrumentos en palacio; sin embargo, no sobra decir, que quedó ganas de más Boccherini.

Pero Shubert nos compensó sobradamente con su apasionado romanticismo en forma de una arrebatadora música que conmovía y exaltaba todo sentimiento y emoción. En definitiva, un programa deslumbrante para una velada perfecta en Palacio, yo no hubiera sido capaz de imaginar nada mejor ni más inolvidable.

Para finalizar, hablaré del evento en sí, que, aunque queda totalmente a la sombra de la música, no deja de ser reseñable y destacable.

Acudir al concierto es emocionante desde un principio, la entrada es por el arco de Santiago, lo que da la oportunidad de recorrer la mitad del precioso patio de honor que es la Plaza de la Armería y degustar, en el cercano crepúsculo, la bella fachada de Palacio, uno de los más bellos del mundo (en mi opinión y la de muchos).

Pronto te recibe gente vestida de época (yo diría que siguiendo el modelo del reinado de Alfonso XII y que se mantuvo durante toda la restauración), un soldado, y después los acomodadores (estos, yo diría que con las mismas libreas que se usaban antes, con tanto acierto, en el Teatro Real; antes de que los veteranos acomodadores fueran sustituídos por los macarrillas y estos volvieran a ser reemplazados también, por suerte); por lo que acudir a este concierto es toda una experiencia, algo realmente emocionante a vivir, como trasladarse a otra época.

Pero antes de que eso suceda, aún habrá que atravesar el bello zaguán principal; una de las escaleras reales más bellas del mundo (he visitado múltiples palacios y castillos de todo el mundo, y esta, estéticamente, es la que más me gusta); la sala de guardias donde se ha habilitado un improvisado guardarropa (que no consigna, este concierto tiene clase y estilo) y después una mesa, lugar en el que se preparan para recibirnos y acompañarnos a nuestro asiento.

Sin embargo, llega el momento de señalar uno de los escasos defectos del evento, y es que la organización está sobrepasada por la afluencia de público (¿suena ridículo en una actividad tan medida y controlada como debería de ser una de estas características?, ¡sí!, la verdad es que llega a ser una situación muy absurda), como no tienen las sillas numeradas (una estupidez monumental que se arreglaría colgándoles una chapa a cada una sin necesidad de deteriorar nada) tienen varios acomodadores que tienen que aposentar a espectador por espectador, y así más de cien, en su correspondiente butaca, y como no saben donde está, tienen que ponerse a contar los asientos para asombro del asistente, que le cuesta dar crédito a un fallo logístico tan básico, evidente y elemental.

Sin mencionar que los que reciben las entradas para ubicarte, antes de pasárselas a los acomodadores, se les nota desbordados por su trabajo y agobiados, aunque eso se percibe en buena parte del personal de sala. Ello repercute negativamente en el espectador, muy especialmente, por el hecho de que le obligan a presentarse con un mínimo de 45 minutos de antelación (sí, lo sé, lo nunca visto) sin ninguna necesidad, algo que no ocurre en absolutamente ningún sitio. Desde luego, si el evento sale bien, la verdad es que no es por la buena organización con la que se lleva a cabo.

Afortunadamente, y como ya digo, este es uno de los escasos defectos de este acontecimiento, en el que también hay que hablar de la cierta amabilidad de algunos de los que están cara al público (los que lo son, porque los que no… son para darles de comer aparte, debería de haber alguien que controlase medianamente la calidad de la atención al público).

Pero dejemos el tema, pues no quiero dejar de señalar las cosas buenas que priman, con gran superioridad sobre las malas, así, entre otras cosas, se puede disfrutar de las salas mencionadas del Palacio Real sin restricciones y totalmente alfombradas (como deben de estar cuando vienen los Reyes), ¡sí, habéis oído bien!, sin cargantes cordones que impidan acercarse a las obras de arte, sin limitaciones, pudiendo andar a tu aire (bueno más o menos, que los vigilantes no te quitan mucho el ojo, y tardan poco en enviar miradas de fulminante sospecha, pero es cuestión de fingir que no están) por las salas y descubrir su verdadera amplitud, además de acercarse a los objetos que apenas se atisban al fondo de la sala durante una visita normal… ¡que maravilla!.

Tampoco sobra hablar del programa, no muy bien diseñado a nivel práctico ni muy estético (pues hay que buscar concienzudamente en el medio de este para saber las piezas que se van a tocar, algo que también lo vuelve extremadamente engorroso y poco práctico a la hora de la consulta durante el concierto; y, salvo el reducido y agradable colorido, además de algún cambio de fuente, no ofrece mayor alicente estético), pero sí bueno a nivel de información, siempre se desearía más, y es mejorable, pero lo que hay está muy bien pues habla sobre temáticas muy variadas (su mayor acierto, toca todas las materias posibles: la música en sí, los intérpretes, los instrumentos… aunque ojalá profundizara más) acerca de lo que vas a ver.

Conclusión: el concierto de los Stradivarius palatinos de las colecciones Reales españolas es algo que hay que vivir al menos una vez en la vida, un placer inigualable, un éxtasis artístico exaltado, desmedido y sin descanso, una vivencia única e inolvidable que se quedará grabada a fuego para siempre en nuestra memoria racional y emocional, un evento artístico sin igual, una oportunidad de formar parte de la historia… pero sobre todo, algo sublime y celestial.

Primer concierto del XXX Ciclo Música de Cámara con los Stradivarius de las Colecciones Reales.

Su Majestad la Reina y Su Alteza Real el Príncipe de Asturias, en la primera fila de asientos, con el ministro de Justicia y la ministra de Educación File:PalacioReal Stradivarius1.jpg

Archivado en: Música, Teatro

¡Los musicales se apoderan de los cines! (¡y de la ciudad!)

$
0
0

Hoy mismo se estrena “Into the woods”, y próximamente se estrenará también una nueva revisión de “Annie” (el día 30), con lo cual, enero parece ser otro gran mes para los musicales (próximamente, esperemos, críticas de ambas aquí en Universo de A).

Ello ya se puede observar en la publicidad, extendida por todo Madrid, que se ha apoderado de la imagen de la ciudad, que parece haberse convertido también en un gran musical debido a esta cartelería cuya sóla presencia ya evoca canciones… recordándonos que tenemos, ya mismo, unas citas ineludibles en el cine.

Hace bien poco publicaba otro artículo en el que hablaba de la abundante cosecha de películas de este género que estaba teniendo el cine últimamente (con una llamativa atención por parte del cine europeo; lo digo porque este es un género del que Estados Unidos parece haberse convertido en el gran promotor -hay quienes piensan incluso que creador, aunque esto no sea del todo correcto-); y parece que tenía razón cuando en mi éxitoso y muy visitado artículo (que además, curiosamente, sé que ha sido utilizado como bibliografía para múltiples trabajos académicos) de “Historia del cine musical” preveía, hace varios años, que en el comienzo de la década del 2000, tras mucho tiempo de decadencia, era muy probable que nos encontraramos ante el renacimiento del musical; y tal profecía parece confirmarse continuamente para mi mucha alegría. Así, hemos pasado de tener un musical anual, a que varias películas de este género se estrenen en un mismo año e incluso en un mismo mes, dándonos la oportunidad de saborear más y más deliciosas películas de este género que siempre son una gozada.

¡Y siempre grandes producciones que levantan admiración!, como explicaré más abajo. Aunque no os voy a mentir, la crítica está muy dividida (ya os informaré de lo que opino yo), pero por lo general, un musical, por malo que sea, ¡sigue siendo un musical!, pero bueno, ya veremos….

así pues, podremos ver:

-Into the woods: siguiendo el renovado interés por los cuentos de hadas (al que ha sucumbido -de forma exitosa, he de decir, crítica próximamente- hasta el teatro Real, programando este año “Hansel y Gretel”), nos llega un musical que reflexiona de una forma curiosa y arriesgada sobre los cuentos de hadas.

Tiene una pinta espectacular: origen en Broadway, con música de Stephen Sondheim que nos proporcionó hace unos años otra obra maestra cinematográfica, según la valoración de este blog: “Sweeney Todd”, y que, aunque no todos sus musicales me hayan entusiasmado, su música por lo general sí; el libretista es también el guionista de la película, con lo que podemos esperar fidelidad.

El director es Rob Marshall, director que nos tiene a todos un poco perdidos (y que indudablemente no ha tenido mucha suerte); ya que puede hacer desde grandes obras maestras como la versión televisiva de Annie (mejor incluso que la mítica y clásica de Huston) o Chicago (tan merecidamente premiada); películas aceptables o incluso regulares como la cuarta parte de “Piratas del Caribe” o “Memorias de una Geisha”; hasta obras difíciles de calificar (o en cualquier caso complidadas o poco accesibles para el público general) como “Nine”. Si, Marshall lleva años en un pleno “tour de force” para demostrar que no sonó la flauta con sus grandes obras y que realmente tiene talento. Y no hay duda, el musical le encanta y seguramente él mismo considera que es su género; ¿logrará entrar en su ilustre historia y que su nombre se luzca al lado de otros como los de Gene Kelly, Vicente Minnelli o Stanley Donnen?, ¿se hará realidad esa intuición que todos tuvimos de que nos hallabamos ante el que pasaría a la historia como un gran renovador del género musical cinematográfico?, quizás “Into the woods” ayude a responder a estas preguntas.

Sea como sea, como es habitual en este género, hay un repartazo espectacular: Meryl Streep (gran actriz, sin una gran voz, pero aún así conocedora del género) o Christine Baranski que ya estuvieron en “Mamma mía!” (donde nos impresionó la segunda). El veterano Johnny Depp, que siempre suele asombrar para bien (y que nos deslumbró en “Sweeney Todd”). Y finalmente Emily Blunt (a quien podemos recordar por grandes películas como “La Reina Victoria” o “Destino oculto”) y Anna Kendrick (de “Dando la nota”); de las que sabemos poco a nivel vocal, pero con aún con esos escasos datos, es improbable que decepcionen.

Será interesante descubrirlo; la crítica está dividida; hay múltiples nominaciones a premios (aunque no todas a principales), pero de momento no se han conseguido muchos… parece que le toca al público decidir sobre su calidad. La pinta es muy buena, pero eso no necesariamente significa un gran resultado final (como hemos visto anteriormente en casos como este o este), pronto lo sabremos.

 

-Annie: un musical conocidísimo y de rabiosa actualidad (por la crisis económica), con una de las canciones más conocidas y esperanzadoras que jamás se han compuesto: “Mañana” (“Tomorrow”; Strouse, el compositor, también creo, por cierto, la popular canción del “Cumpleaños feliz”). Quizás pocos musicales puedan venir más a cuento en este momento (puesto que, si uno lo piensa, “Los miserables” era demasiado deprimente para pensar en su actualidad).

Con dos aplastantes versiones cinematográficas previas (basadas en el musical de Broadway, que hace unos años llegó a Madrid en su nueva reposición), creadas por dos maestros del arte de hacer películas; parece que este musical pretende actualizarse y llegar al hoy día. La crítica no parece estar de acuerdo en que lo haya conseguido (hay quien incluso afirma que tal cosa es imposible pues es muy de su época… pero si fuera así, no sería la obra maestra que es), pero varias nominaciones a premios parecen desmentirles.

Además de actualizar el clásico, parece que nos encontraremos ante una “versión negra” de este, ya que parece que Will Smith está muy implicado en su producción, y que incluso quiso que su hija interpretase el papel principal (cosa que al final no sucedio).

Los datos que manejamos no son malos: dirige Will Gluck, que hizo películas como “Rumores y mentiras” y “Con derecho a roce”, de las que sí se puede decir que estuvieran bien dirigidas (independientemente de que el resultado final guste más o menos).

Y al frente del reparto tenemos al siempre eficaz Jamie Foxx (que probó más que sobradamente su talento musical en “Dreamgirls”) y a Cameron Díaz (que es quien se ha llevado las peores críticas, y que parece gustar mucho de esos papeles de mujeres vulgares; ¿qué ha sido de la dulce Kimmy de “La boda de mi mejor amigo”?… supongo que desapareció con “Algo pasa con Mary”). Aunque probablemente no oíremos cantar a nadie del reparto puesto que, parece que una vez más (se hizo en todas las versiones anteriores), se ha doblado la película integramente al español (o al menos eso insinúa el que aparezca en los carteles el nombre de la ganadora hispana de “La voz kids”).

En fin, ya veremos, todos sabemos que los experimentos actualizadores pueden salir muy bien… o muy mal; pronto lo descubriremos, y parece que, también en este caso, será el público quien tenga la última palabra y decida si la nueva versión de este inmortal musical merece ser también siempre recordada y referenciada; el material lo tiene, ahora bien, ¿el talento?, sólo hay una forma de saberlo, y es viéndola.

 

Y en cualquier caso, sea como sea, ¡que gustazo ver como los musicales se apoderan de los cines y de la ciudad!.

P.D: Y como aún es pronto, no sabemos si “La Cenicienta” de Kenneth Branagh, encargada por Disney, será también un musical, pero sí que se estrenará el 24 de marzo en España; si a eso le sumamos un gran director y un gran reparto artístico que cuenta con nombres como Lily James, Cate Blanchett, Helena Bonham Carter, Derek Jacobi o  Stellan Skarsgård… parece que también podemos esperar mucho de ese estreno (aunque también es cierto que no hay garantías, pues la compañía Disney ha permitido bodrios espantosos en acción real de sus clásicos como este o este).


Archivado en: Actualidades

Críticas express: Don Juan Tenorio / Adalí / La sesión final de Freud

$
0
0

Últimamente no tengo tiempo para nada, es un milagro que pueda publicar estas críticas (y que tenga material con qué hacerlo).

En fin, diré de todos estos teatros que los programas de mano son mejorables, estaría bien que fuesen más completos y no sólo trajesen la opinión del director además de los datos artistico-técnicos.

La atención al público es excelente en todos, como es habitual.

Y decir, que cada vez me impresiona más la labor de los técnicos del Español, es todo un trabajo no siempre suficientemente reconocido (aunque en este blog lo recordemos de vez en cuando).

P.D: Y para finalizar comentar que próximamente publicaré una buena crítica sobre la ópera “Hansel y Gretel” que se representa en el Real, ya daré más datos, pero es muy recomendable.

Don Juan Tenorio

-Don Juan Tenorio: esta producción es tan desmesuradamente mala, que estuve a punto de dedicarle una crítica entera para despedazarla merecidamente… pero me da mucha pereza. No obstante, no quiero renunciar a algunos de los placeres que tienen las críticas completas. En este caso, utilizaré un nuevo y original (bueno, novedoso entre comillas, pues no es la primera vez que utilizo una cita del texto original para definir una producción o algo de esta, pero sí la única vez que lo haré para dividir apartados) formato en Universo de A, hablaré de cada tema anteponiendo primero una cita del “Don Juan Tenorio” de José Zorrilla, y serán frases que definan lo que a continuación se va a contar. Ya que el texto original es lo exclusivamente salvable de esta producción (pues milagrosamente, ha sido lo único que ha salido casi indemne, sólo casi -para que os hagáis una idea, tanto como salió el “Alceste” de Gluck en el Real-), me parece justo que, dado que tanto se le ha infamado y avergonzado de las maneras que abajo explicaré, ahora sea la propia obra la que cobre su venganza a través de mi modesta pluma. Comenzamos:

 

“¡Cuál gritan esos malditos!
Pero, ¡mal rayo me parta
si en concluyendo la carta
no pagan caros sus gritos!”

(Mi venganza y la de Zorrilla… y maldita e infame manía de los altavoces en el teatro)

Últimamente, casi siempre que en el teatro Pavón se programa una gran obra conocida suele ser un fiasco; si a eso le sumamos que esta temporada está siendo sumamente decepcionante (con ejemplos como este o este; aunque ya comentaba que la programación no tenía muy buena pinta); pues últimamente no parece haber muchas razones para acercarse a este antiguo (aunque rehabilitadísimo) teatro de principos del siglo XX. Y mucho me temo que este montaje no es una excepción (es algo peor que eso, pero ya lo cuento abajo); con lo que adios al buen teatro clásico hasta bien entrado febrero. Y eso con suerte, que ya veremos, porque tal y como vamos… mejor no albergar muchas esperanzas.

Y es una pena, porque la gente está deseosa de ver estos montajes, los profesores llevan a sus alumnos… ¿qué derecho hay a destrozarles la experiencia?; todo el mundo está ansioso de ver algo magnífico y se nos presentan unas cosas… de verdad, a veces creo que deberían de volver los buenos usos del teatro clásico… pero por parte del público, y poder lanzar tomates, gritar de indignación, tirar las butacas contra el escenario, retar a duelo a los responsables, o al menos exigir masivamente el dinero de la entrada y que te lo devuelvan… etc; a ver si así reaccionan y dejan de presentarnos estos horrores.

Y es especialmente terrible, puesto que hace bien poco, nos presentaban en el Español un Shakespeare, cuya producción yo ponía verde, pues creía que no se podía hacer peor un clásico… no estaba del todo en lo cierto, seguid leyendo, seguid leyendo; pues, readaptando el conocido dicho, “siempre va a haber alguien peor que tú”.

 

“-¡Justicia por doña Inés!

-¡Pero no contra don Juan!”

(¿Pero qué le hizo “Don Juan” a Blanca Portillo, ¿qué?, ¿qué?)

Es más, si no fuera porque es imposible, diría que este montaje del don Juan que nos presentan en el Pavón sigue la misma idea que el musical de “Los Productores”, que, para quien no conozca el argumento, se trata de unos profesionales del teatro que se dan cuenta de que pueden ganar más con un fracaso que con un éxito, así que su objetivo es llevar a cabo una producción en la que todo falle, en la que todo sea insalvable, en definitiva, que no haya por donde cogerla, y para ello buscan desesperadamente lo peor de lo peor (un autor nazi, un director pésimo, unos actores horribles…), con el único objetivo de que el resultado final sea infumable, y así poder llevar a cabo la estafa con éxito y cierta facilidad. Sino fuera porque ese argumento ficticio es inaplicable a la Compañía nacional de teatro clásico, diría que ese es también el objetivo final de Blanca Portillo, directora de este montaje

Portillo, para que la podáis identificar, es muy conocida como actriz por su personaje de Carlota en “7 vidas”, aunque está claro que nunca ha apreciado mucho la fama televisiva, pues ha evitado repetir en ese medio en todo lo posible… de ahí que (como Fran Perea, otro actor con un caso parecido) se mate a buscar proyectos “serios”… bueno, más o menos, porque no hay quien entienda esa obsesión de interpretar personajes masculinos; aparte de Torquemada en la película de Alatriste, hace hace poco interpretó a Segismundo en este mismo teatro, y no son los únicos; ¡como si los femeninos no fueran lo bastante buenos!, vale que ella no es el colmo de la femineidad, pero aún así….

En cualquier caso (si bien el hábil cartel con el que se anuncia la obra por todo Madrid engaña habilidosamente evitando que sepamos lo que se oculta detrás), según llegamos ya recibimos la primera provocación por parte de Portillo, leemos el programa (que aunque están bastante bien, son mejorables en este teatro) en el que pone verde al personaje don Juan Tenorio y suelta la demagogia más barata y desfasada (¡cita hasta la violencia de género!, ¿pero desde cuando se juzga algo fuera de su tiempo?) probando que no ha entendido nada de la obra que pretende dirigir.

“Uff, que mal empezamos”, pienso yo, pero decido darle el beneficio de la duda, puede que después del todo pueda aportar una visión novedosa. Poco me duró la posibilidad de dar tal beneficio y de borrar esa primera impresión, pues por desgracia, como casi siempre, mi primera intuición resultó terriblemente acertada.

 

“¡Ah! Por doquiera que fui
la razón atropellé,
la virtud escarnecí
y a la justicia burlé,
y emponzoñé cuanto vi.
Yo a las cabañas bajé
y a los palacios subí,
y los claustros escalé;
y pues tal mi vida fue,
no, no hay perdón para mí”

(Si alguien de esta producción puede decir justamente estas palabras, esa es la directora; porque no hay perdón para lo que le ha hecho a la obra de Zorrilla)

Pronto me di cuenta de que iba el tema, de buscar la provocación por la provocación, el escándalo por el escándalo; está claro que la señora Portillo se ha creído la supervanguardista del mundo mundial que va a aportar su visión inédita y nunca vista del Tenorio… por favor. Y si algo caracteriza a este montaje es precisamente la falta de originalidad y la vulgaridad creativa, producto de una mente que se ha creído que ir contracorriente totalmente con el texto que le han dado va a ser de una modernidad abrumadora.

No sé si es un problema de una profunda incultura e ignorancia absoluta (me cuesta creerlo, puesto que habría que estar aislado del mundo totalmente para que fuera este caso -como Segismundo, que ironía-) o de una total y absoluta falta de capacidad para la innovación y la creación; sea como sea, su búsqueda de la ruptura por la ruptura es tan cargante, como predecible y nulamente original; aún digo más, no diría que es pedante, pues su falta de inventiva para renovar el clásico (que se supone que es lo que intenta, vamos digo yo, porque me niego a creer que haya querido destrozar la obra porque sí o estafar deliveradamente al público… supongo) es tan baja, tan ordinaria, que ni siquiera puede calificarse de presuntuosa.

Sin mencionar su erronea interpretación del mito de don Juan, puesto que para empezar hay muchos don Juanes, y son bastante diferentes, tanto el de Tirso, como el de da Ponte (de la ópera de Mozart), el de Zorrilla (esos los más conocidos por la gente en general, pero no faltan autores más que reseñables que también hayan tratado el mito); y parece demasiado evidente que la directora no tiene ni idea del tema (o por lo menos, no lo demuestra)… pero a Portillo eso de documentarse le da igual, ¿para qué?, ¿qué tengo una obra que habla de un pecador redimido a través del amor?, ¿ah, sí?, ¿de verdad?, ¡vaya, que fuerte!; bueno, ¿a quién le va a importar?, total, yo voy a hacer lo que me de la gana, basándome en lo que sé de oídas….

Es más, durante toda la obra parece que la directora realizara su dirección pensando lo siguiente: “¿pero don Juan no iba de un seductor impenitente?, yo creo que sí, me da que eso es lo que me contaron en el colegio… la verdad es que no me entero de que va mi propia obra, la que tengo que dirigir, y encima está escrita de una manera tan farragosa… no la voy a leer ni en broma, ¡qué pesadez!, ni con la dramaturgia hecha consigo tragármela, ¡qué aburrimiento!, bueno, vamos a vestirlos a todos con vaqueros y a ponerlos a soltar los versos de formas extrañas, que así, al menos me entretengo en los ensayos y da la impresión de que hago algo. Además ya se sabe que todo lo que no entienden ni público ni entendidos… ¡es arte! (aunque sólo sea para no quedar mal), ¡viva el arte!, ¡y esta obra tiene que ser muy artística porque yo no entiendo ni palabra!… y además, si hago exactamente lo contrario a lo que dice el texto, ¡seguro que soy supervanguardista e indudablemente no lo ha hecho nunca nadie antes!, ¡pero qué lista eres Blanca!, ¡qué ideas únicas e insólitas tienes!, ¡que digo lista!, ¡qué artista! (y tengo que serlo mucho, porque ni yo misma lo entiendo)”.

En definitiva, tan vulgar como poco original, la directora demuestra no tener ningún talento y ser absolutamente incapaz de comprender su propia obra. Desastroso; he llegado a pensar que es un proyecto de encargo, pero es que ni así se puede hacer algo tan desmesuradamente mal. Es demasiado evidente que Portillo ni entiende ni sabe utilizar el material que tiene; simplemente, no es apta ni competente para el trabajo, así de simple y de sencillo, no vale.

Aunque quien sabe, puede que a alguien le guste, no en vano, yo cuando terminó la función, lo primero que pensé fue: “Mortier ha muerto, viva Portillo”, pues un montaje de este estilo no lo desdeñaría en absoluto el anterior director artístico del Teatro Real, con el que, de hecho, sufrimos algo con características muy parecidas.

Pero como mi deber como crítico es hablar a la gente de lo que va a ver, para que pueda decidir por si misma si ir o no, pues vamos al tema.

 

“Callad, por Dios, ¡oh, don Juan!,
que no podré resistir
mucho tiempo sin morir,
tan nunca sentido afán.
¡Ah! Callad, por compasión,
que oyéndoos, me parece
que mi cerebro enloquece,
y se arde mi corazón”

(Tal y como ves la obra, sí, también te hierve la sangre y desearías que se callaran… o morirte -y no precisamente por las mismas razones de doña Inés en la obra-)

El texto, a pesar de la dramaturgia, yo no lo noté demasiado tocado (es lo único que Portillo, sorprendentemente, respetó medianamente… esa suerte no la tuvimos con “Ricardo III” en el Español), con lo cual es una preciosidad, las palabras en sí, los versos… es lo único disfrutable de la función, y en lo que pasas todo el tiempo intentando concentrarte desesperadamente para evitar ver lo desastroso del resto; pero, al igual que pasaba en la última e infausta producción de “Alceste” en el Real, te lo ponen tan difícil que es terrible.

Supone un esfuerzo, incluso doloroso, tener que centrarte exclusivamente en las palabras dejando de lado todo lo demás (aparte del montaje en sí, también hay que quitar quien las dice, como las dice, el tono que utiliza… terrible… al menos en “Alceste” si cerrabas los ojos te quedaba la música), tratándo de olvidarlo, es un ejercicio de concentración realmente brutal que te deja absolutamente exhausto… ¡y que acaba por producirte un cabreo!.

En fin, será mejor que os describa más o menos lo que se ve:

Todo comienza con unas canciones espantosas, cantadas por una mujer entaconada y aparentemente embarazada, que es una sosias vocal de Ana Belén (y el estilo musical no se aleja mucho), ¿viene a cuento?, no, ¿tiene que ver con la obra?, no, ¿es una pesadez que se repite una y otra vez, y que causa un mayor hastío y repugnancia cada vez que vuelve a suceder?, sí. Con lo que me gusta la utilización de la música en este tipo de obras, hasta eso lo destrozan.

Y por supuesto, ahí están los “preciosos” micrófonos y altavoces para acabar de convertir esto en un bodrio total; si nuestros clásicos levantaran la cabeza… convertirían Madrid en una película de zombies (o en un merecido “The walking dead”, partiendo del barrio de las letras), porque es inaguantable esta insoportable manía que le ha entrado a todo el mundo con utilizar este sistema, cuando en el teatro si algo se aprecia es la voz en directo; estoy harto de comentarlo, y sólo repetiré que suele ser una muestra de una absoluta inseguridad y falta de talento. No hay justificación alguna para poner altavoces o usar micrófonos en un espectáculo en directo, ninguna (¡y muchísimo menos teatro clásico!, ¡a donde vamos a llegar!, ¡esto ya es lo último!).

Así, la vil, mísera, y fatal dirección busca desesperadamente la antinaturalidad, el conseguir que nada pegue, que ninguna cosa quede bien, parece que incluso a propósito; es algo espantoso, un crimen, una villanía… o quizás yo soy tan estúpido que no he captado el quid de la cuestión, y resulte que la labor de Portillo es, en si misma, una brillante metáfora del don Juan porque también pretende escarnecer todo cuanto vio y envenenar las palabras de Zorrilla, porque otra cosa no se explica. Al final va a resultar que es una obra maestra, puesto que la propia producción es la mejor alegoría del don Juan que no respeta nada. Aunque si ese es el caso, no se redime al final, bueno, ni al final ni en ningún momento: todo está asombrosamente mal: los movimientos en escena, las coreografías antinaturales, la pésima dirección de actores… nada se puede salvar, pero es que nada. No hay muchos casos en los que pase algo así, y encima, aburre profundamente.

 

 “¡Qué noche, válgame Dios!
A poderlo calcular
no me meto yo a servir
a tan fogoso galán.
¡Ay, Ciutti! Molida estoy;
no me puedo menear”.

(Pobres de las personas que trabajaron bajo el mando de la Portillo, bien podrían decir estas frases viendo el resultado final)

Por supuesto, este horror no se salva ni estéticamente, un mismo feo y aburrido escenario nos acompañará todo el tiempo y nos obliga a imaginar la obra, ya que la directora parece haberse decidido a que el público haga su trabajo.

Mejor no mencionemos el espantoso vestuario que bien pudo haber sido comprado en las tiendas circundantes del barrio cinco minutos antes de la función (y a mí no me extrañaría nada de nada).

 

“¡Ah, qué horror, (…) ¿Dó estás, don Juan, que aquí me olvidas en tal dolor?”

(Es lo que imploras segundo tras segundo desde el comienzo, poder ver el “Don Juan Tenorio” de Zorrilla por el que has pagado una entrada)

En lo que respecta a los actores, ¡pobres víctimas!, inocentes atrapados por una dirección ineficaz y sin talento, se ven arrastrados en esta caída sin remedio de una producción que merece la condena absoluta que don Juan no tiene en la obra (supuestamente, hasta en eso la directora quiere ir contracorriente). Hacen lo que bien pueden, pero ¿qué poder tienen frente a una dirección que se ha empeñado en hundir esta producción a toda costa y bajo cualquier circunstancia, o que, en el mejor de los casos no tiene ni idea de lo que hace?, no se pueden salvar y no se salvan.

Es más, quizás, lo que levanta más compasión es que el reparto no podría haber sido peor escogido (otra de las maldades de Portillo), y a pesar de todo se esfuerzan en tratar de sacar el tema adelante.

Aunque no los exoneremos del todo, pues que Jose Luís García-Pérez se crea que puede interpretar a don Juan teniendo en cuenta su edad y características físicas… es pedirnos demasiada ingenuidad (y sobre todo, es demasiada pretensión por su parte). Y ya no menciono sus escasas capacidades para el medio teatral, pues ya lo he comentado anteriormente.

Lo mismo se puede decir de buena parte del resto del reparto, cuya inadecuación es totalmente notoria, pero lo dicho, ellos han sido contratados para hacer un trabajo, y cumplen, eso hay que reconocerselo; no hacen nada para evitar la terrorífica catástrofe, pero tampoco pueden. Probablemente actuan como profesionales, saben que lo que hacen es una mierda, pero pagan por ello, ¿y quién no ha trabajado alguna vez en algo que no le gusta? pues eso; cobrar, que ya es bastante hoy día, y ya surgirá algo, aunque no necesariamente bueno, al menos decente, por malo que sea, peor que este Tenorio no va a ser, eso seguro.

 

“Pesada me es ya la broma,
mas veremos quién asoma (…)
mas me ocurre en este instante
que nos podemos mofar
de los de afuera, invitándoles
a probar su sutileza,
entrándose hasta esta pieza
y sus puertas no franqueándoles.”

(Debe de ser lo que pensaron del público al pretender estrenar y representar noche tras noche este bodrio vergonzoso)

Y el público, ¿cómo reacciona ante semejante desmán?, pues de forma lógica: pronto ves a los que miramos a cualquier sitio donde encontrar algo que capte nuestra atención, porque el escenario es incapaz de lograrlo (además de que te daña los ojos ver como destrozan una obra magistral de la historia del teatro), aunque estos somos los que conseguimos mantener un mayor control sobre nosotros mismos; otros ya cabecean y les cuesta sostener los párpados abiertos mientras luchan por no apoyarse en el de al lado y dormir en su hombro; también los hay que prefieren carraspear y toser sin parar, revolverse en el asiento… etc, haciendo ver su incomodidad psíquica a través de su físico; por supuesto está el recurso típico de sacar el móvil y ponerse a toquetearlo; e incluso otros directamente se ponen a hablar… etc.

¡Pero sí eso fuera lo más terrible!, no, lo más trágico es oír risas, carcajadas a mandíbula batiente, en los momentos más dramáticos (o que deberían de serlo), que la gente se parta de risa en el “Don Juan” de Zorrilla es algo tan infamante y horrible, tan vergonzoso, que hay que tener mucho, pero que mucho valor (más bien temeridad y poca vergüenza) para seguir presentando una producción como esa ante el público.

Vamos, que no me extraña nada que en el programa se ponga que son dos horas y media… ¡sin descanso!; porque si lo llega a haber, no queda nadie para el siguiente acto, hasta quizás yo mismo me hubiera ido (y no es algo que suela hacer).

 

“Yo mi alma he dado por ti,
y Dios te otorga por mí
tu dudosa salvación.
Misterio es que en
comprensión
no cabe de criatura:
y sólo en vida más pura
los justos comprenderán
que el amor salvó a don Juan
al pie de la sepultura”

(El don Juan de Zorrilla tal vez vaya al cielo… el de Portillo no tiene salvación posible)

Pero la obra sigue siendo insalvable, puesto que esta producción del “Don Juan” que se representa en el Pavón, metafóricamente, tiene más del de Mozart que del de zorrilla, pues ni pide perdón, ni hay contrición alguna (a pesar de que tiene el fuego del infierno presente todo el tiempo a través de los espectadores en estado de shock de aburrimiento total), ni puede ser amado por nadie… ¡con lo que directo a las merecidas llamas eternas!.

Recordando lo que dice Portillo en el programa “creo que ya va siendo hora de que alguien llame a Tenorio por su  nombre”; pues bien, siguiendo su idea, si nos referimos a esta producción en concreto, tendremos que llamarla: muy mala, deplorable, pésima, nefasta… y considero que me estoy quedando corto.

 

-Adalí: es un espectáculo agradable al que le sobran minutos, quizás se deba a que la danza de por sí misma, sin un argumento, o sin pequeñas historias, no se termina de sostener mucho tiempo; o tal vez sea impresión mía.

Sea como sea, el espectáculo empieza muy bien, es alegre, bonito y comienza teniendo muy buena pinta; pero va decayendo a medida que pasa el tiempo. Así, aunque 80 minutos no son muchos por lo general, a esta función con una hora le hubiera llegado; los muchos solos son excesivos, y parece como si no vinieran a cuento; por otra parte, lo dicho, es como si la alegría decayera a medida que pasa el tiempo, y como llega a cansar, pues eso no beneficia a la percepción final.

Quizás también se deba a que quizás no se pueda hablar de que es un espectáculo como tal, un conjunto en si mismo pensado para ser indisoluble y en el que una parte no se entiende sin la otra, sino en múltiples números musicales que se siguen el uno al otro sin necesidad de coherencia.

Tal vez, y eso sí parece notarse, el teatro se le queda grande al espectáculo, puesto que exceptuando el comienzo (con esa espectacular tela roja que lo cubre todo, y el uso del telón, ¡novedad!, para el Matadero), no se rentabilizan ni se aprovechan nada los recursos que este medio ofrece, ni se hace nada porque el espectáculo sea más grande. Hablando claramente, esta representación bien se hubiera podido hacer en cualquier tablao flamenco (el Café de chinitas, por poner un ejemplo madrileño) sin que se notara mucho la diferencia ni alterara demasiado la calidad del resultado final; y eso, todo hay que decirlo, es malo, muy malo para la valoración final del espectáculo, que claramente necesita una talentosa dirección de escena para progresar, dejar de ser un simple baile de flamenco y convertirse en un espectáculo teatral de verdad, porque en este momento, la verdad sea dicha, sólo se trata de un tablao instalado en el Matadero.

Por otra parte, he investigado minimamente esta compañía, y parece tener una única componente fija, la bailarina que le da nombre (cosa que siempre pensaré que es de una gran pretensión, ponerle tu nombre a tu propia compañía, aunque se haga mucho) y tengo la impresión de que al resto se les contrata por espectáculo. Sea como sea, resulta muy curioso e irónico que a pesar del narcisismo de Gómez (siempre es la protagonista) casi todos sus bailarines la eclipsan.

No hay mucho más destacable, el resto del apartado artístico es aceptable, aunque la cantaora que nos tocó, Carmina Cortés, no me entusiasmó demasiado.

Y como no, ahí están los espantosos micrófonos y altavoces para amargarnos la experiencia del directo, debemos de tener los teatros con peor sonoridad del mundo, porque no se explica; así que, una vez más, se nos priva de la voz en riguroso directo.

Por lo demás, es un espectáculo agradable, aceptable y quizás recomendable si no se es muy exigente, que hace lo que calificaría de una poco arriesgada fusión de flamenco clásico y contemporáneo. No obstante, debo aclarar que sólo me parece interesante para aquellos que les interese este tipo de música y espectáculo (no en vano, se ve mucho turista entre el público), puesto que no me parece ni tan imprescindible ni tan fácil de soportar para alguien que no le interese; ni tan interesante para una persona que simplemente quiera iniciarse en el conocimiento de esta disciplina. Es, lo dicho, un espectáculo bonito, aceptable, agradable de ver, pero nada más.

 

 

-La sesión final de Freud: con toda probabilidad, esta obra merecería una crítica completa y no una express; pero entre el poco tiempo que tengo últimamente, y lo perezoso y vago que estoy, pues tendrán que pagar justos por pecadores.

Poco malo se puede reseñar de esta obra (regular tal vez, pero malo, realmente malo no hay nada, eso es la verdad), quizás uno de sus pocos puntos medianamente negativos es que el texto no es muy original en su puesta en escena, pues se trata de la típica y habitual obra de actores que basa su drama en el enfrentamiento dual, y que, a menudo, suele utilizar creencias enfrentadas; por poner algún ejemplo reciente (y nacional) en esta misma sala, tenemos el caso de “El encuentro”.  Ahora bien, todos tenemos formatos, plantillas, ideas preconcebidas, influencias… etc, y eso significa bastante poco, lo importante es lo que conseguimos hacer con ellas, de donde partimos y a donde llegamos, etc.

Y “La sesión final de Freud” consigue algo grande, no sé si una obra maestra, tendría que volverla a ver y analizar más detenidamente, pero desde luego, sí algo muy bueno y muy interesante; incuestionable teatro de calidad.

Y es que el texto está escrito con una gran naturalidad teatral, con una magnífica profesionalidad, bagaje, conocimiento y amor por el medio; sabe como funciona el teatro y lo utiliza, y ahí está el gran triunfo de este texto.

Hasta que punto la obra es veraz históricamente, personalmente lo he investigado muy por encima, aunque está claro que algo había (sin mencionar que un psiquiatra llamado Nicholi publicó un libro titulado “La cuestión de Dios: C. S. Lewis y Sigmund Freud debaten acerca de Dios, el amor, el sexo y el sentido de la vida”)… de todos modos, tampoco es muy relevante, puesto que la obra evita deliveradamente centrarse en el tema histórico, lo que es quizás (sólo quizás) otro de sus fallos, pues no saldremos de la sala sabiendo más ni de Freud ni de Lewis; aunque como ya digo, la calificación de “fallo” se puede cuestionar, puesto que dado que tampoco hace falta ser un entendido o tener alguna idea de quienes son estos personajes para entender de que va la obra, también esta resulta más accesible y comprensible para todo el mundo en general (aunque siempre ayuda saber algo: Freud es el famoso inventor del psicoanálisis -en resumen exagerado para entendernos todos: esa disciplina psiquiatrica que lo asocia casi todo al sexo- y C.S. Lewis es un escritor especialmente famoso por haber escrito “Las crónicas de Narnia” -hace muy poco adaptadas al cine-, que curiosamente formó parte de un reto que llevó a Tolkien a escribir “El señor de los anillos”).

¿pero entonces (preguntaréis) de que va esta obra con personajes históricos si no nos cuenta su vida?, pues es una continua y fascinante reflexión vital centrada especialmente en cuestiones religiosas, éticas y morales; sin dejar de lado un poderoso humor. El texto tiene además la gran sabiduría de conseguir ser bastante neutral (aunque diría que el ateísmo gana la partida, no es nada fácil escribir algo que no sea parcial… y por eso aquellas que lo consiguen alcanzan el grado de obras maestras).

Así, durante todo el tiempo de duración de la obra, vamos enlazando interesantísimas reflexiones y vemos todas las partes del conflicto, las formas de ver y entender la vida… etc, de una forma brillante y amena con un magnífico texto que, como ya digo, es todo un reflejo de gran capacidad y conocimiento teatral.

Y no hay duda, cuando salgamos de la sala, tendremos la oportunidad de debatir, con mayor o menor acaloramiento (recomiendo mesura y buena elección de las personas con que debatir, que son temas siempre delicados y peligrosos), con aquellos con los que hayamos visto la función; porque lo cierto es que este texto tiene muchas de las virtudes de una gran obra, entre ellas, que no se acaba cuando termina la representación, sigue quedando algo que decir, y es cuando el público toma la palabra.

La dirección, por parte de la británica Townsend, es clásica, académica, no arriesgada pero cuela, es apropiada; dicho de otro modo, no te deja deslumbrado, pero lleva bien la obra; diría que pasa incluso desapercibida, cediendo el protagonismo a otras cuestiones.

Magnífica la dirección artística, de gran belleza la escenografía y su disposición; especialmente porque vamos a pasar un tiempo viéndola (obviamente no hay cambios de escenario, aunque sí una hábil utilización de los recursos),  es algo muy agradable a degustar y en la que sumergirse durante un buen rato.

Ya sólo queda hablar de los actores, que trabajan con gran química y en perfecto binomio; algo especialmente importante en una obra en la que las interpretaciones son especialmente cruciales.

Ambos realizan un buen trabajo; ahora bien, el que destaca totalmente (aunque da la impresión de que involuntariamente, y que se contiene para evitar destacar ante la interpretación de más bajo nivel de su compañero al que bien podría devorar) es Helio Pedregal en el papel de Freud, y lo hace tan magistralmente bien, que me daba la impresión de estar viendo al propio doctor Sigmund Freud; su dominio del personaje se vuelve tan absoluto, es tan verosímil, que desaparecen personaje y actor, y sólo eres capaz de ver que tienes ante ti  al propio doctor Freud. Indudablemente el parecido físico ayuda bastante, pero no es lo único; ha construído tan perfectamente bien al personaje a todos los niveles, que te parece ver a una persona real, ha logrado asumir de tal modo a Freud que bien podría hacerse pasar por él, y lo hace, vaya si lo hace (es más, no me extrañaría nada que destrás de su interpretación hubiera una labor de documentación previa para conseguir ese resultado final tan veraz).

Por su parte, a Eleazar Ortiz sólo me resultó aceptable, veo más una actuación (un actor haciendo un personaje) que a Lewis; no sabría decir que falla: quizás usa recursos gestuales y tonales muy manidos, o tal vez no se cree suficientemente su personaje, o no ha conseguido identificarse con él; sea como sea, es incapaz de conseguir y transmitir verosimilitud para aquel a quien encarna. No digo que, dejándote llevar por la obra, no aceptes que él sea Lewis, pero pedir ese esfuerzo de imaginación al público, es la perfecta demostración de que su interpretación deja que desear, aunque, como ya digo es pasable.

En conclusión, una muy buena e interesante obra de teatro (quizás incluso una obra maestra, pero lo dicho, tendría que volver a verla y reanalizarla) que merece muchísimo la pena ver; aunque ya os lo advierto, no es nada fácil conseguir entrada, no es la primera vez que se ven carteles de que todas las localidades están agotadas; no sé si es que la gente ha olido la calidad de la obra y se ha lanzado a la compra de localidades como enloquecidos o que pasa…. sea como sea, parece otro argumento más en favor de la gran calidad de la producción que se representa en la sala pequeña del teatro Español, y que bien merece la pena disfrutar… y reflexionar.


Archivado en: Teatro

Crítica express: Los cuentos de la peste

$
0
0

A veces creo que la gente lee lo que escribo en este blog, además se lo toma en serio y toman nota… bueno, que la gente de la farándula presta atención a lo que escribo está sobradamente probado (y más después de haber vivido aquel histórico asedio, en verdad la realidad siempre supera a la ficción; pero dejando de lado aquel caso extremo, casi no hay crítica que publique, de la que luego, de algún modo, sepa que ha sido ampliamente conocida y difundida -comentarios, redes sociales, buscadores, visitas… etc-); ahora bien, siempre suelen ser son los mindundis, los don nadies que quieren tener un nombre y les vale cualquier referencia positiva, al igual que les hierve la sangre con otra minimamente negativa; incluso aunque se trate de la de este blog, uno entre mil de la red, ver para creer.

Pero retomemos el tema, lo que ya me hace alucinar, es que anteriormente, escribiendo sobre el Marqués de Vargas Llosa (que no usa el título nobiliario ni en España, no sé para qué lo ha aceptado si no piensa usarlo, es algo totalmente absurdo… una cosa es pasarse, como el Marqués de Castrillón -difunto presidente de la RAH- y utilizar cualquier excusa para sacarlo a relucir… pero no usarlo jamás es un desprecio descarado; aunque bueno, ya hablé extensamente del tema anteriormente, así que lo dejo) en mi muy buena crítica de “El loco de los balcones” (que califiqué de “obra maestra”), que estuvo en el teatro Español esta misma temporada; comentaba, entre otras cosas, que el señor Vargas Llosa recibiría mucha atención por parte de esta institución (y muchos honores por parte del Reino de España, como el ennoblecimiento antes mencionado), pero siempre eramos los segundones a la hora de tener un estreno (que siempre iban primero para Lima); y sus temáticas eran siempre profundamente Peruanas, y totalmente alejadas de España, su otra nacionalidad.

Pues bien, como si el ilustrísimo señor Marqués me hubiera leído, y me quisiera quitar la razón, ahora, estrena en el Español una obra que pronto saldrá publicada. De tema totalmente europeo (una obra basada en el “Decamerón” de Boccacio, una de esas grandes obras de nuestra historia literaria)… aunque no exactamente español.

Así que una de dos; o aceptamos la improbabilísima hipótesis de que Vargas Llosa lee las críticas de este blog; o, y más probablemente, que mis argumentos son tan lógicos y razonables que no soy el único que ha llegado a unas conclusiones que caen de cajón. Sea como sea, es para bien.

Aunque bueno, no voy a creermelo tanto, porque en lo del uso de los dichosos micrófonos y altavoces sigue sin escucharme nadie… que cosa más insufrible; quien no valga para proyectar la voz en un teatro que no se dedique al tema, “zapatero a tus zapatos”, más sencillo imposible. Menuda pesadilla, y siempre defenderé que me parece una estafa hacia el espectador.

En cualquier caso, he de reconocer que me emocionaba y estaba expectante e impaciente ante la idea de asistir a tan gran estreno, no es para menos, es casi algo histórico.

Por otro lado, la atención al público sigue siendo excelente.

El programa está bien, pero sigue pudiendo ser más completo (me ha gustado que recogiera tanto la opinión del autor como del director).

 

-Los cuentos de la peste: a esta obra le pasa lo mismo que al filme de “La gran belleza”, quiere ser deliberadamente una delicia de gourmet, un plato con mucha presentación y escasísima comida, tan buscada y rebuscada, que difícilmente puede ser recomendable para el gran público. En el fondo, no se trata más que de una obra para presumir de que se ha visto, y así parecer culto, inteligente y trascendente (tiene gracia, porque, quizás, ese fue uno de los temas que mejor abordó tan inteligentemente el propio Marqués de Vargas Llosa en “Kathie y el hipopótamo” -que pudimos ver en el Matadero-, ¿no es irónico?).

Sin embargo, el resultado es más bien frívolo; el texto teatral no consigue librarse de su origen literario, y a pesar de ser una adaptación libre, estás teniendo la permanente e insufrible sensación de haber acudido a una lectura dramatizada. Así, Sólo funciona a ratos a nivel teatral, hay buenas ideas, indudablemente, pero se quedan en sólo eso.

Por supuesto, hay temas candentes, escandalosos (no sólo hablados, también hay dos desnudos integrales), e incluso escatológicos, de modo que así se completa esa apariencia (aunque se queda sólo en eso) que debe tener toda gran obra de resultar provocadora.

Y como la estructura narrativa es tan difusa, pues son un montón de historias sin apenas nexo, de las cuales nunca llegamos a saber bien que es verdad y que es mentira… pues la progresiva pérdida de interés es más que comprensible, y mucho más, teniendo en cuenta la larga duración de la representación (más de dos horas).

Todo ello sin mencionar que qué la base de la obra sean unos largos monólogos que nos cuentan extensas historias, sólo puede funcionar con actores extremadamente carismáticos, poderosos y arrebatadores… y sólo hay un único caso así en esta producción.

Así pues, para sacar un texto tan difícil adelante, se necesitaba una producción llena de grandísimos talentos que estén en pleno y permanente estado de gracia; además de una suerte tremenda… que el teatro Español no ha tenido en este caso.

La dirección se pierde en el texto, y no sabe muy bien que hacer con él, la verdad sea dicha.

Para el montaje, se ha desarmado el teatro Español, dándole un aire a la sala 1 del Matadero, lo cual hace que resulte especialmente inexplicable porque no la han hecho allí y ha habido que desmontar todo el patio de butacas y ponerlo en donde estaba el escenario; llevando a cabo una acción que el espectáculo es incapaz de justificar (no es como, por ejemplo, el “Cabaret” de hace unos años en el que se desmontó el teatro Nuevo Alcalá para reconvertirlo en un local de esas características, y que sí quedaba bien, funcionaba, y resultaba lógico), y que se ve como un irrisorio medio de llamar la atención sobre una obra en la que ni siquiera quienes la llevan a cabo parecen tener demasiada confianza; o eso es lo que parece, si tienen que recurrir a semejantes formas de pretender destacar; sin mencionar la mala imagen que da, cuando un producto tiene que recurrir a las formas en vez de al fondo para hacerse valer, muy mala señal es.

La escenografía no da resultado y no es bien utilizada, al igual que la iluminación. Del apartado técnico se salva el vestuario, que es agradable a la vista (y que esta producción no merece), y nada más.

En cuanto a los actores; Aitana Sánchez-Gijón los devora a todos de forma arrebatadora, es la única capaz de mantener nuestra atención durante todos sus textos de forma permanente, y también consigue mantener la verosimilitud de sus personajes.

Como novedad, Vargas Llosa actúa… bueno, por decir algo, en realidad hace una lectura, no creo que muy diferente a las que hará de sus libros en diversas ocasiones, pues él interpretar, no interpreta, simplemente suelta frases, una tras otra, con la misma modulación tonal, sin gestualidad, sin nada de nada, no hay interpretación, ni mala ni buena, simplemente no la hay.

Y en el fondo no creo que sea culpa suya, es evidente que no le han dirigido, que nadie se ha molestado en decirle que no estaba actuando, que lo que hace no es suficiente. Esa es la gran tragedia de subir a tan altas cimas como las que él ha alcanzado, que nadie te dice luego tus fallos, y no hay quien se atreva a ponerte un “pero”; al fin y al cabo, ¿qué director se atrevería a decirle nada de cómo debe de interpretar su propio escrito a un ilustrísimo señor Marqués, un premio Nobel, Cervantes, miembro de Reales Academias, doctorado honoris causa por múltiples universidades… y eso sólo mencionando algunos de los reconocimientos más importantes?.

Pero eso sería salvar a Joan Ollé de una mala dirección de actores (puesto que ya hemos visto que su dirección de escena también deja que desear) debido a su deslumbre con una gran figura literaria; desgraciadamente, tampoco parece hacerlo mejor con el resto.

En el reparto que me queda por comentar encontramos a Marta Poveda, a la cual parece que contratan por su prodigiosa memoria para textos complejos (aparece muy a menudo en los montajes de la Compañía nacional de teatro clásico en el teatro Pavón, esta misma temporada estuvo en la obra que la inauguró, por poner un ejemplo, aunque siempre está en alguna) en vez de por su talento dramático (voz escasamente modulada, sobreactuación descarada…); o Pedro Casablanc, muy conocido por haber sido el arzobispo Carrillo en la serie “Isabel”, y que a mí no me ha vuelto a convencer en ningún papel (como en este otro ejemplo), pues no soy capaz de ver ningún personaje, sólo a él, dándome la impresión de que siempre hace lo mismo.

Al final, lo que más gracia tiene es el programa, dónde, en foto promocional, aparecen todos los actores evocando al supuesto público de la obra, con caras de fascinación, interés y sesuda intelectualidad… que es lo contrario de lo que provoca la representación, donde se pueden observar los síntomas típicos del aburrimiento entre el público: potentes toses y carraspeos, gente que saca el móvil, conversaciones en susurros y gente mirando hacia otros lados.

En definitiva, mucho humo pero nada de sustancia; es una propuesta medianamente aceptable (porque hay algunas buenas ideas), un tanto cursi, gafapastera, de intelectualidad de segunda. Con sinceridad, no creo que nadie que vea esta obra pueda decir, con absoluta franqueza, que le ha gustado; ¿pero, al fin y al cabo, desde cuando la verdad prima más que las apariencias?, y, ¿acaso en el arte no son los nombres lo verdaderamente importante y relevante?; pues eso, seguro que no faltará quien la califique de obra maestra… mientras ahoga, para su fuero interno, lo que realmente le pareció; y nadie desdice jamás a “los que saben”, que para eso lo son. Y así se encumbrará un nuevo, y reluciente, falso ídolo, ¡todos a adorarlo!.


Archivado en: Teatro

Hansel y Gretel

$
0
0

¿A quién le amarga un dulce?

Sinopsis y ficha técnica

Hänsel und Gretel

Märchenspiel en tres actos
Libreto de Adelaide Wette, basado en un cuento de Kinder- und Hausmärchen (1812) de Jacob y Wilhelm Grimm

Producción del Festival de Glyndebourne

Orquesta y Coro Titulares del Teatro Real
(Orquesta Sinfónica de Madrid/Coro Intermezzo)

Pequeños cantores de la JORCAM
Directora: Ana González

Colaboración especial de la Escuela de Cinematografía y del Audiovisual de la Comunidad de Madrid (ECAM)

Ficha Artística

  • Dirección musical: Paul Daniel
  • Diego García Rodríguez (Ene. 27)
  • Dirección de escena y figurines: Laurent Pelly
  • Escenografía: Barbara de Limburg
  • Iluminación: Joël Adam

· – ·

  • Peter: Bo Skovhus
  • Gertrud: Diana Montague
  • Hänsel: Alice Coote
  • Gretel: Sylvia Schwartz
  • La bruja: José Manuel Zapata
  • Duende del sueño: Elena Copons
  • Duende del rocío: Ruth Rosique

La combinación de canciones populares alemanas con una refinada orquestación de tintes wagnerianos resultó una fórmula magistral para consagrar Hansel y Gretel, una de las primeras Märchenoper u óperas de cuentos de hadas típicas del siglo XIX, entre las más interpretadas del repertorio lírico. Estrenada en 1893 en Weimar por Richard Strauss, quien la calificó como “una obra maestra de eximia calidad, original en todo, nueva y auténticamente alemana”, esta versión edulcorada del cuento homónimo de los hermanos Grimm, que Humperdinck compuso a instancias de su hermana, autora del libreto, conquistó muy pronto al público. Fue la primera en ser retransmitida íntegramente por la radio desde el Covent Garden y también la pionera en ser radiada en directo desde el Met. Los dos avispados hermanos, los niños de pan de jengibre, el hada del sueño, la bruja y la casita de mazapán y chocolate llegarán en esta ocasión al Teatro Real bajo la dirección de Laurent Pelly, a cargo también de los figurines, con Barbara de Limburg en el equipo artístico como escenógrafa, en una producción del Festival de Glyndebourne.

……………………………………………

 

Comentario previo

Cuando se supo definitivamente que Mortier abandonaría el teatro Real para ser sustituído por Joan Matabosch, reconozco que en parte sentí pena, porque quizás decíamos adios a los divertidos escándalos que tanto habían salpicado al teatro y que eran siempre entretenida y nueva fuente de cotilleo, como yo solía decir, “¿qué se puede decir de un teatro en el que hay más drama fuera del escenario que dentro?, ¡y más cuando se respresenta ópera!”; y, a pesar de mis primeras sospechas, finalmente, parece que los escándalos se han terminado, y para bien.

Hablando seriamente, y después de haber visto esta producción, lo tengo muy claro: mejor tener la oportunidad de ver un gran espectáculo y disfrutarlo; que ver uno horrible y luego despellejarlo. No hay duda, creo que podemos estar contentos con la gestión de Matabosch en lo que se refiere a la programación; tal vez no internacionalice al Real, tal vez no se convierta en una referencia obligada en Europa o el mundo, ni en el más “artístico”, pero dará gusto ir y habrá menos riesgo.

Desgraciadamente, ese aparentemente buen comienzo parece estar en peligro, Mortier ha dejado la envenenada herencia (que ya se veía venir) de unos gastos inmensos y unas recaudaciones escasas; y claro, aún sin Matabosch tener la culpa, las instituciones oficiales han dicho “basta” y han cerrado el grifo. Con unos presupuestos más reducidos de lo esperado, Matabosch se enfrentará al gran reto de mantener la calidad y el público (que parece que vuelve a recuperarse) con mucho menos dinero; sin duda un castigo inmerecido, que, lógicamente, no le ha sentado muy bien; pero, tratando de ver el lado positivo, si sale triunfante del reto, nadie podrá decir que hay un mejor gestor para este teatro, todo un desafío en el que desde aquí le deseamos toda la suerte del mundo.

En cualquier caso, próximamente se verán el patronato del Real y SS.MM. los Reyes en el palacio de la Zarzuela, en su primera reunión (como de la gran mayoría de las grandes instituciones culturales españolas, los monarcas son los presidentes de honor también de este teatro), encuentro en el que estarán la crema y la nata política de la cultura española, quizás eso ayude al Real.

No obstante, no todo es positivo, porque tal vez la nueva gestión haya ayudado a mejorar los espectáculos, pero ha empeorado claramente la experiencia teatral.

La atención al público sigue siendo pésima: en taquillas no son capaces de hacer otra cosa que sonreír con el gesto más hipócrita a los compradores, mientras se disputan quien debería estar allí y a qué hora, o quien se va antes de tiempo, eso cuando no se dedican a comentar temas personales a voz en grito (deben de creer que una estructura de madera, casi un biombo, es un bunker insonorizado); supongo que ese tipo de distracciones son las que les impiden encontrarte el sitio que buscas por más que se lo señales, ¿de verdad es tan difícil?.

Pero si eso ya es caótico, mejor no hablemos del guardarropa; yo no sé para que contratan a nadie, si no tuvieran a esos jovencitos y dejaran libre acceso a las perchas sería más rápido y más eficaz, y así no tendríamos que aguantar esas colas que parecen las del Congreso de los diputados en jornada de puertas abiertas o las de Doña Manolita previas a la navidad; sin mencionar que se forma en ese vestíbulo un tapón que parece la hora punta del Metro, esas multitudes acumuladas casi dan miedo, parecen una manifestación en la Puerta del Sol.

Y es que yo soy incapaz de explicarme como es posible que se pueda tardar entre cinco y diez minutos en traer una prenda (he estado dentro de ese guardarropa y juro que no es tan grande como para tardar tanto), y como puede ser que si dejas varias en el mismo número tengan que ir una por una hasta conseguirlas todas, en plan puzzle; mientras, la cola aumenta, y no se sale del edificio porque hay una puerta giratoria, que si no… y no te creas que eso les afecta a estos muchachetes, se toman el tema con una tranquilidad, con una pasividad, que a veces me parece que se los han traído de Cuba, sólo les falta decir: “¡si hay gente que espere, también yo tuve que esperar a que ellos terminaran la ópera!” o, siguiendo el hilo de lo dicho “¡me estás esstresando, mi amooo!”.

¡Qué desastre!, ¡qué colas!, ¡qué ineficacia!; es una situación absolutamente absurda, vergonzosa e innombrable. Si al final va a ser mejor no dejar nada en los guardarropas y ver la función abrigados como si estuvieramos en medio de la Plaza de Oriente; y así, el Real podrá decir que además tiene servicio de sauna.

Bueno, y para que hablar de los acomodadores que parecen de adorno, ni están ni se les espera; yo sinceramente, no dejo de preguntarme cual es su función, me intriga poderosamente, mataría por ver su contrato para saber que es exactamente lo que tienen que hacer, a parte de desaparecer cuando se les necesita, claro. Es más, estoy por perderme la ópera un día y seguir a uno de ellos todo el rato (si es que lo encuentro), para saber qué hace y por qué le pagan, pues es un enigma tan irresistible como fascinante para mí.

Y lo peor de todo esto es que, cuando te encuentras con alguien eficaz, es siempre más la excepción que la regla, menudo desastre.

También ha caído en picado el tema informativo-divulgativo del Real; ya hemos hablado de la absoluta decadencia de la calidad de la revista del Real (número con información más que superficial, que encima nos vemos obligados a releer durante meses, meses y meses…); ¡pero ahora están fallando hasta los programas!, así, el Real que yo siempre había puesto como ejemplo de gran labor divulgativa y educativa, del camino a seguir por excelencia de los teatros públicos; cada vez cojea más, con un único artículo, que, y eso ya es imperdonable, ¡se contradice abiertamente con el conferenciante!; ¿es qué nadie se molesta en investigar algo de lo que dice o escribe?.

Lo peor de todo es que estas cosas le quitan respetabilidad a un teatro que, teniendo en cuenta la categoría que pretende tener, debería de evitar esa situación a toda costa. Este tipo de cosas también son reflejo de una gestión, e irán haciendo cada vez más mella hasta que exploten.

Por lo demás, son maravillosos los vídeos de “como se hizo” que se pueden ver tanto en el teatro como en internet, por si no tienes tiempo (siempre incluída la conferencia, aunque su montaje ha empeorado mucho desde anteriores temporadas).

Como curiosidad adiccional comentar, que en esa alianza cultural con otras instituciones que el Real ha estado desarrollando estos últimos años, esta nueva producción no es una excepción y se complementa con una exposición en la Biblioteca Nacional, al igual que también pasó con “Muerte en Venecia” (más detalles aquí).

 

Crítica

¡El Real se pone en boga también con una ópera de cuento de hadas!; bueno, no hablaré de lo muy de moda que está este tema ahora, pues parece que ya lo he hecho mil veces en cada artículo que he publicado sobre el tema, aunque sí diré, que incluso antes de las múltiples revisiones que han surgido, yo ya defendía su importancia cultural.

Aunque sí me apetece hacer una curiosa reflexión sobre los cuentos, que me parece que pocas personas han hecho, ya no acerca de la escasa inocencia de su contenido, sino de su función social en la época en la que fueron recopilados y posteriormente; al fin y al cabo, estos sirvieron para ayudar a apoyar las ideas nacionalistas alemanas, formando parte del volkgeist (traducido: espíritu del pueblo); temas que todos sabemos como se radicalizaron luego en el siglo XX… la cuestión no deja de resultar curiosa, si uno lo piensa, y hace que veamos estos relatos como mucho menos inocentes y más peligrosos de lo que nunca nos pudiera parecer anteriormente….

Pero volviendo al tema, que es la crítica de lo que se representa en el Real, la verdad es que esta ópera es una auténtica preciosidad, para que negarlo, en todos los aspectos a esta producción no se la puede calificar de otro modo.

El libreto, de la hermana del compositor, Adelheid Wette, es una versión suavizadísima del cuento, que evita todas las partes más escabrosas y desagradables. En realidad, es muy Disney, yo de hecho, mientras la veía y cuando acabó, no dejaba de pensar que me resultaba inexplicable el porqué Walt Disney no había adaptado esta ópera a largometraje de animación (es muy bien sabido el gusto de este personaje histórico por la música clásica, como demostró, no sólo en clásicos como “Fantasía”, sino también en “La bella durmiente”, en dónde toda la banda sonora de la película -al completo, canciones incluídas- la articuló el ballet de Tchaikovsky), pues hubiera funcionado muy bien y sido un gran filme de la casa. Pero la dulcificación del argumento no es la única “virtud Disney” que posee este magnífico libreto, pues también es capaz de conseguir contar en casi dos horas una historia que sólo abarca unas pocas páginas en “Los cuentos de la infancia y del hogar” de los hermanos Grimm; o de diez minutos en palabras de un padre a sus hijos; y transformarla en una historia interesante y apasionante durante toda su duración escénica (incluso aunque lo sepamos todo sobre ella).

Nos encontramos así, con un libreto buenísimo, que si bien nunca se podrá llamar una fiel adaptación del cuento de los filólogos germanos (aunque por otra parte, ¿acaso son la única fuente oficial?, ellos no inventaron sus cuentos, sólo los recopilaron y publicaron); sí que sabe contar magníficamente la historia; sí que crea unos personajes interesantes y conduce muy bien el argumento desde el principio hasta el final de forma absolutamente brillante. Y además es muy bonito en esa dulzura y suavidad.

Pero no hay duda alguna que si algo lo resalta, si algo eleva esta ópera al rango de obra maestra, eso es la música, que unida fraternalmente al libreto (tanto como el compositor y la libretista) se dedica a realzarlo brillantemente. La verdad es que parece mentira que una pequeña representación familiar se pudiera haber convertido en esta maravilla a posteriori.

Así pues, la música de Humperdink es de lo más bella y melódica, una preciosidad, un bómbon, con un gran encanto; personal, pero a la vez con referencias wagnerianas (no en vano, el compositor de esta ópera fue discípulo suyo), muy cuidada y con grandes momentos, especialmente, no podía ser de otro modo, los de Hansel y Gretel.

Así pues el conjunto total de la obra original es una simbólica casa de chocolate que todo espectador debe desear devorar insaciablemente.

En lo que respecta a esta producción que podemos ver del Real (que, si no me equivoco, fue traída de Valencia por falta de fondos, aunque iba a ser una producción original), es la magnífica guinda que culmina este magnífico pastel que es el material original.

Es además toda una oportunidad, pues en España no se programa muy a menudo (a pesar de ser muy conocida en otros países del norte de Europa), lo cual nos hace ver lo mucho que nos hemos perdido.

Pero en fin, concretando en esta producción:

El director de escena, Laurent Pelly, a quien ya se conoce en el Real por un tan buen montaje anterior como el de “La hija del regimiento” de esta misma temporada; es todo un maestro de su oficio, consiguiendo combinar lo clásico y lo moderno, no crea rupturas absolutas e imposibles de comprender (como tantas e innumerables veces hemos soportado en este teatro), pero tampoco se rinde a un anquilosado y académico clasicismo. A mí me está empezando a parecer un director de escena brillante del que espero poder ver más trabajos suyos en el futuro; me encantan sus ideas, sus conceptos, su sentido de la estética… en definitiva, me parece genial. Ciertamente en ocasiones se arriesga, pero no creo que podamos calificar ninguno de sus montajes como desagradable o poco interesante, siempre tienen gran belleza e inteligencia, independientemente de que nos gusten más o menos.

En esta ocasión, aunque el mensaje que quiere transmitir de sociedad postapocalíptica destruída por el consumismo no termina de funcionar en ningún momento (el cuento no da de sí, además, es lógico que el mayor sueño de unos niños pobrísimos que viven en una casa de cartón sea precisamente un supermercado en el que puedan comer hasta hartarse… eso no tiene nada que ver con el consumismo sino con las necesidades vitales); sí que lo hace su armoniosa puesta en escena que es capaz de modernizar y a la vez reflejar totalmente la ópera sin romper nunca del todo con ella (pues no todo es perfecto, se nota que la muerte de la bruja, por ejemplo, está un poco forzada pues no debía de ser así originalmente; o que debería de haber una varita mágica… etc, pero son minucias que no deben de manchar el magnífico resultado final).

Sin mencionar los momentos de gran espectacularidad que causaron sensación en el público (las pantallas que bajan haciendo aparecer más y más comida en los sueños de los niños, aunque en determinado momento parecen un anuncio de McDonalds, ¿la habrán patrocinado?, ¿será una referencia a Hamburgo porque los niños son alemanes?, nunca lo sabremos…) y la siempre monumentalidad que acompaña a sus montajes (aunque la Casa de chocolate no acaba de evocar bien esa forma, pero bueno, como ya digo, detalles, minucias que poco alteran el gran resultado final pues nada hay perfecto en este mundo).

En definitiva, Pelly es un gran director de escena del que no puedo esperar más para ver otro de sus nuevos proyectos, pues estoy seguro de que no decepcionará.

Así pues, todo lo que se ve en escena está genial y muy bien cuidado: desde la magnífica escenografía a un vestuario muy apropiado y encantador, que es capaz de hacer una nueva y magnífica evocación de esta ópera; consiguiendo que esta producción merezca estar entra las míticas debido al encanto de su montaje.

En lo que respecta al director musical, Paul Daniel, y su orquesta, quizás estuvieron un poco descoordinados con la escena, pues los músicos llegaban a tapar a los cantantes y parecían pelear entre sí por ver quien tenía más protagonismo. Por lo demás, muy bien.

Los cantantes cumplieron su función perfectamente, y aunque ninguna voz me resultó destacable o muy notoria, si que me agradó todo el conjunto. Tanto los principales como los coros. En definitiva, todo un gran trabajo en equipo del que el conjunto sale muy bien parado.

También comentar que, sin duda llama la atención que la bruja sea interpretada por un tenor, pero funciona asombrosamente bien.

Y por supuesto, no sobra decir, que los cantantes, además de cumplir como tales, también llegan a ser grandes actores, ¡con lo que tenemos el espectáculo completo!.

Es más, me asombró mucho que al final de la representación no hubiera más ovaciones en pie… pero ya sabemos como es el público del Real, que suelen hacer suya esa cita de Cocteau de que “Lo que caracteriza a nuestra época es el temor de parecer tonto otorgando un elogio, y la certeza de parecer inteligente haciendo una reprobación” (especialmente en el patio de butacas, a medida que se suben los pisos ya se ve mucho más entusiasmo).

En definitiva, esta producción que ahora podemos ver en el Teatro Real es muy sobresaliente y una auténtica preciosidad, todo un bombón, un dulce muy agradable a degustar y al que uno no debe resistirse, por muy a dieta que se esté, pues hay placeres por los que merece la pena sentirse culpable, y no hay duda, el “Hansel y Gretel” que se escenifica en el Real en este momento, es uno de ellos.


Archivado en: Teatro
Viewing all 471 articles
Browse latest View live